La importancia de un '¡Te amo, hijo!'
Hace unos días tuve la oportunidad de presenciar y disfrutar una de las conferencias que más me ha conmovido, estremecido y puesto a reflexionar sobre cómo los padres, consciente e inconscientemente, vamos formando a los hijos a tal grado que los convertimos en seres humanos fuertes y exitosos, o lo contrario: individuos débiles y fracasados, porque finalmente la responsabilidad de su educación con valores y principios morales es una tarea que sólo nos corresponde a los progenitores y de la que se parte para decidir qué clase de personas le estamos dejando a este mundo y a las siguientes generaciones.
Durante una interesante dinámica en la que, en un principio, sólo involucró a los padres de familia de una escuela secundaria, el conferencista Miguel Ángel Tenorio (espero que hayan tenido el privilegio de conocerlo y escucharlo) nos movió las fibras más sensibles de nuestro espíritu cuando representó a un hijo que estaba recluido en la cárcel luego de haber caído en las garras de la drogadicción y haber cometido un asesinato.
Ahí, sus padres fueron a visitarlo, sólo para escuchar cómo su hijo les reprochaba los errores que cometieron en su misión como padres, desde el progenitor que se embriagaba constantemente y que golpeaba a su esposa, hasta la sumisión que esta mostraba cada vez que era sometida a toda clase de agresiones y humillaciones, sin defenderse de su cónyuge.
Les recriminaba, una y otra vez, cómo se equivocaron en su educación y formación, hasta que llegó un momento en que, frente a ellos, tomó unas tijeras y se las clavó para cortarse la existencia y terminar con el sufrimiento que cargaba a cuestas por haber tenido una vida vacía y, en contraste, llena de amargura y resentimiento hacia ambos progenitores.
La enseñanza de la representación consistía en hacernos reflexionar a los padres sobre cómo, todos los días, vamos formando a los hijos, en ocasiones con la ausencia de valores, lo que se refleja en el estado emocional de nuestros pequeños y adolescentes (y también adultos), quienes precisan algo más que bienes materiales y comodidades para ser felices, pues si bien son importantes estos satisfactores, lo fundamental es ofrecerles amor, tiempo, atención, un abrazo, cariño, una palabra de aliento, compartir, convivir en familia, conocer las experiencias que vivieron durante su jornada en la escuela, saber quiénes y cómo son sus amigos. En fin...la lista se podría extender, pero se encierra en una frase: démosles amor, con todo lo que ello implica.
Luego, se nos pidió a los padres que, en un rincón de la escuela, les escribiéramos una carta a los hijos en la cual les expresáramos nuestro sentir en torno a nuestra relación y, sobre todo, que les pidiéramos perdón por no dedicarles el tiempo necesario y por no externarles con mayor frecuencia un "¡Te amo!", pero no sólo con palabras, sino en los hechos, lo cual no fue una tarea fácil para muchos de los asistentes a la conferencia.
Y mientras los padres teníamos 15 o 20 minutos para escribir la mencionada carta, los jovencitos recibieron una pequeña plática o conferencia en la que, hasta donde pude investigar, les hablaron sobre el valor que tenemos los padres en sus vidas, no sólo en el caso de quienes son los progenitores biológicos, sino también en numerosos casos de quienes se hacen cargo de la educación y formación de los hijos, como son los tíos, los abuelos, algunos hermanos mayores, pero también se reconoció por partida doble a aquellas madres solteras que hacen también las veces de papás cuando estos ya no están en el hogar por diversas razones (divorcio, fallecimiento, abandono del hogar, entre otras).
Transcurrido el lapso de los 20 minutos, el conferencista nos unió a padres e hijos, y a estos últimos les pidió que nos abrazaran y valoraran lo que representamos en sus vidas. Fue un momento verdaderamente emotivo, pues ambos no podíamos dejar de llorar. El ambiente se impregnó de sollozos y lágrimas de diversas emociones y sentimientos encontrados. Tras contener el llanto, como pudimos, los progenitores nos armamos de valor y, frente a frente, les leímos a nuestros muchachitos la carta que les habíamos escrito. Ignoro qué pasó en el caso de los demás, pero en lo que respecta a quien esto escribe y su hija, la voz se me quebraba repetidamente pero al final terminé de leer, y como premio recibí un abrazo tremendamente fuerte y efusivo de mi hija que aún recuerdo como si hubiera ocurrido hace un instante.
El mensaje del conferencista había cumplido su propósito: unirnos más a padres e hijos y hacernos reflexionar sobre la importancia de expresarles a estos, pero en el terreno real de los hechos -no sólo con palabras- cuánto los amamos y lo que significan en nuestra existencia, además de la comunicación frecuente que debe existir en la familia, así como recordarnos una frase que aún mantengo muy presente: "No llegar tarde" a la vida de los vástagos, entendida como estar siempre al pendiente de lo que hacen y piensan.