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GALERÍA SEISDIECIOCHO

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CARLOS CÁRDENAS

La imagen conocida como Divino Rostro es una representación muy popular dentro de la iconografía cristiana, tanto en la tradición occidental como la oriental; infinidad de pintores en la historia del arte han recurrido a dicho modelo, desde el arte bizantino hasta el realismo del siglo XIX. Poca gente sabe que estas imágenes tienen un origen muy antiguo y singular. Según la tradición, su diseño proviene de íconos que tienen un origen milagroso y no producido por manos humanas; el nombre que se les asigna es el de ACHEIROPOIETOS o VERA ICON.

El Divino Rostro o Rostro de Cristo realizado por los artistas vendría a ser una copia del original, de origen milagroso o copia de la copia con el transcurrir del tiempo. Una de las leyendas más conocidas que dan origen a la aparición de dichas imágenes narra que en el camino de Jesús al Gólgota para ser crucificado (Vía Crucis), una mujer identificada con el nombre de Verónica limpia con un velo la sangre y sudor del rostro de Cristo dejándolo milagrosamente plasmado en el mismo; en otra, se habla del lienzo conocido como Santo Sudario con que fue colocado en el rostro del Salvador y que posteriormente era cubierto por una sábana más grande que envolvía al cuerpo completo (según los procedimientos de preparación para sepultura de aquel entonces) la cual vendría a ser lo que hoy conocemos como la Sábana de Turín o Sínode, entre otros relatos más.

Algunos de estos íconos se encuentran custodiados y exhibidos en diferentes templos y lugares sagrados, no sin despertar polémica y debate debido a la proliferación que en su momento hubo de reproducciones y falsificaciones, aunado al hecho de que cada lugar reclama poseer el original. Las representación estandarizada que se tiene del rostro de Cristo, al menos hasta principios del siglo XX, fue la de un hombre de cabellos largos y barbado, con pocas excepciones como la realizada por Miguel Ángel en el Juicio Final de la Capilla Sixtina o el Cristo de San Juan de la Cruz de Salvador Dalí; aun así, la mayor parte de la gente seguimos teniendo presente las características esenciales de la fisionomía de Jesús de Nazaret.

El desarrollo del arte bizantino, incluso en nuestros días, la apropiación de dicho modelo en la Edad Media y Renacimiento, sobre todo aquella aprovechada por grandes y míticos artistas como Leonardo da Vinci en su Última Cena, Rafael en La Transfiguración, Tiziano en sus Cristos ajusticiados, el Greco en su versiones occidentalizadas del Divino Rostro o Velázquez en su Cristo crucificado del Museo del Prado, nos hablan de una tradición iconográfica consolidada y difícil de pasar por alto; incluso, las diferentes propuestas cinematográficas con relación al tema no han rechazado la Vera Icon como fuente de inspiración, pudiendo citar por ejemplo,: Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli, La Pasión de Cristo de Mel Gibson e Hijo de Dios de Christopher Spencer, entre otras.

La Vera Icon ha impuesto su poder evocativo en muchas culturas durante mucho tiempo, y aunque los artistas han hecho sus aportaciones respectivas, el arquetipo permanece como una piedra angular, enraizada en lo más profundo del inconsciente del hombre occidental. Pero más allá de la búsqueda artística de la representación fidedigna de un personaje tan influyente como Jesús de Nazaret tendremos que reconocer que la variedad de todas las copias y la aparente imprecisión de los originales (acheiropoietos) no hacen otra cosa que detonar aquella ancestral, fascinante e insuperable experiencia humana y estética: EL MISTERIO.

Escrito en: Galería Seisdieciocho Cristo, Rostro, Jesús, origen

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