Los que lo conocieron, como el comandante Enrique Castaños Salazar y el licenciado en Criminología Jorge Roberto Magallanes Martínez, dicen que era de Nombre de Dios, Dgo., de estatura baja, complexión regular tirándole a llenito, serio, formal, chapeteado; que su sonrisa franca destellaba el brillo de los casquillos de oro de sus dientes, que usaba un gorro tipo detective, lentes oscuros y que siempre cargaba un maletín. Dicen también que muy dado a degustar un sabroso caldo de res en las fondas del Mercado Gómez Palacio y experto catador de mezcal como buen nativo de la Villa de Nombre de Dios.
No tuve el gusto de conocerlo personalmente, sino a través de la página roja de los periódicos, en la que su nombre salía diariamente relacionado con la prueba de la parafina: "según la prueba de la parafina practicada por Lauro Orozco...". En realidad su labor en el Laboratorio de Criminalística de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Durango, iba mucho más allá de la prueba de la parafina, sólo que su personalidad, en virtud de la prensa, estuvo más ligada a ésta prueba que a cualquier otra, por eso también el título de estas líneas que tienen como finalidad recordar su existir y su bregar.
Don Lauro, por varios años, estuvo al frente del Laboratorio de Criminalística, que dependía directamente de la Policía Judicial del Estado. Allí se tomaban fotografías de los delincuentes para formar un archivo necesario de toda necesidad, se tomaba la media filiación, se hacían tomas fotográficas de la escena del crimen y se relacionaba la criminalística con la investigación de campo, todo ello bajo su hábil dirección.
En los delitos cometidos con arma de fuego, como pueden ser homicidio o lesiones, es de suma importancia despejar la incógnita sobre quién hizo el disparo o disparos, máxime en los casos de homicidio en los que no se cuenta con testigos.
Partiendo del supuesto de que la mano que dispara un arma de fuego queda maculada con derivados nitrados, así como con partículas resultantes de la deflagración de la pólvora, tales como bario, plomo, antimonio y cobre, la técnica llamada prueba de la parafina, mediante la aplicación de la parafina en las manos y los reactivos respectivos, busca identificar químicamente los derivados nitrados como consecuencia de la deflagración de la pólvora que maculó la mano disparadora del arma de fuego.
Esta prueba, recomendada desde 1922, en la Revista de Medicina Legal de Cuba, por el doctor José A. Fernández Benítez, fue introducida en nuestro país hasta el año de 1931, por Teodoro González Miranda, en el Laboratorio de Identificación Criminal de México.
En Durango, más tarde sería introducida por don Lauro Orozco, quien posiblemente de estudios formales no tuviera más que los de primaria, pero que suplía esa carencia con inquietud y vocación autodidacta, que 1o llevaron a hacer estudios por correspondencia en México, Estados Unidos y Argentina, lo mismo que a hacerse de una literatura bastante respetable de criminalística, así como a asistir a algunos cursos de la materia.
Gracias al criminólogo Jorge Roberto Magallanes, me es posible reconstruir el procedimiento empleado por don Lauro en la aplicación de la prueba de la parafina.
La preparaba don Lauro en el sótano del edificio de la Policía Judicial del Estado, aquel edificio de cantera rosa de la calle Aquiles Serdán. Para el efecto, conectaba una parrilla eléctrica, una vez prendida, sacaba de una bolsa varios trozos de parafina colocándolos en una vasija de regular tamaño, acomodándola en la parrilla para que la parafina se derritiera. Derretida la parafina, calculando la temperatura adecuada, aplicaba en ambas manos del sospechoso, por aquello de que fuera zurdo, una capa delgada de parafina en la parte dorsal y palmar. Luego, encima colocaba gasas y enseguida una capa más gruesa de parafina, que dejaba reposar durante quince o veinte minutos, después la retiraba cuidadosamente y la etiquetaba para posteriormente utilizar los reactivos. Si aparecían puntos rojos, la prueba de la parafina era positiva; si no, negativa.
Como anécdota, cabe agregar que algunos sospechosos no se escaparon de resultar con algunas quemaduras por la alta temperatura de la parafina. Para los que en realidad eran culpables eran gajes del oficio; para los inocentes no pasaba de ser un accidente quemante en sus vidas.
Como siempre ocurre, dado el constante progreso de la humanidad, la prueba de la parafina devino en desuso, a partir de que acuciosos estudios determinaron que comparados los moldes de manos de personas que habían disparado armas de fuego con los moldes de personas que no lo habían hecho, no se observaba ninguna distinción significativa, y fue sustituida por la prueba del radizonato de sodio, que es la que actualmente se usa y que se basa fundamentalmente en la reacción del plomo con el radisonato, prueba ésta que también tiene sus "asegunes" pero que resulta más confiable que la de la parafina, según dicen los expertos.
Sea como sea, don Lauro y la prueba de la parafina cubrieron toda una etapa en la investigación criminalística de Durango, que pudiera calificarse de moderna, habida cuenta de que don Lauro logró montar un laboratorio que ya aplicaba técnicas bastantes aceptables de dactiloscopía, balística y química, así como todo un archivo bastante aceptable de delincuentes especializados en la comisión de distintos delitos, que pudiera decirse era a nivel nacional, lo que mucho ayudó para la investigación policial, por lo que estimo muy bien puede considerársele pionero de la investigación criminalística en Durango.
Así que si algún día el Laboratorio de Criminalística o su equivalente lleva un nombre, y si hay justicia en este mundo, ese nombre no puede ser otro que e1 de Laboratorio de Criminalística "Lauro Orozco", Dije.