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Durango

Carlos Monsiváis

Traductor del México contemporáneo

Carlos Monsiváis

Carlos Monsiváis

Siglo Nuevo

Carlos Monsiváis se ha convertido en figura obligada de la vida cultural del México contemporáneo, pues su amplia obra, que incluye crónica, ensayo y crítica, no sólo sigue vigente, sino que resulta fundamental para entender la cultura popular, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX.

En el marco del quinto aniversario luctuoso de quien fuera uno de los intelectuales más importantes del país, que supo indagar en los aspectos fundamentales de la sociedad, la política y la cultura mexicanas y que con ironía y amplios conocimientos ejerció una crítica inteligente, escritores y especialistas reconocieron el gran vacío que dejó, el cual sólo se puede llenar al leer lo que Monsiváis escribió.

El poeta Hugo Gutiérrez Vega recordó que “los conocimientos de Carlos son amplísimos, sus territorios abarcan, como los del Rey Sol, toda América, Europa y Oriente; de todo sabía y de todo hablaba bien, creo que uno de los aspectos esenciales es su actitud política libre, independiente, crítica, valiente. Le hizo mucho bien al país y sabíamos cómo observaba las cosas con acuciosidad y con valentía, lo que decía era invariablemente valioso para obtener una imagen de este país cada vez más complicado, más injusto, más inequitativo, más violento, menos justo, menos serio, menos rico en las actividades democráticas y en la vida social intensa y libre”.

Gerardo Estrada, apoderado general de la Asociación Cultural El Estanquillo, aseguró que a cinco años de su partida, Carlos Monsiváis está más presente que nunca en nuestras vidas. “La ciudad y el país le deben mucho a Carlos, que era una conciencia viva, una persona no crítica, porque si bien es cierto que tuvo una posición crítica frente a las cosas, Carlos era un analista”, ya que buscaba comprender los fenómenos sociales y todo lo que sucedía a nuestro alrededor.

Monsi, como le decían de cariño, “fue el gran testigo de la segunda mitad del siglo XX mexicano y sus testimonios son fundamentales para comprender lo que ha pasado en esos años y por qué somos ahora así, muchas de las explicaciones a lo que sucede hoy en México están ahí”.

Por ello, la historiadora de arte Dina Comisarenco señaló que “sin lugar a dudas Carlos Monsiváis ha sido uno de los cronistas más populares y justamente reconocidos de la Ciudad de México. Escribió sobre infinidad de temas de la sociedad y de la cultura nacional, obsequiándonos, en la mayoría de los casos, opiniones sensibles e inteligentes, generalmente de naturaleza irónica y muy polémica, que por eso mismo resultan extraordinariamente estimulantes hasta el momento actual y seguramente por muchos años por venir”.

DOCTO EN LUCHA LIBRE, FUT, CINE Y CARICATURA

Carlos Monsiváis escribía de todo y ejerció la crítica con ironía para abordar los fenómenos sociales que registraba y analizaba, lo mismo de futbol, lucha libre, cine y caricaturas, que de arte, la ciudad, la Virgen de Guadalupe y la música, como queda asentado en el libro Imágenes de la tradición viva de Carlos Monsiváis.

En el volumen, un proyecto editorial de la Fundación Bancomer y con edición iconográfica de Déborah Holtz y Juan Carlos Mena, se presentan a lo largo de casi 700 páginas una serie de ensayos, aderezados con fotografías, en los que Monsiváis aborda diversos temas de la cultura popular en México.

Del Zócalo capitalino decía que ni mexicanos ni visitantes prescinden de él, pues recupera la visión panorámica del pasado. “Si para la inmensa mayoría de los mexicanos la vida laboral y cotidiana transcurre lejos del Zócalo, no así la vida simbólica”, ya que por su condición accesible y sus usos múltiples no discrimina, es democrático y de todos los espacios nacionales, es el más resistente a la privatización.

