Los médicos en el Durango de los veinte
El año entrante de 2007, concretamente el 16 de marzo, la Facultad de Medicina de la Universidad Juárez de Estado de Durango cumplirá el medio siglo de fundada. Guardando una cercana amistad con los integrantes de su primera generación, ello me da ocasión para pergeñar estas líneas, sobre los médicos que ejercían su profesión en la ciudad de Durango al cerrar el primer cuarto del siglo XX, en atención además de que guardo también un sincero reconocimiento a la profesión médica, en la que encuentro por cierto una estrecha similitud con la profesión jurídica, pues paciente y cliente se parecen demasiado: los dos adolecen de una lesión o enfermedad; corporal en el caso del paciente, y jurídica en el caso del cliente, y para sanarlas están el médico y el abogado.
Ellos eran: Agustín Manzanera del Campo, B. A. Mc, Kissac, Carlos León de la Peña, Roque Chavarría Hernández, Eduardo Hernández, Enrique Rodarte Fernández, Felipe Pérez Gavilán, Felipe Brachetti, Heriberto Palencia, Isauro Venzor, Ignacio Manzanera del Campo, José María Vázquez, Jesús Sanmartín, Miguel Gurrola, C. L. H. Medici de Birón, Pascual de la Fuente y Rafael Reyes Avilés.
De ellos conocí y traté en mi infancia sólo a dos, en virtud de que mi padre los visitaba, más como amigo que como paciente, aunque sí cuando menos en una ocasión supe lo que era la mano del Dr. Chavarría para poner inyecciones, y ya de grande lo que eran sus clases de Medicina Legal en la Escuela de Derecho.
Del Dr. Rafael Reyes Avilés, recuerdo que era de trato afable y que tenía su consultorio en la calle Zaragoza, casi esquina con 5 de Febrero, en donde hoy se levanta el edificio del Poder Judicial del Estado. Fue el fundador aquí en Durango de los Comités Pro Infancia, establecidos en 1930. En agosto de 1919, siendo director interino del hospital, organizó una corrida de toros en beneficio de los enfermos del hospital, en la que partió plaza con Carlos León de la Peña y otro aficionado, llevándose la tarde Carlos León de la Peña y quedando todos los asistentes gratamente impresionados, estimándose los fondos colectados en aproximadamente 600 pesos, según el cronista de El Monitor, de fecha martes 5 de agosto de 1919, número 145, Tomo II, primera plana.
El Dr. Chavarría era médico militar retirado y consultaba en la calle Bruno Martínez casi esquina con 20 de Noviembre. Era de aspecto bonachón y alegre.
Agustín Manzanera del Campo fue rector del Instituto Juárez.
Carlos León de la Peña e Isauro Venzor fueron los creadores del suero contra el piquete del alacrán en 1925, que de allá para acá ha salvado miles de vidas, principalmente infantiles.
Enrique Rodarte Fernández fundó el sanatorio que llevaba su apellido en 20 de Noviembre e Hidalgo, el cual se convirtió en uno de los de mayor tradición, pues cubrió más de la mitad del siglo XX. Actualmente el sanatorio fue transformado en Hotel Posada San Agustín.
Medici de Birón era egresado de la Facultad de Londres y consultaba en el Cerro de los Remedios, en donde estableció su consultorio y su hogar, cuestión que para la época debió parecer bastante excéntrica, porque para aquel entonces nadie pensaba en establecer su hogar en aquel lugar que se antojaba alejado y solitario, no siendo esto sino hasta en los años sesenta en los que llegó el fraccionador Alejandro Páez Urquidi.
Pascual de la Fuente tuvo incursiones políticas bastante importantes, toda vez que participó de manera destacada en la fundación del Partido Democrático Durangueño en junio de 1911, siendo además presidente del Congreso Constituyente que elaboró la Constitución Política del Estado de Durango de 1917, actualmente vigente. En el gobierno de Domingo Arrieta, fue en dos ocasiones gobernador interino.
Felipe Brachetti es otro de los que concurrieron a la fundación del Partido Democrático Durangueño, junto con otros intelectuales como Ignacio Borrego, Fidel Sapién, Ernesto Alconedo, Celestino Simental y Antonio Gaxiola.
Sea este breve apunte sobre los profesionales de la medicina del primer cuarto de siglo en Durango una sencilla aportación a la historia de la medicina que desemboca en la fundación de la Escuela de Medicina de la UJED en 1957 (hoy Facultad) que el año entrante cumplirá sus primeros cincuenta años.
El mejor elogio que puede recibir la profesión médica ya lo escribió el incomparable Víctor Hugo en su inmortal obra Los miserables, cuando estableció la diferencia entre la puerta del médico y la del sacerdote en el sentido de que la puerta del médico no debe nunca estar cerrada y la del sacerdote debe estar siempre abierta, y al establecerla equiparó a la profesión médica con el sacerdocio, equiparación que los médicos de Durango, en su generalidad, se han encargado de suscribir.