Aquellos que vieron ante el televisor los primeros pasos del hombre sobre la luna tienen la posibilidad de repetir la experiencia, esta vez ante un lienzo: el de Alan Bean, el único artista que ha caminado sobre la superficie del satélite.
Tras 18 años en la NASA, nueve viajes al espacio y un paseo por la luna en la misión "Apolo XII", que sucedió el gran éxito de Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins en 1969, Bean, que fue a la luna en la siguiente misión, decidió presentar su renuncia para dedicarse a pintar la experiencia de estar fuera de la Tierra.
Veintiocho años después, coincidiendo con los actos conmemorativos del 40 aniversario de la llegada del hombre a la luna, Bean se ha reservado un pequeño pero transitado espacio en el Museo del Aire y el Espacio de Washington.
Bajo el título "Pintando el Apolo: primer artista en otro mundo", el museo expone 43 de los cuadros en los que este astronauta de 77 años homenajea a otras grandes figuras del espacio, o recrea la sensación de ver la tierra a 383 mil kilómetros de distancia.
"Cuando pisé la luna aún no tenía alma de artista. Poco a poco, he ido aprendiendo que los artistas pueden pintar cosas que nunca sucedieron en realidad, o que serían imposibles", explicó Bean a los periodistas que acudieron a la inauguración de su exposición.
A lo largo de tres décadas, el cielo de sus cuadros se fue volviendo cada vez más azul, y sus lienzos se fueron llenando de pisadas de botas, trocitos de su propio traje espacial, y motas de polvo lunar que quedaron impregnadas en el tejido.
Con la idea de que sus pinturas transmitieran "una sensación lunar, y no terrestre", Bean utilizó el martillo lunar y las botas espaciales para crear texturas que recuerdan a los cráteres del satélite, con los acrílicos como apoyo y el impresionismo como referencia.
Pero lo que realmente preocupaba a Bean era cómo contar las historias, tanto las que compartió a bordo del Apolo XII como las que soñó con vivir.
"Puedes contar las cosas exactamente como fueron, o pintar historias que significan algo para ti", afirmó.
Por eso, su cuadro predilecto, el que más le costó donar a la colección del museo, se recrea en un imposible: el de que los tres miembros de la misión espacial pisen al mismo tiempo la luna.
"Yo era el novato en el Apolo XII", recordó. "El comandante Dick Gordon tenía mucha más experiencia, y aún así yo fui el elegido para pisar la luna. Su momento iba a llegar con el Apolo 18, pero nunca llegó a despegar. Quise darle una oportunidad a través del arte", explicó.
Esa es la clave en todos los homenajes que Bean hace de sus compañeros, como en el que muestra a Al Shepard, astronauta del Apolo 14, jugando al golf sobre la superficie del satélite; "algo complicado, porque los cables del traje apenas te dejaban moverte".
El deporte también inspiró el autorretrato de un atlético Bean lanzando una pelota de fútbol americano a su compañero. "Si lo hubiéramos conseguido, esto estaría cada año en el intermedio de la Superbowl", bromeó.
La paleta sirve además al artista para convertir fracasos en victorias, como en "La fabulosa foto que nunca tomamos", donde Bean y el comandante Pete Conrad alzan los brazos en señal de victoria ante un gigantesco prototipo de cámara espacial.
"Mientras en Houston creían que estábamos haciendo algo de provecho, intentábamos tomar las imágenes más espectaculares de la historia. Hasta que se me cayó el autodisparador y todo se fue al traste", recordó.
La mayor muestra hasta la fecha de este artista que ocupó portadas en las revistas Life y Time permanecerá hasta enero de 2010 en el museo, uno de los más visitados del mundo.
Quizá no sea la última exposición, ya que, a sus 77 años, Bean se ha planteado una nueva misión: completar entre 200 y 250 pinturas en su vida. Por ahora, ya lleva 162.