“El hombre no debe ser valiente por violencia y necesidad; es preciso que sea bravo únicamente porque es bella cosa el serlo”, escribió el genial filósofo griego Aristóteles, en su monumental obra, Ética a Nicomaco.En un extremo está el cobarde, en el extremo opuesto el temerario, mientras que en el término medio se encuentra el valiente.
La valentía es la virtud más admirada por todos. No se trata de la virtud más noble ni la que refleje los mejores propósitos, pero es la valentía la base de otras grandes virtudes. Hubo santos que fueron asesinados por su fe y que mostraron una gran valentía, así como hay asesinos que también son muy valientes. Pero la valentía de la que hablamos es aquella que está unida a un gran corazón.
El cobarde es pusilánime, carece de valor y de brío; jamás ha habido un cobarde bravo. El temerario es atrevido, imprudente, y se arroja a los peligros sin haberlos considerado previamente, e inclusive, con frecuencia el temerario no siente el miedo que el valiente sí siente pero que supera. Tanto el cobarde como el temerario actúan viciosamente y carecen de virtud. En cambio, el valiente es esforzado, animoso, tiene brío y valor.
Todo valiente es bravo, y además virtuoso, si su valentía va de acuerdo con lo noble y lo justo. Por lo general, el valiente actúa con bravura porque está preparado para hacerlo y porque le asiste la razón. Hay personas cuya valentía es más fuerte que el mismo miedo a la muerte; son personas que permanecen impasibles ante la muerte, y que prefieren morir que ser indignos. Qué poca dignidad de aquellas personas que resisten las humillaciones, el atropello a sus derechos, el engaño y el daño a su honor. La bravura, el coraje, la valentía, son estados del ánimo y del espíritu que jamás se pueden fingir; por eso, cuando el valiente actúa, avasalla todo a su paso.
El fabulista francés, Jean de la Fontaine, dijo que “La verdadera prueba del valor se da a conocer en los peligros palpables”, y es que la valentía no está jamás buscando falsos pretextos para manifestarse. En el corazón de todo valiente justo hay una luz que lo guía a manifestar su valentía solamente en los casos estrictamente necesarios. Una prueba de la valentía es sentir el miedo, pero al final de cuentas lo supera. En el justo y noble, su valentía es más brava y decidida, pues nace de enfrentar problemas donde resulta absolutamente indispensable el enfrentarlos con todos los riesgos que ello implique.
El alevoso, el ventajista, el que engaña, no es valiente; y en cambio, cuando el valiente es bravo en lo justo, su comportamiento es noble, es la expresión de una de las más grandes virtudes del ser humano. Por ello, en estos casos, el valiente crece en el peligro, se “crece al castigo”, como se dice comúnmente. Critilo nos quiere dejar una reflexión de la inteligencia más deslumbrante que ha dado la humanidad; nos referimos a Shakespeare, quien escribió en su obra, Coriolano: “El valor es la más grande de las virtudes, y la que honra más a su poseedor”. Nuestras actuales sociedades de consumo han venido forjando seres humanos cada vez más blandos, indolentes y cobardes ante la vida.
La competencia salvaje, la voracidad de los que más tienen, la avaricia creciente que no conoce de nobleza y de justicia, el desempleo creciente, han hecho del ser humano de nuestros días a mujeres y hombres asustados, acobardados y miedosos ante su existencia. ¡Uno de los bienes más nobles y útiles que se nos puede proporcionar es enseñarnos a vivir la virtud de la valentía, como un poderosísimo instrumento para enfrentarnos con bravura a los problemas de nuestra vida!