Buen día a mis lectores, hoy vamos a hablar de la palabra orgullo. Debemos hacerlo en dos sentidos: uno, cuando estamos indicando el placer o satisfacción que nos produce algo o alguien, nos enorgullece la belleza de nuestra ciudad o el buen comportamiento de nuestros hijos; la palabra orgullo, en segundo lugar, puede ser un componente destructivo en las personas, como cuando se dice: "tengo mi orgullo y no voy a ceder". Una persona orgullosa busca siempre colocarse por encima de los demás, tener más que los que la rodean; lo que hace que nos sintamos orgullosos es la comparación, y de ahí el placer de estar por encima de los demás.
En la vida, a la persona orgullosa le importa no solo satisfacer sus necesidades, sino que sean mayores que los de alguna otra persona. Están siempre comparando su apariencia, su pelo, su ropa, su fisico, etc., con los demás.
En el amor basa su autoestima en el número y prestigio de los amigos que cree tener, o en la cantidad de elogios que recibe de los demás.
En el aprendizaje, lo que valora no es tanto ponerse al servicio de los demás a través de sus conocimientos, sino lo que obtiene y el status que ha alcanzado.
El orgullo es un formidable parásito emocional.
No hay alegría, satisfacción ni paz en esa persona, porque existe siempre la posibilidad de que alguna otra sea más atractiva o tenga más dinero o más amigos, una casa más grande o un coche más nuevo.
"El orgullo es un cancer espiritual", devora la posibilidad misma del amor, de la satisfacción e incluso del sentido común.
Finalmente desemboca en el odio, la envidia y la guerra. La gente orgullosa se siente segura cuando ha logrado trepar por la escalera más arriba que los demás, aunque la escalera no está apoyada en el muro correcto. Se siente valiosa cuando ve que los demás están abajo. El premio, lo que importa realmente, es llevar la delantera en algo aunque sea erróneo o reprochable.
El orgullo de quienes ocupan niveles inferiores y miran con resentimiento hacia arriba se manifiesta a través de la crítica mezquina, el chismorreo, la maledicencia, la actitud quejosa,el hecho de vivir por encima de los propios medios, la envidia, la codicia, la renuncia a expresar agradecimiento y elogios que podrían alentar a otra persona, la incapacidad de perdonar y los celos.
El orgullo es la esencia de la mentalidad de escasez.
Es devastador para la paz.
¿Cuánto tiempo y energía desperdicia la persona que vive pendiente de saber quién es el que más tiene, el que más hace, el que mejor viste, el que vive en el fraccionamiento más cotizado, el que tiene la oficina más amplia, gana más dinero y es más valioso?
El antídoto para el veneno del orgullo es la humildad, que nos permite darnos cuenta que vivimos rodeados de gente, de que la calidad de nuestra vida está unida a la calidad de vida de los demás, de que lo que tiene sentido no es consumir y competir sino contribuir. No es solo nuestra propia ley, y cuanto más valoremos los principios y a la gente, más profunda será nuestra paz.
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