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La Revolución Mexicana aún vive

Juan L. Simental

La Revolución es quizá el periodo histórico de México más rico en contrastes, donde, más allá de la visión maniquea de “buenos contra malos” y la simpleza de “ricos contra pobres”, hay hechos detrás de los cuales se esconde la voluntad de hombres que quisieron que las cosas ya no fueran igual.

Y entre ellos, hubo los que “pensaron la Revolución” y dieron destino a los acontecimientos. También están los que sólo se dejaron llevar por la “Bola”, pero unos y otros hicieron la historia: o gestándola o sufriéndola.

Por eso, reducir la Revolución a la perspectiva de una visión única es una tarea ingenua, pues la historia se va tejiendo a través de los actos humanos, de las decisiones y de las consecuencias.

¿Sigue vigente la Revolución?, ¿qué significa ahora para los mexicanos? ¿Hay una conexión entre el presente y la realidad de aquellos hombres que decidieron un cambio? Hoy los mexicanos deben ser capaces de responder y mantener con vida los propósitos que hicieron a otros dejar su casa y su tierra y lanzarse a un destino, quizá incierto, pero que hicieron propio.

Para Enrique Krauze, la Revolución terminó por convertirse en el “gran mito del siglo XX mexicano”, no sólo por la traumática experiencia de sus años de guerra, el atractivo romántico de sus caudillos, el vértigo destructivo que llegó hasta 1940 ó el impulso constructivo que comenzó a apuntar desde 1920, sino por un rasgo específico: su originalidad cultural.

Como la planta de maguey, la Revolución nació y se nutrió de la tierra de México. Para encontrar su rostro no volteó hacia fuera y adelante, sino hacia adentro y hacia atrás.

PORFIRIATO

Para entender la Revolución hay que conocer el Porfiriato, una etapa difícil para muchos y que aún suscita debates entre los estudiosos y las facciones políticas e ideológicas; pero fue una realidad, y de las realidades se ocupa la historia.

Una parte significativa de la gestión presidencial de Porfirio Díaz, la que va de 1884 a 1900, fue extraordinaria por varios motivos, pero sobre todo por tres: promovió el crecimiento económico, defendió los intereses de México (y el territorio) mucho más de lo que pretende la leyenda negra en su contra.

México prosperó respecto al mundo y se integró como nunca antes en la historia. Desarrolló sus fuentes de riqueza con un sentido de diversidad, equilibrio y espíritu de empresa nunca antes visto. Y adquirió, en fin, una conciencia más clara de sí mismo.

El reverso de esta cara sonriente del Porfiriato fue doble: el problema social de la tierra y el retroceso político. El primero no es atribuible a Díaz: fue característico de toda la era liberal. Lo segundo sí es su falla: Porfirio trató a todos los mexicanos como hijos inválidos, como niños fósiles, como pedigüeños eternos. Su permanencia en el poder obstruyó el progreso económico de México.

El Porfiriato no calibró la importancia histórica de la democracia en México y postergó indefinidamente el valor de la libertad hasta que el país se lo reclamó en un solo acto unánime y definitivo: la Revolución Mexicana.

LA HORA

El punto de partida del proceso revolucionario fueron las declaraciones realizadas por el presidente Díaz al periodista estadounidense Creelman en 1908, en las que afirmaba que el pueblo mexicano ya estaba maduro para la democracia, y que él no deseaba continuar en el poder.

Comenzó en el país una intensa actividad política y apareció el libro “La Sucesión Presidencial en 1910”, escrito por Francisco I. Madero. En esta obra, Madero criticaba en forma moderada al régimen porfirista y llamaba a la insurrección general. Logró el apoyo de los campesinos al incluir en el punto tercero algunas propuestas de solución al problema agrario.

También fueron proclamados como bases fundamentales para la vida pública nacional, los principios del “Sufragio Efectivo No Reelección”, afirmando que la lucha democrática del pueblo mexicano debería ser pacífica para hacer triunfar sus principios políticos.

Pero Díaz no respondió a la sugestión de Madero, y éste organizó al Partido Antirreeleccionista e inició su primera campaña electoral para la Presidencia de la República. Ante la popularidad de Madero, Díaz ordenó que lo encarcelaran.

