María Elvira Bermúdez Natera
Quien mejor ha trabajado el cuento y la novela policial en México, es sin duda María Elvira Bermúdez, nacida para nuestro orgullo en la ciudad de Durango, el 27 de noviembre de 1912, aunque algunos consignan como año de su nacimiento el de 1916.
Por necesidades de trabajo sus padres hubieron de trasladarse a la Ciudad de México al año siguiente de su nacimiento, por lo que María Elvira realizó todos sus estudios en la gran urbe, hasta rematarlos recibiéndose de abogada en la Escuela Libre de Derecho en 1939.
Según parece es en el año de 1941 cuando inicia su brillante trayectoria de crítica literaria en el diario "El Nacional" y es en el año de 1945 cuando encamina sus pasos por lo que sería la pasión de su vida: el género policial. Digo policial, prefiero el término policial, porque policiaco siempre me ha parecido peyorativo, es decir despectivo.
México debe a María Elvira Bermúdez, además de sus cuentos y novelas policiales, unas de las primeras reflexiones hechas con fervor y hondura sobre el valor estético de la literatura policial, así lo demuestra fehacientemente en su estudio previo a la selección que hace en "Los mejores cuentos policiacos mexicanos".
No se crea que en México sólo escritores menores se han ocupado del género policial, porque en alguna medida lo han hecho escritores de la talla de José Revueltas, Rubén Salazar Mallén, Rodolfo Usigli, Edmundo Valadés, José Martínez de la Vega, José Emilio Pacheco, Vicente Leñero, Paco Ignacio Taibo II y Rafael Ramírez Heredia.
Además, escritores bastante serios y renombrados como Alberto Bonifaz Nuño y Henrique González Casanova, se han encargado de reflexionar sobre el género policial y sus autores.
Humberto Musacchio, en su Diccionario Enciclopédico de México, publicado en nuestro país en el año de 1999, en la ficha biográfica dedicada a María Elvira Bermúdez, dice que ha preparado y prologado las antologías "Los mejores cuentos policiacos mexicanos" (1955), "Cuentos fantásticos mexicanos" (1963) y "Narrativa mexicana revolucionaria" (1974). Dice también que es autora de ensayos sociales como "La vida familiar del mexicano" (1955) y "La familia" (1962). Menciona también como de su autoría los cuentos: "Alegoría presuntuosa" (1971), "Cuentos herejes" (1984), "Detente sombra" (1985), "Muerte a la zaga" (1985) y "Encono de hormigas" (1987). Se refiere también a la novela "Diferentes razones tiene la muerte".
Al anterior listado pueden agregarse: el cuento "Así es morir", el ensayo "A la vuelta de cinco lustros" en el que analiza los cuentos de varios autores mexicanos y también los ensayos "Muestreo de otros países", "Literatura policíaca cubana" y "Cómo ha sido leída Agatha Christie".
Es igualmente prologuista excepcional, así lo demuestran los prólogos y notas preliminares que escribió a "De la Tierra a la Luna" y "Alrededor de la Luna", "Veinte mil leguas de viaje submarino"; "Viaje al centro de la Tierra", "El doctor Ox Maese Zacarias", "Un drama en los aires"; "La isla misteriosa", "Miguel Strogoft", "Cinco semanas en globo", "Un capitán de quince años", "Dos años de vacaciones" y "Los hijos del Capitán Grant"; todas ellas novelas de Julio Verne. Su maestría se despliega lo mismo en los prólogos y notas preliminares de "Sandokan, La mujer del pirata"; "Los piratas de la Malasia", "Los estranguladores"; "Los dos rivales", "Los tigres de la Malasia", "El rey del mar", "La reconquista de Mompracem"; "El falso Bracmán", "La caída de un imperio"; "En los junglares de la India", "El desquite de Yánez"; "El capitán Tormenta", "El león de Damasco" y "El corsario negro", "La venganza"; todas ellas novelas de Salgari. Lo mismo que en el prólogo que escribe en la tierna obra "Corazón: diario de un niño", de Edmundo de Amicis, en el que demuestra un amplio conocimiento de la literatura infantil universal.
Por cierto, que algún comentarista pretendiendo halagarla tuvo el mal gusto de llamarla la Agatha Christie de las letras mexicanas, olvidando o ignorando que por más halagüeña que parezca una comparación, no deja de ser odiosa. Agatha Christie es Agatha Christie y María Elvira Bermúdez es María Elvira Bermúdez, cada una con su personalidad, cada una con su estilo. Agatha Christie con su detective Hércules Poirot y María Elvira Bermúdez con su detective H. Zozaya, por cierto ambos detectives de tipo intelectual. Puede afirmarse sin lugar a dudas que María Elvira Bermúdez no es la Agatha Christie de las letras mexicanas, sino la María Elvira Bermúdez de las letras mexicanas, lo que es distinto además de verdadero.
Los abogados tienen una inclinación natural a las letras, más todavía cuando no había sido fundada la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Más aún, puede decirse que esta inclinación literaria es universal, pues en el ámbito internacional se encuentran muchos escritores abogados, puede ponerse como ejemplo el caso de Julio Veroe, quien se recibió de abogado y fue uno de los más prolíficos y sorprendentes escritores. En el plano interior son tantos los casos que sería prolijo mencionarlos, baste con traer a colación a Jaime Torres Bodet y a Agustín Yañez.
Tratándose de María Elvira Bermúdez, como otros ilustres abogados, supo y pudo combinar el Derecho con la literatura, pues sintiendo vocación por este bello arte de la palabra, de 1931 a 1970 prestó sus servicios en el Poder Judicial Federal, primero como defensora de oficio y después como actuaria de la Suprema Corte de Justicia. Por cierto que los primeros cinco años de su desempeño como defensora de oficio, los pasó aquí en su tierra natal, como adscrita al Juzgado de Distrito. Su labor en el servicio público la ejerció también como subdirectora de Muestreo Estadístico de la Secretaría de Industria y Comercio y maestra de enseñanzas especiales en la Secretaría de Educación Pública.
Sus estudios jurídicos le sirvieron también indudablemente para su creación literaria en el género policial, toda vez que en la carrera de Derecho se llevan materias tales como Derecho Penal y Criminología, en las que se estudia al delito, la pena y al delincuente y se examina el pensamiento clave de pensadores del tamaño de Lombroso, Ferri, Garófalo y Beccaria, por eso opina que sería estupendo que se desarrollara la novela criminológica en
todas sus infinitas y bellas posibilidades y no la novela derivada de la pura acción y del puro sexo, pues ésta es la decadencia de la novela policial.
Por eso también opina con suficiencia, que no todos los que se desarrollan en un ambiente de miseria son delincuentes, y que por otra parte personas que se desenvuelven en medios favorables en todos sentidos, llegan a ser delincuentes, esto es, que en el delito no sólo influyen factores sociales como la miseria, pues si bien es natural que el ser humano sea influido por el ambiente en que se desarrolla, no lo es tanto que anule su libertad para optar entre el bien y el mal que es el delito.
María Elvira Bermúdez Natera fallece en la Ciudad de México en el año de 1988, siendo miembro de la Asociación de Escritores de México, de la Comunidad Iberoamericana de Escritores y del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.
Su hija, Beatriz Barretero Bermúdez, aunque no en el género policial, heredó sus inquietudes literarias, siendo una distinguida colaboradora de México en la Cultura, La Cultura en México, Revista Mexicana de Cultura, El Nacional y El Día; y además autora de algunos ensayos y biografías como Desnutrición del mexicano, De médicos, Trece directores del cine mexicano, La historia de las prisiones en México, Rosario Castellanos, Ángela Peralta y Tierra adentro. Agrega Musacchio, en su obra mencionada, que también incursionó en la entrevista con Hablan catorce gobernadores.
El nombre de Beatriz Barretero Bermúdez tal vez no diga nada a quienes fueron lectores de ella. La razón es que para escribir y publicar adoptó el nombre de Beatriz Reyes Nevares, tomando los dos apellidos de su esposo el señor licenciado Salvador Reyes Nevares, quien por cierto también fue escritor de relieve y era originario de Durango.
Gran trabajadora del misterio María Elvira Bermúdez Natera, su vida sigue siendo en cierta medida un misterio para los durangueños, dado que se desenvolvió principalmente en la capital de la República; espero que esta semblanza de su vida y de su obra contribuya en algo a develarlo, porque en ella se tiene uno más de los valores durangueños.