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Vivir para contarlo

ADELA CELORIO

Convulso y revuelto como anda el mundo, lo menos que se puede desear es que mejore, pero si eso es mucho pedir; me conformo con que no empeore mientras regreso, porque de momento he pasado a retirarme, y ahora en mi casa de Acapulco -que no es casa porque es departamento-, doy vueltas de un lado a otro pensando en qué podría escribir para despedir este 2011 violento y difícil, y abrir la puerta suave, amablemente a 2012 que promete ser intenso.

Lo primero que se me ocurre es hacer un guiño al ciberlector que me mandó un correo diciendo: "Sólo disfruto sus notas cuando escribe desde el corazón" Agradezco su sensibilidad y correspondo compartiendo con él esta deshilvanada hoja de mi diario: "A pesar de la mano dura con que la vida me ha tratado, no he aprendido a bajar la cabeza ni a doblar la espalda ni a hacer genuflexión. Sigo sin tener la humildad de pedir, de suplicar, de arrastrarme ni siquiera por lo que amo. He dicho adiós tragándome las lágrimas, pero sin súplicas para que nadie me tenga compasión. Soy testaruda y he educado mi corazón para que no se muestre, para nadie seque su llanto. Pago con gusto el precio de mi soberbia, y si me quedo sola, pues me acompaño conmigo misma."

Y ahora una vieja historia que me contaron cuando era niña, o sea hace miles de años: aunque últimamente sólo encuentro pañales desechables, pudrición, cadáveres mutilados, la Gordillo, los Moreira... en fin, mucha basura; imagino que sólo por mi mula terquedad, sigo escarbando y no pierdo la esperanza de encontrar los doblones de oro, la buena vida y el México adecentado y contento; que según me contaron, se encuentra al final del arcoíris.

Querido lector, lectora compañeros de viaje con quien he compartido opiniones y de quien he recibido algunas pedradas, pero también afecto y apoyo en este año que termina; quiero invitarlo a que comparta conmigo el terco optimismo de creer que la violencia y la muerte que han enlutado a nuestro país, no han sido inútiles. Que del dolor y el miedo ha surgido el ciudadano que a golpe de adversidades descubrió el poder de organizarse y rompió el silencio para gritar en las plazas públicas: "Estamos hasta la madre".

El ciudadano consciente y comprometido que dio la cara y consiguió sentarse frente al presidente Calderón para cuestionarlo y exigir: "Si no pueden que renuncien" Un ciudadano alerta que ha alcanzado la adultez y se sabe pieza clave para configurar el futuro de México. Es alentador que todos los días aparezcan nuevas asociaciones y grupos de ciudadanos que cumplidores de sus obligaciones, conocen y exigen sus derechos. Es buena nueva saber que es posible hacer una revolución sin balas y como dice una canción "y vivir sin tener que matar ni morir". ¿Si eso no es democracia, entonces qué es?

Perdonen mi optimismo, pero me parece un buen augurio que nos hayamos enterado a tiempo de que el candidato más mediático no lee, de que seamos muchos los que desconfiamos de los mensajes amorosos de AMLO, y saber que la inmediata información con que contamos hará posible poner bajo el microscopio a los candidatos para mirarles bien las tripas y saber de qué están hechos.

Por todo lo expuesto, para 2012 me permito soñar aunque mis sueños sean modestos, tópicos, egoístas porque tienen que ver con que no falte el trabajo, que nuestro equipo de vivir no falle, que los hijos y los hijos de nuestros hijos encuentren bien pavimentado el camino de su vida... en fin, sueñecitos clasemedieros pues ¿cuáles otros?

Siendo así, prefiero compartir con ustedes el ambicioso sueño de la fallecida Ikram Antaki (Manual del ciudadano contemporáneo" Ed. Ariel) de quien ya he transcrito algunos fragmentos y que hoy traigo de nuevo a estas líneas porque me parece inspirador para inaugurar el Año Nuevo. "...Un día nos volvimos por fin un país ideal; instalamos la razón en lugar del delirio y el derecho en lugar del abuso. Entendimos el papel unificador, dignificador del Estado; protegimos la República, que es la madre, para poder amar la democracia que es la hija; domamos las pasiones políticas y definimos y vivimos los valores comunes. Los maestros volvieron a ser los arquitectos, los húsares del país; el último mentiroso emigró a la Conchinchina y el último ladrón fue encerrado en el reclusorio. Dimos lugar y respeto al trabajo y entendimos que el conformismo puede disfrazarse de revolución. Despreciamos el recurso de la violencia. Los medios de comunicación prefirieron ser antipoder a ser un poder abusivo. Un día nos pusimos a construir una civilización original y tolerante, y dejamos de utilizar como bandera deshecha, aquella que otros, en el pasado hicieron...

Adelace2@prodigy.net.mx

Escrito en: ciudadano, lugar, poder, saber

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