A cien años de la toma de Zacatecas
México es un país joven, no obstante ello, de unos años para acá, está conmemorando ya centenarios de fechas históricas y hasta un bicentenario, ni más ni menos que el de su Independencia. Es así como el pasado 23 de junio de 2014, se celebró el centenario de la gloriosa toma de Zacatecas, que a sangre y fuego selló el triunfo de la Revolución Mexicana, en contra de las fuerzas federales de Victoriano Huerta, el peor de los traidores que ha parido nuestro país.
Cierto que días después de la toma de Zacatecas, Obregón tomó Guadalajara, por lo que cronológicamente puede decirse que esta toma de Guadalajara es la que marca el triunfo definitivo de la Revolución. Sin embargo, se ha considerado que es la de Zacatecas, por sus hechos épicos y heroicidades, así como por lo tremendo de su acción que dejó el campo cubierto de muertos y heridos, como por el número de prisioneros y por los corridos que salieron de guitarras y gargantas, se le ha considerado la toma emblemática del triunfo revolucionario.
Invitado por mi estimado y sabio amigo Enrique A. Rodríguez, por sus hijos Enrique y Cuauhtémoc, que son distinguidos universitarios y un grupo de importantes intelectuales e historiadores zacatecanos, así como por algunos periodistas independientes, asistí los días 20, 21, 22 y 23, a la ciudad de Zacatecas (a la que por su hermosura yo llamo desde que laboré por siete meses allí, hace como veinte años "ciudad nacimiento") para hablar sobre la toma de Zacatecas, como hijo de uno de sus principales atacantes.
Conforme a mi temperamento de investigador, en esa plática informal y amistosa, procuré aportar nuevos datos sobre tan estrujante acontecimiento histórico, pues no tiene caso repetir lo ya conocido ante expertos y conocedores, como así lo eran los que me hicieron el inmerecido honor de acompañarme.
Una corriente eléctrica me recorría el cuerpo de pies a cabeza al recorrer las calles embaldosadas de Zacatecas en compañía de Lety, y al iniciar la plática, puesto que mi padre había desempeñado importantes acciones en apoyo a Zacatecas durante el movimiento revolucionario, y no se diga en la toma de Zacatecas, en donde le tocó el lugar más peligroso que fue El Cañón de Guadalupe, haciéndole al enemigo el mayor número de bajas entre muertos y heridos de los habidos en la gran batalla.
Como existe una completa ignorancia en el medio oficial o bien los historiadores oficiales mantienen porfiadamente una venda en los ojos, ignoran o no ven que fueron tres los caudillos que tomaron Zacatecas: Francisco Villa, al mando de la División del Norte; Pánfilo Natera al mando de la División del Centro y Domingo Arrieta al mano de la Brigada Guadalupe Victoria; consecuentemente en la Bufa sobra una escultura que es la de Felipe Ángeles y falta un jinete que es Domingo Arrieta León. Para referirme al papel de mi padre en los estruendos del memorable combate, me valí de lo que escribieron los hermanos generales Pazuengo, en sus obras sobre la revolución en Durango, y de ellas me valgo ahora para escribir este artículo conmemorativo.
EMPIEZO CON MATÍAS:
El general Arrieta con toda actividad cambió las posiciones de sus tropas y las acercó a la calzada entre Zacatecas y la Villa de Guadalupe, lo cual produjo el desastroso encuentro que tuvieron las miserables fuerzas federales, que trataban de romper el sitio inútilmente, porque sin pasar uno solo después todos caían muertos así como los caballos con que pretendían romper el sitio. Aquella fue una matanza horrorosa que no dio lugar después de estos acontecimientos a que pasaran ni siquiera los coches en todo el ancho de la calzada, porque materialmente era imposible el tráfico; si bien es cierto que podía uno pasar a caballo era haciéndolos brincar sobre los cadáveres y caballos muertos que estaban a lo largo de la calzada. Excuso decir a este respecto, que a los tres días era imposible pasar por ese lugar, debido a la fetidez que ocasionaban los cadáveres.
TERMINO CON SERGIO:
...los que no quedaron tendidos en el campo, cayeron prisioneros. Terminada esta sangrientísima lucha como a las siete de la noche, hora en la que se rindieron más de dos mil federales...El campo quedó cubierto de cadáveres, desde el Panteón a Guadalupe, es decir, toda la calzada que mide como 4 kilómetros, no quedando del enemigo ni un caballo útil, porque todos quedaron tendidos en el campo. Tan tremenda hecatombe hizo vacilar al traidor Huerta, y en ella figuraron por nuestra parte, las brigadas Guadalupe Victoria y Pedro María Anaya, al mando directo de los Generales Domingo Arrieta y José Carrillo que se cubrieron de merecida gloria en ese día. Al día siguiente de la jornada fueron a visitar a los expresados Generales, varios generales de la División del Norte, entre ellos Ángeles que preguntó a Arrieta cuantas ametralladoras tenía; habiéndoseles contestado que ninguna y que todo lo hecho había sido con pura fusilería, se quedaron espantados...
Hasta aquí, sólo he de agregar, que de los hermanos Arrieta, fueron a la toma de Zacatecas Domingo y Andrés, quedándose en Durango Mariano, Eduardo y José, para atender a su padre Teófilo en su cama de muerte, mismo que falleció una semana antes de la toma, por lo que a su regreso Domingo y Andrés, encontraron a su padre ya sepultado. Tal es el deber que impone la patria a sus verdaderos hijos.
Le tocó atacar la Bufa/ a Arrieta, Urbina y Natera,/ pues allí tenía que verse/lo bueno por su bandera.
Ay hermoso Zacatecas,/ mira cómo te han dejado/la culpa fue el viejo Huerta/y tanto rico allegado.