La influencia del entorno familiar
Cuando nos adentramos al ambiente en el que conviven otras familias, de las que desconocemos sus costumbres, nos podemos dar cuenta de la forma en que los padres (ambos, mamá y papá) influyen en el comportamiento de los hijos en todos los aspectos, particularmente en lo relativo a la manera de expresarse, con lo que se puede constatar que niñas y niñas sólo aprenden lo que observan dentro del hogar, aquello que consciente e inconscientemente les enseñan sus progenitores, ya sea positivo o negativo, aunque lo ideal sería que este segundo rasgo fuera el que predominara, por el bien de los pequeños y pequeñas.
Lo anterior viene a colación, amable lector, a raíz de una breve charla que tuve la oportunidad de compartir con una niña de dos años de edad que vive en un hogar donde las carencias económicas son más que evidentes, pero lo más importante de dicho encuentro es que, mientras se desarrollaba la referida conversación, pude comprobar cómo la pequeña utiliza un sinfín de palabras altisonantes, de tal manera que esa forma de expresarse -lamentablemente- es para esa pequeña de lo más normal, ya que es lo que ha aprendido dentro del entorno doméstico, concretamente de su progenitora, que es madre soltera.
Y aunque en su casa vive con su madre y su abuelito materno, la figura materna es quien le ha enseñado -tal vez de manera inconsciente- todo el vocabulario mediante el que se dirige la niña con los demás vecinos, desde los pequeños de su edad, hasta adolescentes y adultos, y de verdad sorprende la facilidad con que la infante se expresa para platicar sobre cualquier tema, aunque lo más triste de la situación es que predomina el lengua soez y vulgar, un rasgo que "heredó" de su progenitora y a quien parece no importarle que su pequeña se desenvuelva de esta forma, pues no hace algo para corregirla.
Sin embargo, reflexionando sobre este aspecto, llegué a la conclusión de que se trata de un círculo vicioso que se repite de generación en generación, ya que pude conocer a la abuela de la pequeña y en ese tiempo corroboré que esa forma de expresarse de los diferentes integrantes de esa familia es un rasgo distintivo de su personalidad, de sus costumbres, de su forma de ser que se transmite de padres a hijos y que se reproduce sin control porque así como ha sucedido durante generaciones, porque así lo han aprendido en el entorno en el que se desenvuelven cotidianamente.
Por cierto, todo lo anterior que he descrito no es el con el ánimo de criticar ni de cuestionar la forma en que viven algunas familias, sino de comprobar cómo lo que los padres enseñamos e inculcamos, consciente e inconscientemente, es aprendido y absorbido por nuestros hijos como si se trataran de una esponja, de tal manera que todo ello influye determinantemente para su comportamiento, dentro y fuera del hogar, algo que los demás perciben a simple vista ya que se trata de un rasgo muy característico de cada persona, en lo individual.
Así, diariamente, en los círculos donde nos movemos -escuela, trabajo, en la calle, dentro del hogar-, los seres humanos observamos cómo nuestros semejantes, quienes nos rodean en esos ámbitos, tienen una forma muy personal de expresarse que aprendieron y adquirieron en esos ambientes, además de que en su momento pudieron ser guiados sobre si esa forma de manifestar sus ideas y pensamientos no contiene palabras ofensivas o denigrantes que lesionen la dignidad de los demás, sobre todo de las personas más cercanas a nosotros, que son en determinado momento quienes más nos importan porque son quienes nos cuidan y más nos quieren. Me refiero, por supuesto, a nuestros padres.
Precisamente, son ellos quienes nos enseñan las primeras palabras cuando ya tenemos la posibilidad de hablar, cuando esas primeras palabras son "mamá" y "papá", que son las más importantes para nosotros cuando los infantes comienzan ese proceso de aprendizaje que nunca se agota, porque el lenguaje se modifica de manera constante, así que, por lo menos, los progenitores tratamos de cumplir con esa primera etapa que consiste en enseñarles las palabras con las que podrán dirigirse hacia nosotros para solventar sus necesidades básicas como la alimentación.
De esa primera fase de su existencia dependerá que salgan adelante para abrirse paso en su entorno y así poder expresar sus pensamientos, sus ideas, sus necesidades, sus inquietudes, pero al mismo tiempo también podrán manifestar su inconformidad cuando estén en desacuerdo con algo que les molesta o les perjudica.
No obstante, los padres seremos el primer filtro para que los hijos no empleen un lenguaje ofensivo, denigrante, ese que molesta e insulta, de ahí que debemos ser cuidadosos para no ser tampoco un mal ejemplo en ese aspecto, pues de nada servirá que les enseñemos a evitar ese tipo de léxico, de palabras altisonantes, si nosotros somos un modelo negativo en ese sentido.