“Como hijo del pueblo nunca podría olvidar que mi único fin debe ser siempre su mayor prosperidad”
Benito Juárez
Hablando de mexicanidad, pocos hombres merecen ser calificados como auténticos portadores de esa cualidad tan elevada. La mexicanidad es la contribución en todos los rubros posibles al desarrollo de la patria, a la evolución de los hombres y al avance de las ideas en esta tierra de magueyes, nopales, cielos tan azules como la gloria y árboles tan verdes como la vida misma. Pocos hombres, en efecto, merecen ser llamados mexicanos.
Automáticamente, se nos vienen a la mente los grandes héroes de la independencia, los caudillos de la revolución y los escritores, intelectuales o artistas que han plasmado los colores y aromas mexicanos con excelsitud. Todos ellos con grandes méritos. Pero Benito Juárez es punto y aparte, como punto y aparte son sus seguidores fieles, de entre los que destaca el también zapoteco Andrés Henestrosa.
Recientemente fallecido, Henestrosa, todavía a los 101 años de edad que tenía el 10 de enero pasado en que murió, fue dueño de una de las obras juaristas mayores.
Conocedor del activismo político, ideas innovadoras y compromiso patriótico del Benemérito de las Américas, Henestrosa dejó su talento como narrador, poeta, político, escritor, orador, ensayista e historiador; un artista multidisciplinario que incursionó con éxito al terreno político, teniendo siempre en cuenta los ideas y causas de Juárez. Una de sus obras principales es la que le da título a la presente colaboración, “Los caminos de Juárez”, y con ella se celebró el Día Nacional del Libro 2007, obsequiándose 50,000 ejemplares de la obra seleccionada (que al mismo tiempo puede decirse que es premiada).
En “Los caminos de Juárez”, Henestrosa nos ofrece una (ampliamente recomendable) síntesis biográfica de Benito Juárez, síntesis que con todo y la brevedad de sus 162 páginas, es al mismo tiempo infinita, plena, total. Como dice Vicente Herrasti en el prólogo a la narración, “Los caminos de Juárez” es “una obra en que aflora la belleza del héroe, de la nación, de la historia, del pasado, del futuro y de su autor”. Juárez no es magnificado ni minimizado, pues adquiere su justa dimensión: la de mexicano principal, la de demócrata, la de luchador por la libertad, la de creyente en el Derecho, en las leyes, en sí mismo, pero sobre todas las cosas, en su pueblo. El gobernante modelo.
Relata el también oaxaqueño Henestrosa que el primer maestro de Juárez fue la naturaleza. Esta característica es fundamental en los grandes hombres, que se codean involuntaria o voluntariamente con los espacios, ámbitos y tiempos que le son impuestos.
Dice el poeta de San Francisco Ixhuatán: “La naturaleza en que el mar se complica como un detalle perenne del paisaje y un elemento necesario de la vida, enseña a los hombres, junto con el valor y la audacia y el anhelo de hacer algo grande […]”. Juárez estaba desde un principio destinado a hacer cosas grandes, como siempre lo demostró. La personalidad juarista, tan enorme que es, tiene matices jurídicos, sociológicos, económicos, políticos, históricos, patrióticos, antropológicos y morales. Pues Juárez es la conciencia mexicana que debiera imperar en la clase política que no se termina de construir.
Como es tradición (más faramalla que tradición), el 21 de marzo se conmemoró un año más del natalicio de Benito Juárez en Palacio Nacional. Acompañado de sus hombres de confianza, entre quienes destacó el desacreditado titular de Gobernación Juan Camilo Mouriño, Felipe Calderón al recordar la figura de Juárez, no hizo sino burlarse de sus ideales, al afirmar casi inocentemente que sólo puede oponerse al diálogo quien teme a las ideas, y que los partidos, el gobierno y los ciudadanos están obligados a actuar dentro de la legalidad. Surgen dos cuestionamientos: ¿Si no teme a las ideas, como él mismo lo afirma, porque el señor Calderón pasa desapercibida a la opinión pública, que en su mayoría opina que Mouriño debe renunciar? ¿Hablar de legalidad cuando Calderón es producto evidente e irrefutable de la ilegalidad, no es una tomadura de pelo? Actos como el de Calderón, burlas mejor dicho, son todo lo contrario a la visión decimonónica pero tan actual a la vez que Juárez planteó para este México. Unos minutos después que él, el principal político mexicano de oposición, Andrés Manuel López Obrador, también montó guardia recordando a Benito Juárez. AMLO le rindió tributo al héroe de Guelatao de una manera más solemne, respetuosa y objetiva que las farsas de Calderón: guardando silencio.
Andrés Henestrosa, se puede decir, resume el genio de Juárez en tres papeles para nada exagerados: salvador de la existencia de México, promotor de las instituciones de su tiempo y precursor de nuestra democracia contemporánea. Hoy, sólo el primer enunciado sigue vivo; las instituciones y la democracia sólo son fantasmas aparecidos a conveniencia, pero México, esa maravilla que forjó Juárez, sigue vigente, latente y presente.