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La puntualidad, un valor fundamental en la vida

PADRES E HIJOS

POR IGNACIO ESPINOZA GODOY

Uno de los valores más significativos que podemos legarles a los hijos es, sin duda, la puntualidad, la que se le considera como un hábito de los más importantes que puede tener el ser humano ya que de él se derivan otras cualidades como la responsabilidad, el respeto, la formalidad, el orden, la exactitud, la precisión, entre otras, las que denotan una educación con cimientos sólidos.

Al igual que los demás valores, la puntualidad se enseña con el ejemplo que dan los padres para, en principio, llegar a tiempo al trabajo. De otra forma, no se concibe cómo los progenitores pueden predicar, con la frente en alto, este hábito que, a veces, lamentablemente, poco se fomenta en el hogar, dada la mala fama que tenemos los mexicanos de llegar tarde a los compromisos, sin importar su índole.

En principio, podríamos aseverar que la puntualidad representa el respeto hacia uno mismo y, por ende, hacia los demás. También se le considera una de las normas básicas de educación, ya que ser puntual simboliza la consideración que nos merece la persona (o personas) que nos espera, y en este ámbito aplica la llegada temprana al trabajo, con las consecuencias que implica presentarse con un retraso, al margen del tiempo de tolerancia que se brinda como gracia para los que siempre checan con demora.

Asimismo, la puntualidad tiene que ver con los compromisos contraídos con establecimientos comerciales, en donde nos califican de acuerdo con los pagos hechos conforme a plazos pactados con anterioridad. De esta forma, si cumplimos en tiempo y forma, tales empresas nos califican como puntuales y nos exhortan a que sigamos por ese rumbo, al tiempo que aprovechan para invitarnos a que continuemos endeudándonos con ellos en virtud del buen historial crediticio que registramos en sus archivos.

Pero... ¿cómo se adquiere este valor? Su origen tiene su práctica constante cuando los padres nos llevan a la escuela y somos de los primeros en llegar al salón de clases. Inconscientemente nos percatamos de que la puntualidad es un buen hábito al percibir que siempre tenemos una hora establecida, ya fija, para acudir a la escuela, con lo que vamos incorporando a nuestras reglas la valiosa norma de llegar a tiempo a cualquier compromiso.

Como todo en la vida, la puntualidad tiene su precio, y en este caso se relaciona con sacrificio, esfuerzo y voluntad, cualidades indispensables para alcanzar muchos de los objetivos que nos fijamos en todos los campos de la vida. Sin embargo, con el tiempo, los frutos se recogen con orgullo al tener la satisfacción personal de que somos bien recibidos por quienes sienten que son respetados en lo más valioso que tienen: el tiempo.

En contraparte, una persona impuntual carga con un estigma difícil de arrancarse una vez que es vista como desconsiderada, irrespetuosa, desordenada, defectos que la marcan negativamente y que provoca consecuencias negativas en su contra al ser marginada y excluida por llegar luego de la hora acordada. Es más, algunas personas consideran a la impuntualidad como un insulto, un desprecio por el tiempo de los demás.

Como padres, debemos estar plenamente convencidos de que los hijos tienen que estar dotados de las mejores armas para salir adelante y triunfar en cada objetivo que se fijen, y una de las mejores herramientas que les podemos y debemos inculcar es la puntualidad, pues de esta forma les haremos la vida más agradable a los demás al tiempo que nos ganamos una reputación de credibilidad y confianza al cumplir con la responsabilidad que nos toca.

Una vez que adquirimos un compromiso, sin importar su naturaleza, asumimos la responsabilidad de cumplir, con lo que damos nuestra palabra de que estaremos en el lugar acordado a la hora pactada, no después, aunque se trate solo de unos minutos.

Tradicionalmente se dice que los puntuales son personas que llegan temprano porque no tienen nada que hacer, lo cual es un mito pues, contrario a ello, los puntuales son las personas más ocupadas pero que, sin embargo, organizan de la mejor manera sus actividades para llegar a tiempo a sus compromisos.

Por último, valdría la pena reflexionar en que los padres tenemos la obligación de inculcar en los hijos que la puntualidad es un valor que guiará sus pasos por el mejor camino; sin embargo, tendrá que echar mano de otros hábitos como el orden, la constancia y la responsabilidad para sobresalir entre los demás como un ser humano considerado, sensible y respetuoso del tiempo de quienes le rodean.

Aprecio sus comentarios, amable lector, al correo electrónico nachogodoy2000@yahoo.com.mx.

Escrito en: tiempo, puntualidad, llegar, hora

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