Francisco Gómez Palacio, cartas de amor
Una ciudad. Un siglo. Una pareja de enamorados. Durango, alrededores de 1850, Francisco y Petra. Y, como escenario de altorrelieves trágicos, la guerra en la que al final México perdió la mitad de su territorio. Interesante suma que ahora encontramos, en una nueva publicación, después de aquella primera edición (1999), del memorable libro Epistolario de un sueño. Mundo de vida de Petra y Francisco Gómez Palacio en el umbral de su matrimonio (Conaculta, Universidad Iberoamericana, Aniversario 450 de Durango, ICED, Ayuntamiento de Gómez Palacio, 2013), de la autoría del hidrocálido Ricardo Coronado Velasco, nacido 1951. Sin duda estamos frente a un agradecible acierto editorial, páginas que conocimos recientemente gracias a la generosa e infatigable lagunera Yeye Romo Zozaya.
Sabemos que desde hace tiempo la investigación histórica nos ha llevado por los caminos de las vidas privadas, representaciones particulares del devenir general. Así, verbigracia, las palabras son de nosotros (de ellos), pero también de los otros.
Costumbres de una apartada provincia norteña se hacían doce días de malas vías a la capital, dentro del clima emocional del romanticismo amoroso, que dieron lugar a un episodio íntimo y entrañable de uno de los hombres más notables del Durango decimonónico: la relación bien correspondida, a través de quince de las veintitantas cartas que se refieren, de quien entonces era una promesa de la política local con una de las señoritas de la refinada sociedad durangueña, la proyección colectiva por cierto de alguien que llegaría ser diputado en varias ocasiones, presidente municipal y gobernador dos veces de su tierra natal, y cuyo nombre en su honor lleva ahora la segunda ciudad más importante de la entidad.
De esta manera, a la inclusión de los escritos epistolares, precede una presentación por demás interesante del investigador, apoyada en algunas fuentes históricas (Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio, entre otros) que le dan contexto al asunto de que se trata.
Además, casi al paso nos hallamos ante un documento igualmente valioso: una carta firmada por Ladislao L. Negrete, también personaje destacado de nuestra historia local.
Amar, se dice, es conocimiento y reconocimiento. Coincidir, entona una popular melodía contemporánea. En una de las misivas, prefiguración de la unión por venir, en un lenguaje propio y seguramente todas las épocas, por ejemplo de ella leemos: "Y me hacía tanta impresión tu divina mirada y me trastornaba tanto, que me aturdía y no sabía de mí. Lo mismo me pasaba cuando estaba tocando o cantando: en cuanto sentía tus pasos en el corazón ya no podía continuar sin que se notara la emoción en la voz, en los ojos, en el semblante. Era imposible disimular por más que me reprimía. Y mucho menos cuando te veía y se encontraban tus miradas con las mías, lo cual sucedía con frecuencia, porque siempre me estabas mirando y estabas pendiente de todos mis movimientos" 12/8/48.
Tal es, pues, la narrativa sentimental del volumen, mientras el joven y culto abogado se desarrollaba profesionalmente en la ciudad de México. La distancia para los recién casados estimulaba sus intensos vínculos afectivos. Desde que me levanto -cuenta él, que es a las nueve, me pongo a leer (para lo cual me he procurado algunos libros) hasta después de las once, cuando almuerzo. Luego voy a la cámara. Salgo de ésta y vuelvo a la lectura, hasta la oración, hora en que como. Luego me voy al Teatro, única distracción que me propongo tener; sin embargo, me va fastidiando. Y al salir de allí, vengo a acostar" 6/1/49.
Se verían pronto, y después vendrán los hijos, los prematuros padecimientos de Petra, simultáneamente al gradual ascenso social de Francisco, sin dejar de lado en su travesía la nota curiosa, la alusión familiar o a las amistades, incluso los trazos de la vida cotidiana del Durango de entonces.
Por lo subrayado -permítaseme la frase hecha, recorrer esta obra es un verdadero placer (si bien hubieran sido muy útiles una cronología más a detalle y una ampliación de la reproducción de las cartas). Un refrendo, en síntesis, al apego cultural a la región y a la voluntad de encarnar el eterno sueño de amor. ¡Y qué admirable era de verdad don Francisco Gómez Palacio! (en su hora el Lic. José Ignacio Gallegos le dedicó sus labores de historiador en una breve publicación). Llegó al extremo, resalta su reseña biográfica, de renunciar al gobierno del estado por no haber podido cumplir su promesa ciudadana de lograr el paso del Ferrocarril Central Mexicano por Durango. ¡Qué talante y qué convicciones! Integridad moral, cabal honradez. Por eso con toda justicia logró un lugar en la historia durangueña...y todavía más allá. Ahora sabemos, tras acercarnos a su condición interior y sensible, de dónde le venía en parte su fortaleza espiritual (OJL).