FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ
EL SIGLO DE DURANGO
Juárez, tu nombre como símbolo recorre el mundo. Dos siglos son dos días que anunciaron la prosapia de tu nacimiento, tu camino irredento por la patria dadora de voces, que compendian todos los lenguajes predestinaba el rumbo del coloso.
En Durango eres el padre guiador de impulsos, de los que buscan el numen que se encierra en las aulas. Le entregas tu nombre a la cuna infinita de la ciencia de nuestra Alma Mater, donde la juventud frente a tu esfinge siente la caricia de tu mano que se expande sincera hacia los cuatro vientos.
De las vértebras añiles adosadas al pellejo dela Sierra de Ixtlán, barro negro de Oaxaca, manos de filigrana de los dioses de antaño en hechizo forjaron el molde único para darte su sangre. San Pablo Guelatao universal fragua. Semilla límpida de maíz milenario, planta taumaturga para resarcir el hambre de la desierta raza. Así tu nacimiento padre de las leyes, de todos los conceptos. Indio zapoteca sin otros hilvanes, raza pura como el viento que emite sus canciones en el solar de tierra dulce.
Después del desprendimiento de los padres como una astilla entre las uñas desgarra el amor filial. Por tus ojos oblicuos se miró el águila, niño mexicano cuyo atavismo no hizo mella y reclamaste el vuelo.
De tu flauta de carrizo florecieron notas que ni el cielo entendía. Los corderos balaban imitando a las nubes que iban a otras partes. Hay seres sin dueño y tú eras uno de ellos. Niñez de indio, canción de flores y arrullos, de montañas y valles, música en la boca en palabras como idilios, con la voz hecha eco en la naturaleza.
Huye Benito...tu itinerario está marcado en las líneas del héroe. Solo tú entendiste el lenguaje puro con que habla la patria. Tus pies descalzos probaron camino, el polvo cubre, acoraza el intento y protege el alma. Oaxaca, sueño que llama, con el amor materno delas grullas, voz aterciopelada, te recibe en su regazo de matrona, y les presta a tus ojos un puñado de sueños vivos.
Así se empalagaban en la ciencia oculta ese mundo de letras doblegaba las redes en el viejo seminario. Noches de insomnios, graves, templaron tu espíritu al estudio, y la doctrina te conlleva al instituto de ciencias y arte. La abogacía se incrustó en tus venas, el amor por la igualdad y la confianza. Ir destilando leyes como si fueran hijos. Benito, chispa que resurge cuando la patria estaba en duelo. Transformación del hombre floración de su estirpe, clamor original de la superación del ser. Espiga dorada, pétrea columna que no derriba nadie, ni las adversidades ni las ocultas letras de los complejos libros. Con voz fuerte necesaria y la verdad acuestas, Guillermo Prieto ante el acoso de los rifles que te apuntaban ,dijo: Los soldados mexicanos no asesinan y seguiste adelante en desafío perenne ante el retrato mutilado de la México.
Supiste de las celdas inundadas de San Juan de Ulúa, de caminos lejanos en la Habana y Nueva Orleans. Te hospedó el Palacio de Zambrano en el retorno por la gloria de Paso del Norte. Nacía en tu mente la frase que te hizo Benemérito de las Américas: "Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".
Las Leyes de Reforma te dieron la fuerza del buen gobierno. Con el fervor patricio heredado del caudillo del sur, escribiste tus leyes. La nación es la dueña de todo lo que en ella more.
Cuando La Francia de los napoleones cuya fama de ejércitos sin tacha invencible y zuavos, hollaron tu suelo y su pie predijo lo que González Bocanegra escribió con luz de cielo, convirtiendo a tus hijos en soldados divinos. Cinco de mayo, guerra sin tregua con los Zaragoza y González Ortega, y los zacapoaxtlas de filosas lanzas. Las armas mexicanas se cubrieron de gloria
Voces traidoras de ególatras y falsos mexicanos crearon su imperio, sonaron los glamures de la aristocracia en niebla perdularia trajeron desde Miramar la rubia barba de Maximiliano de Habsburgo, sueño meteórico cual los delirios de Mamá Carlota.
Porque en Querétaro patrióticos rifles del Cerro de la Campanas, con tu voz de mando la invasión cegaba y cundió la soberanía de suelo mexicano. No es cierto que tu cardias se cerró a la vida. Los hombres como tú no tienen muerte. Allí está tu misión de velar las leyes sobre los pueblos y montañas, en la voz de las aves, en la garra del jaguar y la tenacidad de la pluma. La mirada de México sigue firme en tu hemiciclo:
¡Viva Juárez, mil ecos repitan!