Al respecto, Henoc de Santiago consideró que estas ideas siguen vigentes, pues “finalmente todo lo que pasa en el país se refleja en el Zócalo, que desde la época prehispánica tiene una importancia singular en este país. Es como el espacio donde todo el mundo se identifica como mexicano, yo creo que el Zócalo de la Ciudad de México sigue siendo el corazón del país, palpita, es un espacio donde todo sucede, donde uno puede ver esa mezcla de gente al igual que en el Metro. En el centro es donde te das cuenta de ese verdadero México, quizá falta un poco el México indígena, hay poco, pero es ese México urbano, ese México joven, ese México vibrante se ve en el Zócalo”.

MONSIVÁIS Y EL EROTISMO DEMOGRÁFICO

También decía que, en el terreno visual, la Ciudad de México es, sobre todo, demasiada gente. “Claro que es vigente -consideró Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología-, de él también es la frase del erotismo demográfico, antes que separaran a hombres y mujeres en el Metro, él hablaba del erotismo demográfico en una crónica maravillosa”.

Sobre música, Monsiváis señalaba que en particular la tropical, se había convertido en una tradición poderosísima, con la cual un amplio sector de la población transparenta sus aspiraciones y frustraciones, ya que, por ejemplo, “la cumbia o el vallenato, más que gustos, son atmósferas urbanas y autobiográficas”.

En este sentido, Gerardo Estrada apuntó que al escritor “le gustaba toda la música popular, tenía un gran conocimiento, en todas ellas veía expresiones de los sentimientos populares, veía expresiones de la sensibilidad mexicana y entendía que a través de la música nos estábamos educando sentimentalmente de alguna manera”.

A Calos Monsiváis también le gustaba mucho la caricatura, ya que señalaba que el dibujo político, sin movilizar masas o derribar instituciones, sí estimula un uso flexible y divertido de la crítica y consideraba a los moneros como avanzadas de la libertad de expresión.

Rafael Barajas “El Fisgón” coincidió con lo dicho por Monsi, pues “yo sí creo que la caricatura en México ha sido, desde el siglo XIX, la punta de lanza de la libertad de expresión. Son los caricaturistas los que abrieron terreno dentro de lo que es la prensa de combate para abrir los márgenes de lo que se podía decir en aquel entonces, al punto que alrededor de 1870 las revistas de caricaturas contribuyen a derrocar a un presidente, es el caso de Sebastián Lerdo de Tejada”.

Acerca de la Virgen de Guadalupe, Monsiváis aseguraba que se trata de la imagen más repetida en la historia de México, pues “en una sociedad aferrada a los símbolos”, las alegorías son el primer lazo de unión.

SE LLEVABA BIEN CON LA DOÑA

Su análisis de la cultura popular lo llevó a reflexionar sobre personajes emblemáticos como María Félix, la cual, dijo, veía en el lujo la escenificación de sus fuerzas interiores, la aspiración de la mujer prudente, arrebatada, altiva, que choca contra sí misma, pero sin llegar a ser un referente de la lucha social. Al respecto, Antonio Saborit recordó que con este tipo de comentarios, Monsiváis “sobre todo buscaba no ofenderla, porque se llevaba bien con la Doña”.

En este sentido, Dina Comisarenco precisó que en alguna oportunidad el autor se definió a sí mismo, en tercera persona, como alguien que “alterna su misoginia con una encendida defensa del feminismo”. Si bien, dijo, contribuyó a dicho movimiento con mordaces críticas al machismo, el lado misógino del autor quedó de manifiesto, pues hasta Elena Poniatowska decía que Monsi “amó a su país, amó a sus gatos, amó a sus escritos, pero no amó a las mujeres”.

Y es que sobre Frida Kahlo, el autor escribió que en una sociedad machista, donde lo pictórico era asunto exclusivo de los hombres, "Frida se desentiende de las nociones reverenciadas de discreción y buen gusto y en exorcismo portentoso se pinta enferma, engendradora y decapitadora de sí misma, hereje procesada por las inquisiciones de la mente y el cuerpo”, pues a ella todo le está permitido, porque la naturaleza ya se permitió todo con ella.

