En su último libro, Los Vividores del Estado, Luis Pazos, director de Banobras, describe el enorme daño que provoca la corrupción. “Las presiones que ejercen sobre las finanzas públicas los privilegios y los subsidios a las corporaciones mercantilistas…tienen al borde de la quiebra al país.”. El economista Pazos afirma lo anterior con la contundencia del que sabe de lo que habla, porque él mismo se ha convertido en un “vividor del Estado”.
Durante años este economista de origen veracruzano hizo fortuna y cobró celebridad con libros como “los límites de los impuestos”, “del socialismo al mercado”, “de los Olmecas a Fox”, “Ineptitud presidencial”. Con un lenguaje seudo profesional, cargado de lugares comunes, Pazos construyó una carrera haciendo críticas a la corrupción y a las finanzas públicas irresponsables de los gobiernos priístas. Pazos se convirtió en el Cuauhtémoc Sánchez o la Olga Wornat de los textos de divulgación económica.
Con el mismo criterio que establece que escribir una biografía sobre Martha Sahagún es mérito suficiente para convertir a su autora, Sari Bermúdez, en la directora de la cultura en México, publicar textos para criticar los impuestos (y vender libros) hicieron de Pazos el responsable de la poderosa comisión de presupuesto y cuenta pública en la Cámara de Diputados, al arrancar el sexenio de Vicente Fox.
Una vez instalado en el poder, el flamante diputado comenzó a gozar de las ventajas de convertirse en uno más de los “vividores del Estado”. Desde la estratégica comisión responsable de proponer las partidas y canalizar los recursos económicos a las distintas dependencias, Pazos se convirtió en uno de los legisladores con mayor influencia en el sexenio. Muy pronto comenzó a aprovecharse del poder en beneficio propio.
El caso más sonado de irregularidad en sus tres años como diputado fue la desviación de fondos para favorecer a su amigo Jorge Serrano Limón, director de ProVida, la organización antiabortista de filiación ultra conservadora.
El problema no es sólo que Luis Pazos otorgó, “por sus pistolas” 30 millones de pesos a ProVida, sin tener autorización para ello, sino que esos recursos fueron quitados a programas de salud para la mujer a los que el pleno de la Cámara los había destinado. En total el escritor que criticaba el uso patrimonial de los recursos públicos de parte de los funcionarios priistas, recortó de un plumazo 210 millones de pesos a los programas para salud reproductiva, cáncer cérvico uterino y cáncer mamario. Unas semanas antes, el pleno de la Cámara había aprobado 100 millones de pesos para cada uno de esos programas, pero Pazos consideró que sólo se merecían 30 millones cada uno. El programa Arranque parejo en la Vida, al cual las y los diputados habían aprobado 75 millones de pesos, le otorgó apenas 15 millones. Un tijeretazo de Pazos al programa de VIH/SIDA, al que se le habían aprobado originalmente 475 millones, lo dejó con apenas 178 millones de pesos.
En este momento Jorge Serrano Limón, presidente de ProVida, enfrenta un proceso judicial por malversación de los fondos públicos que le entregó Luis Pazos, pero en cambio el funcionario no ha podido ser llevado a tribunales pese a la insistencia de las instituciones y de los diputados que sintieron que su voto fue traicionado. Lejos de ser castigado, en cuanto terminó su gestión como diputado en el 2003, a Pazos se le ofreció la dirección de comunicación social de Hacienda, mientras esperaba algo mejor. El furioso crítico del Estado ya había descubierto que vivir dentro del presupuesto era mucho mejor que criticarlo.
Pazos no tuvo que esperar mucho tiempo. Haciendo caso omiso de los cuestionamientos, Fox lo nombró director general de Banobras ese mismo año. Unos meses más tarde Pazos decidió desviar una vez más el presupuesto, pero esta vez en provecho personal. Bajo el seudónimo Alberto de la Torre (su nombre completo es Luis Alberto Pazos de la Torre), el director de Banobras- decidió escribir, publicar y regalar el libro Los jardines secretos de Dios. Se trata de un texto de fina encuadernación, con fotografías lujosamente impresas de arrecifes y peces de colores, tomadas por el propio autor en sus expediciones submarinas.
El problema es que para ello contrató sin licitación de por medio a la editorial Diana, de la cual Pazos es consejero y recibe un sueldo. El director de Banobras pagó con recursos públicos la edición de su libro y lo utilizó como regalo de navidad de la institución. Pese a que el caso constituye un delito de abuso de confianza y fraude en perjuicio del estado según las Leyes de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del sector público, el gobierno no ha hecho algo al respecto no obstante la existencia de una denuncia presentada por diputados.
Aunque la desviación de fondos en detrimento de los programas de salud para la mujer seguramente afectó a miles de personas, el asunto de los libros no pasa de 200 mil pesos. Pero más allá de las cantidades, resulta decepcionante la insensibilidad del gobierno de Fox para investigar y proceder en asuntos de corrupción entre funcionarios de su administración. El caso de Pazos seguramente seguirá el camino de las irregularidades con respecto a los hijos de Martha Sahagún o el embajador “dormimundo”, que se han desechado sin que haya investigación de por medio. Habría que decir que el gobierno de López Obrador tampoco ha sido muy expedito cuando se trata de proceder en contra de sus propias máculas. Es descorazonador constatar el gusto que le toman al poder todos estos “ciudadanos” que llegaron a él montados en la crítica en contra de la corrupción y maldiciendo a los “vividores del Estado”, sólo terminar convertidos en uno de ellos.