Con notas en todos los periódicos, Andrés Manuel López Obrador anunció la semana pasada la presentación de un libro de 400 páginas titulado "Neoporfirismo. Hoy como ayer". Parecía una invitación a enfrascarnos con seriedad en el debate de las reformas estructurales. La referencia al "neoporfirismo" ofrecía esperanzas.
Imaginé un análisis comparativo del porfirismo de ayer con el régimen de hoy; ideas frescas para confrontar el supuesto "entreguismo" de Porfirio Díaz, con el zaguán de bienvenida que según AMLO le ofrecen las reformas estructurales a la inversión privada (nacional y extranjera). El "hoy como ayer" del subtítulo decepciona: es más de lo mismo...
La portada es ingeniosa: una apología a los diseñadores gráficos de hoy, que a falta de sustancia ayudaron al autor a resumir con photoshop la tesis central. Diseñaron un giroscopio con las caras de Porfirio Díaz y Carlos Salinas de Gortari. Ambos con el mismo traje y corbata del siglo antepasado. Para el dictador escogieron a un Porfirio viejo, con bigote blanco y cara de "pocos amigos". A Salinas, el villano favorito de López Obrador, lo presentaron con un bigote bien cuidado que enmarca una sonrisa de triunfo.
Dos escritores amigos fueron invitados para convencernos que el libro es un análisis serio: Elena Poniatowska y Lorenzo Meyer. Ambos lopézobradoristas, le dieron al autor credibilidad y el beneficio de la duda. ¿Leyeron el libro?
El primer capítulo enumera en unas cuantas líneas los temas que según el autor revelan la existencia de un "neoporfirismo" que se quedó en generalidades: autoritarismo, república simulada, fraude electoral, control central en beneficio de la oligarquía y progreso sin desarrollo. Con eso se pretendía demostrar un "neoporfirismo" que resultó ser el neoliberalismo salinista: más de lo mismo...
El texto presenta un resumen demasiado minucioso de la dictadura porfirista, que no era el tema. No dejaron espacio para compararlo con el PRIAN, que era el propósito. Antes de entrar a un tema principal que nunca aparece, el lector debe tolerar la vida y milagros del dictador (incluyendo su segunda boda). Después vienen la toma del poder, el férreo control de los gobernadores militares, el cuatrienio de Manuel González (compadre de Díaz) y el espinoso tema de la reelección, sin que aparezca por ningún lado el "neoporfirismo". Le dejan al lector la tarea de unir los puntos entre ayer y hoy.
AMLO reconoció que el trabajo "se apoyó" (creo que fue más que eso) en las investigaciones de rigurosos y destacados historiadores, a quienes no menciona por nombre (¿alumnos de Lorenzo Meyer?). También asegura que el "enfoque" y la "interpretación" son suyos (¡una gran contribución!), pero que el "análisis de los acontecimientos" y el material bibliográfico son de los investigadores. Concluye: "eso nos permitió sustentar las tesis que postulamos..." ¿En qué momento escribió el libro un hombre en campaña contra las reformas estructurales? ¿Fundando un partido político y convaleciendo de un infarto al miocardio? Aseguró que el estrés no es cosa de "fresas". Por lo visto también es de machos.
Los propósitos son las elecciones de 2015 y la presidencial de 2018. En la presentación Lorenzo Meyer destacó con buen humor la "particular inclinación" de AMLO por el tema de Salinas, y terminó afirmando que "nadie sabe si será posible terminar el 'neoporfirismo' sin violencia". AMLO fracasa como historiador y politólogo. No reconoce los importantes avances del México moderno, y descarta los notables cambios en el proceso democrático.
Cinco páginas antes del final aparece finalmente la pluma de AMLO: "la corrupción es hoy la principal función del Estado". ¿Y Enrique Peña Nieto?: "un personaje meramente escenográfico". En el último párrafo llama a derrocar al PRIAN, "pero sin violencia...".
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