@@ADSSCRIPTS@@

Kiosko

Volver de entre los muertos

Jesús Marín

Hoy amanecí con un sueño de muerte

del cual no puedo despertar

Cantares

Salmo Diez

Libro de Sangre

He tenido un sueño de muerte del cual no me podía desprender. Me persiguió durante varios días. Me lo encontraba sonriéndome detrás de los espejos y abandonado en las vías de las plazas y entre las piedras muertas de las calles. Me lo encontraba en los cadáveres de las gaviotas que vienen a morir a esta ciudad tan lejos del mar. Era un sueño de muerte que me envolvía tibiamente y sofocaba cualquier grito. Y yo no sabía qué decirle para que se fuera de mi pecho, y yo no sabía qué clase de veladoras prenderle para que dejara de tiritar frente a mis ventanas.

Y lo veía en mi cama, haciéndome sombra y se metía en mis sueños y llenaba mi mente de niebla y llenaba mi sangre de pesada sal y me quedaba atrapado en sus pantanos y veía cómo enormes pájaros venían a devorarme el corazón una y otra vez, y cuando despertaba, despertaba envuelto en pesadas cadenas que me tiraban hacia precipicios lejanos y desconocidos, habitados por grandes insectos de ojos tristes, de enormes ojos que me veía con su mirada de niña desamparada. Y yo no podía ni gritar. Y lo único que me salvaba de enloquecer, que evitaba que muriera, era tu nombre. Era aferrarme a tu rostro, a tus manos. Y hoy lo supe al recibir la llamada y escuchar tu voz: Yo sólo estoy vivo cuando estoy contigo.

Ya son dos años de vernos a escondidas Sara, de vernos cuando podemos robarle tiempo a las otras vidas que vivimos lejos el uno del otro. Y al abrazarte por la cintura, supe que mataría a cualquiera que te interpusiera entre los dos, entre este sencillo y milagroso acto, de sentir tu cuerpo pegado a mi cuerpo y nuestro calor fue tan intenso que el mundo dejó de existir y no me importo no verte en dos meses, y importo que el día anterior me dejaras esperándote, dolido y enfermo de ausencia, y olvidé que la mañana la había pasado sumido en ese sueño de muerte, en ese sopor del hombre que ha perdido todo. Sara, eres lo único que me da vida. Eres el único acto de Dios en mi vida.

Y volví de entre los muertos al besarte, al sentir tu boca que urgentemente me llamaba, al escuchar los gritos de tus pezones que pedían la clemencia de mi lengua. Y supe que mataría por ti, que tú eres mi princesa y mi hogar. Y que no sabría enfrentar al mundo sin tener la esperanza de volver a verte.

Y durante dos horas nos convertimos en los amantes que parecer que somos desde siempre. Y yo no supe explicarte el milagro de que estés a mi lado, de que llegues con tus modos de niña y me regales tu cuerpo de 20 años y me entregues la pureza de tu alma y llores desde adentro esa tristeza que me obliga a creer, y que con tus manos escribas en mi rostro no sé qué palabras y que me dejes rezar en el templo de tu vientre y que digas que todo está bien y que nunca pero nunca podremos estar muertos.

Es increíble cómo una frágil mujer, desnuda que se entrega a ti, te convierte en milagro, te convierte en un hombre que no necesita más que la dulce piel y el olor de un cuerpo de mujer. Y únicamente puedo repetir las palabras que han nacido para ser dichas en tu oído: Bendita seas Sara. Bendito sea el cuerpo nacido para mi boca, bendita seas por ofrecerte en sacrificio a la rabia de este demonio. Bendita seas por purificarme y darme la oscuridad que ilumina.

A veces tengo miedo de que un día ya no te vea llegar a nuestro refugio. Miedo de no poder mirar el milagro de tus ojos ardiendo y de tu cuerpo desplomándose sobre mi cuerpo. Miedo de quedarme sumido en ese precipicio insondable. Temor de que este sueño de muerte sea eterno y que no vengas con la triste ternura de tus ojos derrotados, de tu cuerpo crucificado y seas mía totalmente. Y la sola idea, me aniquila y paso los días entre los desvanes, entre los sótanos, sediento y enloquecido. Y me duele pensar que ya no te pudiera importar y enloquecido salgo a las calles a caminar la noche, a mirar las estrellas, a vivir en los cementerios, a buscarte, oh mi amada princesa de la oscuridad, mi frágil señora tan amada.

Y llegas, regresas de tu prisión y dejamos la piel mortal y nos convertimos en ángel y demonio, en mujer y hombre, y recuerdo que eres mi vida, y recuerdo que eres mi muerte y entonces nada importa, porque te tengo a ti, por que tú. Oh dulce muchachita has decidido morir entre mis brazos, has decidido ofrecerme la savia de tu herida, y yo bebo de ella y vuelvo a ser libre y vuelvo a ser niño y haces que mis ojos dejen de sangrar y haces crecer el milagro dentro de mí y haces que el mundo importe, oh Sara, mi dulce Sara, nunca dejes de venir a ofrecerme la muerte tan amada, a ofrecerme la blanca tez de tu piel y la frágil silueta de tu cuerpo que muerdo y amo.

En ti encomiendo mi espíritu, mi hermosa princesa de la oscuridad. Mi amada Sara, haz de mí lo que quieras, soy tuyo. Dame muerte, dame vida. En tus manos encomiendo mi espíritu. Tú eres quien me da vida y la única con el poder de destruir este sueño de muerte.

jesusmarin73@hotmail.com

Escrito en: cuerpo, sueño, eres, Sara,

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas