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El cerro de plata

Javier Guerrero Romero

Para Mayela del Carmen

Llegar a Sombrerete, Zacatecas, es hacer un viaje a un pasado de nobleza, a una tierra agreste, que sólo con el trabajo y el tesón de los hombres se transformó en tierra de riqueza y esplendor.

Aun cuando se conservan importantes obras arquitectónicas del Porfiriato, Sombrerete se atesora como una población de un sabor colonial auténtico, con sus calles empedradas, sus callejones serpenteantes, sus arcadas y portales exteriores.

Es un pueblo de roja tierra, colorada, ceñida por crestones minerales que sobresalen invitando a descubrir las riquezas que guarda en su interior. Pueblo de afanes, de sueños, de glorias, de vida intensa, de pasado glorioso; tierra de leyendas, de historia por contar, de historias para contar. Así es Sombrerete, un pueblo con venas de plata y corazón de oro.

PRIMEROS TIEMPOS

En 1555, los avances de las exploraciones españolas al norte de las ricas vetas de Zacatecas llevaron a los conquistadores iberos a una de las tierras más ricas que jamás habrían soñado.

Los peculiares colores verdosos de los peñones, que encontraron al pie de una pequeña serranía, invitaron a los exploradores a buscar en esa región vetas minerales de plata, cobre y oro. El descubrimiento fue realizado por Juan de Tolosa y Francisco de Ibarra, quienes dirigían la expedición desde Zacatecas, que se atribuye también a Marín Pérez y a Juan Bautista de Llerena.

En esta fecha se estableció la primera población: Concepción de Sombrerete. Pronto, gracias a los ricos minerales encontrados, empezó a tener un crecimiento notorio, incluso, para 1570 cuando la población de españoles y criollos superó los 200 habitantes, recibió el título de Villa de Llerena, en reconocimiento a uno de sus fundadores.

Como todos los pueblos españoles del siglo XVI, Sombrerete se fundó apartando la población de los indios en un asentamiento inmediato y contiguo. Así, el primitivo pueblo de Concepción de Sombrerete fue separado de la Villa de Llerena por el Arroyo del Diezmo, que cruza toda la población a lo largo de la cañada.

Para atender el pueblo de indios, los misioneros franciscanos fundaron el convento de San Mateo, mientras que en la población de los conquistadores se estableció la capilla a San Juan Bautista.

FIN DE LA BONANZA

Hacia 1580 se construyó un presidio para alojar al destacamento del Ejército español, para proteger a las minas y sus habitantes. Según la tradición, restos de la edificación se conservan en la Cárcel Municipal actual.

La primera bonanza se prologó casi por medio siglo, pero pronto las minas se agotaron; en otras se dificultó su explotación debido a la inseguridad de las tierras por el azote permanente que se vivía por los indígenas nativos, que permanentemente asolaban las haciendas mineras, lo que hizo a muchas ir a la ruina.

En 1603 vivían en la población unos 30 españoles y las minas estaban en franca decadencia, pero sobrevivieron gracias al trabajo y a los misioneros franciscanos, que continuaron en su labor doctrinal con los indígenas.

ESPLENDOR Y OCASO

A mediados del siglo XVII, los mineros de origen ibero Francisco Costilla, Matías Carrasquillo y José de la Peña Durán descubrieron la mina El Pabellón, que tuvo pronto una gran prosperidad, rivalizando con las minas más importantes de Zacatecas.

El Pabellón proveyó plata de tal manera a la Corona, que incluso los reyes autorizaron y ordenaron el establecimiento en Sombrerete de una Real Caja en 1681.

La población se recuperó pronto, españoles, criollos y mestizos se trasladaron para hacer fortuna en las ricas vetas descubiertas. El crecimiento fue tan desmedido que algunos cronistas señalan cómo se tuvieron que edificar casas incluso en los cerros.

La bonanza permitió que se reconstruyera toda la población, que resurgiera del abandono casi total en que había quedado. Entonces los mineros, en agradecimiento, mandaron construir altares en los templos o reedificaron los ya existentes y levantaron otros más.