El Presidente volvió a reelegirse y Madero se convenció de que sólo la Revolución podría derrocar al régimen y lanzó el Plan de San Luis Potosí. En éste denunció el fraude electoral y convocó al pueblo a tomar las armas el 20 de noviembre de 1910.

ETAPAS

Propósitos diversos

La Revolución tuvo matices distintos y que deben ser observados de manera particular. Según la mayoría de los historiadores, es posible distinguir las siguientes tres etapas:

-Maderista. Con Francisco I. Madero a la cabeza, fue del 20 de noviembre de 1910 al 22 de febrero de 1913; propuso el Plan de San Luis; su objetivo lo encaminó a poner fin al gobierno de Díaz.

-Constitucionalista. Venustiano Carranza al frente; del 26 de marzo de 1913 al 15 de julio de 1914; propuso el Plan de Guadalupe; el objetivo fue restablecer la legalidad, al poner fin al gobierno de Victoriano Huerta.

-Lucha entre caudillos. Participaron activamente Carranza y Francisco Villa, del 15 de julio de 1914 al 5 de febrero de 1917; se hicieron adiciones al Plan de Guadalupe propuesto por Carranza; el propósito era definir al grupo revolucionario que se quedaría con el poder.

FUENTE: Agencias.

DURANGO

Durango, la Tierra de los Alacranes, fue cuna también de la Revolución. Aquí nacieron hombres que dejaron su huella y que fueron regando su sangre, y, como una respuesta a la proclama maderista o por iniciativa propia, entraron a la lucha.

Hay un documento por demás interesante que da fe del “primer hecho de armas” en Gómez Palacio. El siguiente párrafo está tomado de una copia fiel del original:

Núm. 49 de C. Lerdo el 21 de Noviembre de 1910

Recibido en Durango 48-384 Dgo. H.D. 6:30 p.m. H.R. 6:49

Sr. Juez Distrito –Urgente-

“En la mañana de hoy hubo encuentro a balazos entre maderistas y soldados resultando algunos muertos y heridos. Jefatura no ha consignado caso y se tiene noticia de que no trata de hacer consignación suplico se me diga practicó o no averiguación”.

El Juez Primero de Letras –Inocencio Leal se recibió a las siete de la noche de su fecha y se dio luego cuenta conste. Nava

(“La Revolución en Gómez Palacio Dgo.”; UJED, Archivo Histórico del Estado de Durango).

Además de éste, hay innumerables textos que dan cuenta de lo que sucedió en el estado. En uno de ellos (“It Is Mostly History, Now: Military Aspects of the Maderista Insurgency in Cuencamé, Durango, México, 1910-1911”; Thomas Fairbairn, Hacienda de las Cruces, Durango; diciembre 1 de 1910) se narra el siguiente suceso:

“... Carentes en absoluto de organización militar, los tres o cuatro mil hombres formaron en columna de dos en fondo (...) empuñando cada soldado su arma de combate, con las que se hubiera podido formar interesante museo, pues eran rifles, escopetas y pistolas de todas marcas, de todos calibres y de todas las épocas, y los que no portaban armas de fuego, empuñaban algún machete, puñal, lanza o cuando menos, un moral con bombas de dinamita.

“... cada soldado iba cargado de medallas, reliquias, escapularios e imágenes de los santos de su devoción, en cuadros o retablos, colocados sobre el pecho o atados al sombrero, con gran peligro para el devoto campesino, a pesar de la potencia milagrosa de la imagen, pues daba seguro blanco para los disparos del enemigo”. Pastor Rouaix, mayo de 1911.

NOTABLES

Ellos nacieron aquí

Siempre se dijo: “Para lanzarse a la Bola hay que tener pantalones”, y estos ilustres duranguenses demostraron tenerlos:

-Gral. Domingo Arrieta León

Nació el 4 de agosto de 1874 en el rancho de Vascongil, perteneciente al municipio durangueño de Canelas, siendo sus padres el Sr. Teófilo Arrieta y la Sra. Soledad León de Arrieta.

En su juventud se dedicó a la arriería y a los trabajos mineros, por lo que fue testigo de las injusticias que sufrían los jornaleros de parte de sus patrones, así como de la explotación de que eran objetos los trabajadores. (...) El 20 de noviembre de 1910, en compañía de sus hermanos Mariano, Andrés, Eduardo y José, se levantó en armas en su pueblo natal, a favor del Plan de San Luis y en contra del gobierno que presidía Porfirio Díaz.

