La avellana, ese fruto de pericarpio leñoso y simiente oleosa, ya era conocida y apreciada por los celtas, que vieron en ella el símbolo de la sabiduría y de la inspiración poética.
Así se pone de manifiesto en una antigua leyenda que relata la existencia de un lugar, junto a un lago sagrado, donde crecían unos enormes avellanos que, de vez en cuando, dejaban caer sus frutos al agua. Los salmones que habitaban aquellas aguas, acudían al lugar y devoraban los frutos, absorbiendo así su sabiduría; desde entonces, los salmones fueron también venerados por los celtas.
También el árbol del avellano era sagrado para las sacerdotisas. Con su madera construían los báculos que usaban en sus rituales, así como los cayados, tanto de peregrino como de pastor, que les proporcionaban la mejor guía y sostén en sus respectivas tareas.
Origen del fruto
Los anglosajones llamaban a la avellana haesel knut (y de ahí hazle-nut, su nombre en inglés moderno), y la asociaron también a sus celebraciones y festividades, como la del Día de San Filiberto (20 de agosto, de cuyo nombre deriva filbert, palabra con la que también se conoce a la avellana).
En las culturas nórdicas la avellana se asociaba a Thor, pero en la mitología grecorromana se relacionó, en múltiples ocasiones, con Mercurio y Diana.
En algunos cultos mágicos se utilizaba la avellana como talismán para obtener sabiduría, fertilidad, protección o, simplemente, suerte, aunque se le atribuían también propiedades curativas contra la fiebre, la diarrea o el exceso de flujo menstrual.
Según la superstición popular, unas ramitas de avellano colocadas sobre la ventana protegen contra los relámpagos, y si se llevan consigo durante una travesía en barco evitan tempestades y naufragios.
El personaje del día
Hazel, que es el hada de la avellana, es de melenita morena y es aplastada por un curioso casquete leñoso, fuerte y resistente, hecho con un pedazo de cáscara de avellana muy singular y cortado en puntas, que se confunden graciosamente con las ondas de cabello de hada.
Las formas del cuerpo y el rostro de Hazel son finas y delicadas como las del fruto del avellano, que el hada representa, y su mirada refleja la riqueza emocional de su pequeño espíritu, repleto de energía.
De corte sencillo y caída recta, el vestido es muy ligero y vaporoso, del color tostado del fruto que custodia el hada.
El vestido se sujeta con unas pequeñas tiras a los hombros. Los pliegues que imitan las rugosidades del árbol, combinan con el dentado de los bajos del vestido, similar al de las hojas y a los involucros protectores que envuelven el fruto, en un maravilloso equilibrio entre la armonía de la naturaleza y la sencillez del hada.
Islas encantadas
Según la cosmobióloga Elizabeth Linden, estudiosa en temas de ángeles, hadas, duendes y elfos, de todos los hogares de las hadas, las islas son los más misteriosos y maravillosos.
Desde tiempo atrás, los pueblos que viven cerca del mar creen en la existencia de unas islas situadas más allá del poniente y habitadas por dioses, héroes, espíritus o hadas. “Les llamaban las islas afortunadas y eran lugares encantados donde el tiempo no transcurría, no existían las enfermedades ni la vejez, y todo era felicidad y abundancia”, aseguró la entrevistada.
Se dice que el rey Arturo, acompañado del mago Merlín, llegaron a las costas de Avalon, la isla encantada, más allá del tiempo de las hadas. Ahí exhortaron a la Dama del Lago a que les entregara Excalibur, la espada de poder.
Cancion
Despacio, creciendo despacio,
Con mis atentos cuidados,
Por fin mis frutos maduraron.
Oíd ahora todos, prestad
atención
Pues algo debo deciros
sin dilatación.
Ardilla, ahí están las avellanas,
Pero toma sólo unas pocas,
Pues al saltapalo también
le agradan.
Y tú, saltapalo, abre algunas
con el pico,
Mas piensa en los niños,
que tienen apetito.
Y vosotros, niños, atended,
Vuestra parte ya podéis coger.
Venid y llenaos los bolsillos,
Pero reservad para mañana
Aunque sólo sea un poquito.
Señores de los metales
Los enanos, que no hay que confundir con los gnomos, los elfos u otras criaturas menudas del mundo fantástico, viven en el interior de las grutas o en zonas boscosas bajo tierra. A menudo forman grandes comunidades, pero los hay, como los duergar ingleses, que prefieren la vida en solitario. Por lo general, los enanos recelan de los humanos y no se mezclan con ellos, ni siquiera para burlarse de ellos, como hacen las hadas y otras criaturas mágicas.
n Carecen de lenguaje escrito y sus conocimientos se transmiten por tradición oral, de generación en generación, según cuentan las leyendas germanas.
n Los enanos son hábiles mineros y excelentes orfebres. Sus poderes mágicos les permiten encontrar los mejores y más preciados metales con los que elaboran valiosos
objetos, afirmó Elizabeth Linden.
n El carácter de los enanos es, según las leyendas,
un tanto áspero e intratable. Los enanos son maestros
en el arte de moldear las piedras y los metales, son seres huraños, tal vez porque viven en las profundidades de las montañas, pero al mismo tiempo son fuertes, valientes, nobles y totalmente incorruptibles.
Máximo narrador
n A lo largo de la
historia ha habido
muchos autores que se han atrevido a buscar en el complejo mundo de los cuentos de hadas, ya sea como recopiladores de leyendas populares o usando su imaginación para crear nuevas
historias.
n El último gran
narrador de cuentos de hadas fue, sin duda,
Óscar Wilde. Él publicó dos colecciones de cuentos de este tipo:
“El príncipe feliz y otros cuentos” (1888) y “Casa de granados” (1892).
n Uno de los cuentos que merece una
mención especial, por
su calidad literaria
y su originalidad, es
“El ruiseñor y la rosa”, una historia de amor
con un terrible final.