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Los trucuntecos, los duendes de los niños y los libros

Los trucuntecos, los duendes de los niños y los libros

Los trucuntecos, los duendes de los niños y los libros

DR. FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ

Son una especie de duendes, los más de 3 milímetros. Y de allí para abajo, tienen forma de hipocampo (caballitos de mar) asexuados, de dos pies y dos pequeñas alas en la espalda; y la gran maravilla, pueden pensar. Odian a los gnomos y a los Pitufos a quienes tienen declarada la guerra total, son amigos se todos los animales desde los insectos hasta los grandes mamíferos. Nunca se sabe cuándo nacieron, cuántos son, qué edad tienen, porque nadie ha atrapado alguno.

Los únicos que pueden conversar con ellos, son los niños que comienzan hablar, a ellos los cuidan y les cuentan sus aventuras. Es por eso que algunos niños, muy raras veces por cierto, ya cuando son más grandecitos, los tienen grabados en el subconsciente y son los que cuando empiezan a luchar con el lápiz, alguna vez los han dibujado y es por eso que se les conoce.

Hay ejércitos de trucuntecos, son transparentes, de un mimetismo tan exagerado que usted puede tener uno en su escritorio y jamás logrará verlo. Se alimentan de las buenas palabras, de los versos extraños y de las metáforas exactas. Pululan en las bibliotecas, en las escuelas, en centros literarios, en librerías y sobretodo en las casas de los escritores.

No se espante si usted pisa alguno, solamente lo aplastaría un momento, pues cuando levante el pie el trucunteco se sacudirá como los perritos cuando los bañamos y volverá a su estado natural, obviamente que usted no lo verá.

Como se alimentan etéreamente, pueden después de comer emitir un ruido de satisfacción inaudible que por su frecuencia, puede entrar al pensamiento de los escritores a manera de inspiración y así reciclara su alimento, cuando se lleven al papel lo que dicta la emotividad después de la exhalación del minúsculo personaje.

Nunca duermen, siempre están listos por si hay comida, sobre todo si es nueva y extraña y a veces exótica. Vuelan tan velozmente moviendo como rehilete sus pequeñas alas, que ahorita están aquí y en segundos ya están sobre los ojos oblicuos de un japonés, diciéndole al oído un haikús; de allí pueden transportarse hasta el turbante triste de Omar Khayyam a recitar sus rubayatas. Todos los trucuntecos se conocen y siempre están ávidos para enseñar a cada quien lo más hermoso de la vida.

Son traviesos a más no poder, en veces se unen a las jaras de Cupido (único duende con el que no pelean) y se introducen al corazón de los enamorados y desde allí les dictan frases hermosas que la mayoría de las veces, tienen más acierto que las mismas flechas de Cupido.

Cuando usted abre un buen libro, saltan como chapulines, le arrojan arenilla a los ojos y lo adormecen para que lo que usted lea llegue en forma de sueño fantástico y entonces usted será el héroe y el travieso trucunteco tendrá mucho de donde alimentarse.

Solamente tienen un gran defecto, pronto se fastidian de la misma persona. A ellos no les importa dejarlos dormidos, aletargados o bien enamoradísimos, porque sin causa, se baten en retirada hacia el pensamiento de otro incauto.

Escrito en: usted, tienen, pueden, están

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