“Gral. Domingo Arrieta. Ningún revolucionario fue tan popular como este militar, que por su sencillez, su integridad y conducta democrática se captó el cariño del pueblo y aun la estimación del enemigo de la Revolución”.

Everardo Gámiz Olivas

-Calixto Contreras Espinoza

Nació en San Pedro de Ocuila, Cuencamé, el día 18 de octubre de 1867, sus padres fueron Valentín Contreras y Refugio Espinosa de Contreras.

Su ocupación habitual fue el cultivo de la tierra, en su juventud fue correo entre el pueblo de San Pedro de Ocuila y Cuencamé. Una de las Legislaturas del Congreso del Estado, en reconocimiento a su calidad de precursor de la Revolución en Durango, dispuso que se escribiera el nombre de Calixto Contreras con letras doradas, en el recinto.

-Severino Ceniceros

Uno de los iniciadores de la Revolución en el estado. Nació en Cuencamé en el año de 1880. Fue hombre de aguda inteligencia, sereno y autodidacta. Trabajó en el Juzgado del lugar y fue reconocido en la región como persona instruida y defensora de los débiles.

Decía él: “El hecho de trabajar en el juzgado de empleado, me permitió conocer cómo se negaba la justicia a los pobres y se favorecía a los poderosos aunque no tuvieran razón”.

-Francisco Villa

Nació en La Coyotada, en San Juan del Río, Durango, en 1878. Huérfano desde la adolescencia, fue leñador, agricultor y comerciante.

En 1894, él y sus hermanos llegaron a trabajar como medieros en la hacienda de la familia López Negrete, donde uno de los dueños abusó de su hermana Martina; Villa hirió a su patrón, por lo que tuvo que esconderse, cambiando su nombre original de Doroteo Arango por el de Pancho Villa.

Se lanzó a la Revolución en 1910. Fue ascendido a general brigadier por Huerta, quien luego lo acusó de insubordinación y ordenó su fusilamiento. Madero le condonó la pena por cárcel. Villa escapó de la cárcel militar y se integró a la lucha contra Huerta.

En septiembre de 1913 quedó constituida en Ciudad Juárez la División del Norte; fue llamado el “Centauro del Norte”.

FUENTE: Agencias.

LA ADELITA

La “Adelita” es uno de los temas recurrentes en el bagaje de la Revolución, y diversos “expertos” sobre el asunto han hablado al respecto. Sin embargo, con pruebas documentales de por medio, se ha descubierto lo siguiente:

El general Domingo Arrieta lo dijo: “Nunca hubo ‘Adelita’. El director de la banda de música de mi división, Julián S. Reyes, recogió el canto en la sierra de Durango, cuando íbamos para Sinaloa. Al regreso hizo la instrumentación y tocó la música: gustó tanto, que a poco la cantaban por todas partes. Ésta es la verdad”, dijo el distinguido general revolucionario.

Para comprobar la información, el columnista Jacobo Dalevuelta comenzó la búsqueda de Julián S. Reyes, quien en ese año (1949) vivía en El Salto, Dgo. Este fue el testimonio que recogió (se respeta la redacción original):

“... La Adelita fue una canción costeña al parecer se dijo que era composición de un minero, y yo, como director de la banda de música de la tercera brigada al mando de mi general Mariano Arrieta y perteneciente a la división de mi general de división, C. General Domingo Arrieta, fuimos a la toma de Culiacán, en el año de 1913, por el mes de septiembre, y en el trayecto, o sea en nuestra estancia en Culiacán, un músico amigo mío, de nombre Amézcua, me silbó la tonadita de la encantadora ‘Adelita’ y yo la escribí y la instrumenté para tocarla en mi banda...

“El llegar el día 11 de diciembre de 1913, al día siguiente, doce, me ordenó mi general Mariano Arrieta que tenía que ir con la banda a tocar al Santuario de la Virgen de Guadalupe una audición en acción de gracias por haber regresado con felicidad. Entonces, por primera vez en Durango, se tocó la ‘Adelita’ (...) En las tropas arrietistas se llegó al grado de llamarnos ‘Los Adelitos’...