El templo de la Santa Veracruz es de esta época, así como el convento y la iglesia de Santo Domingo, erigido en la última década del siglo XVII. La iglesia actual de San Francisco y la capital de la Tercera Orden son del siglo XVIII; la portería del convento de San Mateo, levantada a fines del siglo XVII, es testigo de la riqueza de los benefactores del siglo anterior.

A fines del mismo siglo XVII, de nueva cuenta decayó la actividad minera, la baja producción de los minerales se agudizó con una prolongada sequía y el surgimiento de epidemias, agravadas con los ataques repetidos de los indios.

PLATA Y ORO

Hacia fines de la década de los treinta del siglo XVIII resurgió de nuevo la producción minera en gran escala, impulsada primero por Manuel Gionesio, dueño de varias minas de la región.

Unos años después, don Fernando de la Campa y Cos, caballero de la Orden de Alcántara y primer conde de San Mateo de Valparaíso, favoreció el desarrollo minero, con el descubrimiento y explotación de nuevas vetas de gran riqueza. De la Campa y Cos, gran benefactor de la población, dio a Sombrerete el impulso para que alcanzara la estabilidad económica indispensable para mantener su crecimiento.

Una vez pacificados los indígenas y generado cierto equilibrio en la producción minera de los socavones, Sombrerete se consolidó como una de las poblaciones mineras más ricas de la Nueva España.

La riqueza alcanzada por los mineros de Sombrerete se reflejó de inmediato en la arquitectura y urbanismo de la población. Pronto se realizaron grandes y majestuosas residencias para los principales mineros, comerciantes y sus familias, las iglesias se remodelaron y se labraron preciosos retablos de cantera en sus exteriores, como el de San Francisco, el de Nuestra Señora de la Soledad o el de Santo Domingo, que muestran el esplendor y maestría de los artesanos de esta tierra.

TRADICIONES Y LEYENDAS

-La maldición de Sombrerete. En sus crónicas de la Provincia de San Francisco, el padre Domingo de Arlegüi incluyó un relato atribuido a fray Diego Ordóñez, quien, en 1587, cuando se iniciaba el desarrollo del mineral de Sombrerete, vaticinó que se arruinaría “dentro de breve tiempo la villa de Sombrerete, y llegaría a lastimoso y miserable estado, sin que quede en ella sino el pobre convento de San Francisco y algunos miserables vecinos, que por sus muchas necesidades no podrán salir de ella”. Esta profecía se cumplió unos años más tarde, cuando a fines del mismo siglo XVI entró en el ocaso el mineral y sólo unos cuantos vecinos lo habitaban para 1605. Años después lograron vencer la adversidad; no obstante, a esta profecía se atribuyeron las diversas decadencias que sufrió el mineral durante la Colonia.

-El mineral de San Martín de la Noria. En las cercanías de Sombrerete se localiza uno de los minerales más ricos de la región, que contribuyó a la prosperidad de la población. Según la tradición, los exploradores españoles en los primeros siglos de la Conquista localizaron en San Martín de la Noria algunas vetas de oro y plata de poca monta, por lo que se avecindaron en el lugar. El descubrimiento de la gran veta que dio fama al mineral, dice la leyenda, fue cuando un fugitivo se escondió en el monte y para protegerse del frío encendió una fogata, que al salirse de control provocó un colosal incendio en las faldas del cerro del Papantón. Al día siguiente, cuando los vecinos acudieron al sitio, descubrieron entre las rocas calcinadas infinidad de hilos de plata fundida. Dándose así el descubrimiento del famosísimo mineral.

RECORRIDO

Adónde ir

Cuando visite Sombrerete, incluya los siguientes lugares en su recorrido:

-Parroquia de San Juan Bautista. Templo sobrio, recio, que se distingue por su portada de cantera rosa realizada posiblemente en el siglo XVIII, decorada con numerosos símbolos marianos. Tiene dos pequeñas capillas laterales de gran belleza y una grande dedicada a la Virgen de Fátima de estilo Neogótico, cuya construcción se inició hacia 1888 y fue concluida 65 años después. En el interior podrá conocer la pila bautismal de fines del siglo XVII, en la que recibió el sacramento del Bautismo San Manuel Morales.

-Convento de San Mateo. Es una de las construcciones más antiguas de la población. Su edificación se inició en el siglo XVI y el vestigio más remoto es la portería, puesto que tanto la iglesia como la capilla de la Tercera Orden fueron levantadas en el siglo XVIII. El templo de San Francisco conserva una portada barroca de gran belleza. En su interior, la capilla de Guadalupe se distingue por su espléndido retablo barroco. La capilla de la Tercera Orden, a un costado, es una construcción elíptica entre las más raras del país.

-Templo de Santo Domingo. En 1682 se fundó el único convento de los dominicos en la Nueva Vizcaya, y fue justamente en el mineral de Sombrerete. Su construcción fue lenta en los primeros años, pero gracias al Conde de San Mateo de Valparaíso se reactivó en el primer tercio del siglo XVIII; fue concluido hasta fines de ese mismo siglo. En su interior se conserva una de las más espléndidas colecciones pictóricas de la región.

-Templo de Nuestra Señora de la Soledad. Construido en la primera mitad del siglo XVIII, en la portada de cantera blanca, con una fina talla barroca, se puede apreciar la fecha de conclusión de la obra (1740), aunque por la inscripción de un gran lienzo de escenas de la Pasión sabemos que se dedicó solemnemente el 24 de marzo de 1754.

-Templo de la Santa Veracruz. Construido en el siglo XVII, antes de 1684, cuando se autorizó la edificación del altar de San Cayetano que ya no existe, tiene un singular techo de artesonado en madera que recuerda a las antiguas construcciones franciscanas de Tlaxcala. El piso está conformado en su totalidad de tumbas, debidamente numeradas y ordenadas, incluso en algunas se puede apreciar diversas inscripciones. Destaca su hermoso retablo de madera laminado en hoja de oro.

-Portales. Los portales son una invitación a caminar por la calle Real, por las callejuelas y callejones, para descubrir el esplendor de la villa, con los interesantes y fascinantes detalles de su arquitectura.

-Casa de Edison. Según la tradición, la casa que se ubica en la pequeña plazoleta de Benito Juárez, junto a la Parroquia de San Juan Bautista, fue la casa en que vivió el genial inventor Thomas Alba Edison.

FUENTE: Investigación de Javier Guerrero Romero.

RECOMENDACIONES

Tenga en cuenta

Al visitar la población es preferible hacerlo caminando. Esto le permitirá descubrir los innumerables rincones y detalles de su arquitectura. Use ropa y zapatos cómodos.

Para dormir, en la población existen diversos sitios de hospedaje para todos los bolsillos, cómodos y limpios.

Para comer, no deje de probar las comidas populares de Zacatecas: el tradicional asado de boda, cocinado con carne de puerco y chile rojo; las “brujas de Sombrerete”, una especie de pequeñas empanadas fritas de maíz y chile ancho rellenas de frijoles, carne deshebrada o rajas con queso, servidas calientes; acompáñelas con salsa.

PARA MUY OBSERVADORES

-Arroyo del Diezmo. De este arroyo, que dividió la población en la Colonia, aún son difíciles de descubrir los antiguos puentes. Desde el interior de algunas casas podrá encontrar estos bellos puentes coloniales.

-Sombreretillo. El capitán Juan de Tolosa, con todas las solemnidades de rigor, le puso por nombre Real de Sombrerete a causa del cerro llamado Sombreretillo, por la semejanza que tiene su figura con la de los sombreros que usaban entonces los españoles.

-Tumba del Conde de Valparaíso. En el camarín del Templo de Santo Domingo, atrás del altar mayor, podrá descubrir la cripta de don Fernando de la Campa y Cos, quien falleció en 1742 y fue trasladado a este lugar hasta 1785, cuando estuvo concluido el templo.

-Para llegar desde Durango. Tome la carretera federal número 45 con destino a Zacatecas, ésta lo llevará a Sombrerete, en el kilómetro 118.

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¿SABÍAS QUE...?

... De 1811 a 1812 funcionó en Sombrerete la Casa de Moneda Provisional, donde se acuñaron las monedas “Emisión Vargas”, que el señor José Ma. Vargas Machuca acuñaba con su apellido.

Escrito en: siglo, población, Sombrerete, gran

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