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México y EU, la condena de Prometeo

GENARO LOZANO

La relación bilateral entre México y Estados Unidos parece condenada a repetir el mito de Prometo, el Titán que le robó el fuego a Zeús para dárselo a sus amigos los mortales y que por ello fue condenado a ser atado a un árbol al que cada día acudía un águila a comerle el hígado. Siendo Prometeo inmortal, el hígado le volvía a crecer cada noche y el águila volvía a aparecer. El ritual se repitió hasta que Heracles liberó a Prometeo, matando al águila de un flechazo.

Por lo menos desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, las autoridades mexicanas y estadounidenses hablan de "un nuevo espíritu" en la relación bilateral. Un espíritu de integración en la que la relación se "desnarcotizaría", una integración en la que lo que lo que ahora importaría serían los flujos comerciales, las relaciones interinstitucionales, un proyecto de desarrollo en común, el flujo ordenado de personas a ambos lados de la frontera y un intercambio basado en el respeto y la confianza mutua.

Así Carlos Salinas empujó a México, en tiempos de la presidencia imperial, a una integración comercial forzada con Washington. El PIB per cápita de México creció y el intercambio comercial entre ambos países en efecto se multiplicó. A cambio de "modernizar" la economía mexicana, Salinas miró al norte, pero sin proteger a los sectores económicos vulnerables de una liberalización agresiva, como sí hicieron los negociadores estadounidenses con sus sectores más débiles.

Vino Ernesto Zedillo con más ímpetu comercial, pero abriendo el discurso de la relación bilateral hacia el sector humano. "México no termina en sus fronteras, porque donde hay un mexicano está México", dijo el ex presidente, mandándole un guiño a los millones de mexicanos que fueron expulsados de un sistema político que no creaba las condiciones para retenerlos de forma digna en el país. El tabú se rompió, pero sin que ese reconocimiento de l@s migrantes mexican@s se tradujera en resultados concretos para ell@s y sus familias.

Llegó Vicente Fox con un bono democrático sin precedentes en México, con un Canciller revolucionario que gritó a los cuatro aires que nos daría una reforma migratoria, una "enchilada completa" que transformaría la relación bilateral al desnarcotizarla de una buena vez en un TLCAN plus. Los aviones del 11 de septiembre derribaron las Torres Gemelas y la ilusión de un acuerdo migratorio que era imposible, evidenciando que la reforma migratoria es sobre todo un asunto de política interna para Estados Unidos, que obedece a tiempos electorales, a grupos de presión y a intereses económicos estadounidenses, principalmente.

Felipe Calderón se sentó en la silla presidencial y se encargó de enterrar cualquier posibilidad de una relación bilateral desnarcotizada. Con un halcón en la Casa Blanca y un halcón en Los Pinos, la seguridad volvió a dominar la relación bilateral. La guerra contra el terrorismo y la seguridad estadounidense fueron el sello de Bush y la guerra contra el narcotráfico y sus muertos serán el legado de Calderón.

La relación bilateral hoy está secuestrada por la nota roja, por los asesinatos en la frontera, por la negociación de un mini Plan Colombia, por Hillary Clinton que va a México a repetir una y otra vez que su gobierno reconoce su culpa en la violencia que hay en México por el consumo y la demanda de drogas en Estados Unidos, pero sin ofrecer garantías, porque no puede, para reducir el problema del tráfico de armas, ni una estrategia federal para atacar el consumo en su país.

En suma, Hillary asume un mea culpa oficial, defiende la "valentía" de Calderón y ofrece una estrategia que ha probado ser la equivocada en todos lados donde se ha atacado el combate al narcotráfico con una "guerra frontal" y sin contemplar la ruta de la legalización, que ya han tomado 14 estados en Estados Unidos y varios países europeos.

Hoy la relación bilateral entre México y Estados Unidos parece un caballo con los ojos vendados, pero sin jinete. Para los gobiernos federales de ambos países no parece haber tema adicional al de la seguridad y el narcotráfico. Calderón se prepara a viajar a Washington por primera vez en tres años, pero no parece haber otra agenda que la bélica. Si tal agenda existe, entonces el problema es del peor equipo de comunicación social que la presidencia de México y la Cancillería jamás haya tenido.

Desnarcotizar la relación entre México y Estados Unidos empieza por comunicar bien cuál es la agenda pensada, cuál es el plan para el futuro. Una comunicación decente podría ser el Heracles que la relación bilateral necesita para romper, al menos momentáneamente, la condena de Prometeo.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

Escrito en: relación, México, bilateral, Estados

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