“Todo es fantasía, no existió ‘Adelita’ (...) es un bello mito de la Revolución, que hay que conservar como un brote de arte de las inquietas huestes libertarias de 1913. Hay que mantener vivo ese mito, como tantos otros que en la escuela nos enseñaron, cuando niños, como verdades históricas”.

Jacobo Dalevuelta (1949)

LITERATURA

La Revolución Mexicana fue el argumento central de obras literarias magistrales que retrataron la realidad nacional, a través de los ojos de la gente sencilla del campo y de aquellos que miraron desde adentro a la primera revolución del siglo XX.

Hay tres escritos fundamentales para meterse en la vida de quienes hicieron la Revolución, la gozaron y la padecieron: “Los de Abajo”, de Mariano Azuela; “El Llano en Llamas”, de Juan Rulfo, y “Cartucho”, de la duranguense Nellie Campobello.

Afirma Jorge Aguilar Mora: “‘Cien Años de Soledad’ no hubiera sido posible sin ‘Pedro Páramo’ y ‘Pedro Páramo’ no hubiera sido posible sin ‘Cartucho’”. A continuación una muestra:

Cuatro Soldados sin 30-30

Y pasaba todos los días, flaco, mal vestido, era un soldado. Se hizo mi amigo porque un día nuestras sonrisas fueron iguales. Le enseñé mis muñecas, él sonreía, había hambre en su risa, yo pensé que si le regalaba unas gorditas de harina haría muy bien. Al otro día, cuando él pasaba al cerro, le ofrecí las gordas; su cuerpo flaco sonrió y sus labios pálidos se elasticaron con un “yo me llamo Rafael, soy trompeta del cerro de La Iguana”. Apretó la servilleta contra su estómago helado y se fue; parecía por detrás un espantapájaros; me dio risa y pensé que llevaba los pantalones de un muerto.

Hubo un combate de tres días en Parral; se combatía mucho.

“Traen un muerto –dijeron-, el único que hubo en el cerro de La Iguana”. En una camilla de ramas de álamo pasó frente a mi casa; lo llevaban cuatro soldados. Me quedé sin voz, con los ojos abiertos abiertos, sufrí tanto, se lo llevaban, tenía unos balazos, vi su pantalón, hoy sí era el de un muerto.

RELACIONADA / SOLDADERAS

Mujeres de valor

Sin las soldaderas “no hay Revolución Mexicana: ellas la mantuvieron viva y fecunda, como a la tierra. (...) Sin las soldaderas, los hombres llevados de leva hubieran desertado”.

Elena Poniatowska, en su libro “Las Soldaderas”, hace justicia a esas mujeres que llevaron la peor parte de la Revolución: las vivanderas, comideras, chimiscoleras, juanas, cucarachas, argüenderas, mitoteras, busconas, pelonas y huachas, entre muchos de los términos que se les asignaron.

Con un destino menos ideal del que se canta en los corridos, las valentinas “con sus enaguas de percal, sus blusas blancas, sus caritas lavadas, su mirada baja, para que no se les vea la vergüenza en los ojos (...) paradas o sentadas junto a su hombre, nada tienen que ver con la grandeza de los poderosos. Al contrario, son la imagen misma de la debilidad y de la resistencia. Su pequeñez, como la de los indígenas, les permite sobrevivir”.

LA TAREA

Daniel Cosío Villegas afirmó en 1947 algo que debiera motivar la reflexión personal: la Revolución había muerto, dijo, y es una tesis que otros han seguido repitiendo; hoy, ¿la Revolución ha muerto?

Afirmar que ese parteaguas de la historia nacional es sólo el conjunto de las muchas escaramuzas armadas que costaron cerca de dos millones de vidas, es cercenar de tajo el espíritu de los que se fueron a la sierra a echar balas y a dejar su vida, para que la de otros fuera más justa.

Dejar atrás la Revolución es como negar la infancia, en la que se aprende y se madura. No es la intención proponer su culto, sino sólo tener presente que en 1910 hombres de carne y sueños, con aciertos y errores, heroicos y ruines, sembraron una semilla cuyo fruto pleno aún está pendiente.

Ésa es la tarea ahora: reconocer los adeudos y completar, a través de las leyes, la transformación de este México que merece una mejor suerte.

Escrito en: Revolución, pueblo, general, (...)

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