La especialista en arte consideró que esta afirmación es un ejemplo de esa ambigüedad misógina-feminista. “Por supuesto que no a todo el mundo debe gustarle la obra de Frida y ciertamente parece que este fue el caso de Monsiváis, pero la explicación reduccionista de su valentía, tanto temática como formal, en relación exclusiva con sus padecimientos físicos, no me resulta satisfactoria, por el contrario, me parece que denota un cierto prejuicio de carácter discriminatorio”.

Por otro lado, en materia deportiva, comentó Antonio Saborit, “todo mundo oyó hablar a Monsiváis pestes del futbol”, el cual según el escritor es el acto más individual y colectivo que lleva a la cumbre del entusiasmo o del abatimiento, ya que en el fanático opera una estrategia psíquica donde cada uno se convierte en el equipo de su preferencia.

El dramaturgo Luis Mario Moncada se distanció de esta afirmación, ya que, dijo, “me parece una postura respecto del acercamiento que uno puede tener al deporte, sin embargo, creo que uno puede ver el deporte como una manifestación cultural y como la manifestación de la destreza de un individuo o de un colectivo, la verdad que esta idea del apasionamiento por unos colores o por un logotipo o por una forma de jugar y de identificar una realización deportiva se tiene que apreciar”.

Indicó que si bien no es ningún secreto su afición al deporte, “creo que también se puede apreciar este mismo sin el apasionamiento que va de la identificación con un equipo determinado. Yo, conforme pasan los años, me vuelvo más un aficionado al deporte por sí mismo, no tanto por mi cercanía con uno u otro equipo, de hecho cada vez me distancio más de los equipos y me gusta más el deporte como manifestación”.

Sin embargo, Antonio Saborit recordó que durante el Mundial de México 86, como todos estaban fascinados con esta competencia, Monsiváis reconoció el derecho al relajo y a la felicidad que tiene la gente “y se puso de su lado, porque no eran manifestaciones políticas que siempre son políticamente correctas, era otra cosa, el relajo”.

MÁS DE 4 MIL PELÍCULAS EN SU COLECCIÓN

El cine es uno de los temas que más apasionaron a Monsiváis. Reunió una colección de películas superior a los cuatro mil títulos, que hoy está resguardada en la Cineteca Nacional y apuntaba que los grandes cines que existían, la mayoría de los cuales hoy ya han sido desmantelados, eran lugar de encuentro, ya que daban cabida a toda la población.

Si bien, advirtió Henoc de Santiago, “no estoy seguro que haya pasado la costumbre de ir al cine, hoy son más popis y más ostentosos, están llenos, claro los costos es otra cosa, antes eran costos muy bajos, a precios actuales unos 10 o 15 pesos y ahora cuesta 70, se ha hecho sumamente elitista y si es doloroso que estén llenos, pero de otro tipo de gente, siguen siendo lugar de encuentro, de esparcimiento, la gente va y aprende, pero no estoy seguro que esté abierto a todos los mexicanos como antes, porque era muy barato, además dentro de las cosas que estaban reguladas, además de la canasta básica, era el precio del cine”.

Finalmente, se puede hablar de los aforismos de Monsiváis, que decía por ejemplo, que las clases dominantes tienen un afán de ser cada día menos mexicanos y de ahí el empeño de los dominados por la reapropiación del país y de sentirse solo eso: mexicanos, a lo cual atribuía el éxito de películas como Mecánica nacional o Lagunilla mi barrio.

Para Antonio Saborit “esa es la parte como sociológica de Monsiváis, las conjeturas que se inventaba después de una frase. La primera parte de la frase se sostiene, la segunda parte patina, no es una consecuencia y no es así, no es exactamente así. Sería lo mismo, hay el mismo deseo, no sé cuántos Ronaldos y Messis te puedes encontrar, es lo mismo, porque lo propio no te satisface”.

Escrito en: Monsiváis, México, Carlos, pues

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