
¿Qué calificación se merece?
En un ejercicio de autoevaluación poco común, recientemente, en la escuela de una de mis hijas, padres y madres de familia fuimos citados por la maestra de grupo con el objetivo de entregarnos las calificaciones del semestre abril y mayo, situación que aprovechó la docente para aplicarnos una especie de examen mediante el que se calificarían tres aspectos fundamentales en el desarrollo de los hijos, dentro y fuera del salón de clases: tiempo para el seguimiento de las tareas, la convivencia en el hogar y las reglas en casa.
El primer renglón que se nos pidió a papás y mamás que evaluáramos fue el correspondiente al tiempo que dedicamos para apoyar a los hijos en las tareas que diariamente se encargan para que se realicen en la tranquilidad del hogar. La primera opción era de 10 a 20 minutos; la segunda, de 20 a 40 minutos; y la tercera, más de ese tiempo. Cada progenitor debía ser honesto en sus respuestas y autocalificarse en la escala del 5 al 10, en el entendido de que 5 era reprobación y a partir de 6 se aprobaba de "panzazo".
Lo sorprendente de este ejercicio fue observar cómo muchos de los padres y las madres que participaron en esta dinámica no fueron honestos a la hora de contestar cada una de las preguntas, pues se autoevaluaron con promedios de 8 a 9, cuando en la realidad la mayoría de sus hijos dista mucho de esas calificaciones, lo que la maestra pudo constatar cuando cada progenitor o tutor dio a conocer en voz alta lo que consideraban que se merecían en ese aspecto, ya que continuamente la profesora hace especial hincapié en que menos de la mitad de los alumnos cumple puntualmente con sus tareas.
El segundo aspecto que se evaluó incluyó la siguiente pregunta: "En su casa ¿hay convivencia armónica en la familia, de tal manera que se refleje en el comportamiento de su hijo(a) en la escuela?". Personalmente, pude percibir que en este reactivo los papás y mamás tardamos más tiempo en contestar, pues la maestra hizo la observación en el sentido de que los problemas entre progenitores, muchas veces, los atestiguan los hijos, situación que puede influir negativamente en su aprovechamiento académico y en su conducta hacia los demás compañeros de la escuela. También podría ocurrir lo contrario, es decir, un escenario donde se puede corroborar cómo un ambiente de armonía repercute positivamente en los hijos en los distintos ámbitos.
Al abordar el tercer y último tema, relativo a si se respetan las reglas que existen en casa para conservar el orden y la armonía, o si, por el contrario, los hijos se valen de berrinches o chantajes para evadirlas, los padres nos vimos en aprietos pues tuvimos que realizar un veloz ejercicio de honestidad ya que en ocasiones cedemos ante los caprichos de los hijos con tal de no discutir sobre las actividades que les corresponde desarrollar dentro del hogar, lo que nos hace perder autoridad.
Una vez que papás y mamás terminamos de contestar el breve pero sustancioso cuestionario que sólo contemplaba tres breves pero complejas preguntas, se procedió a sumar cada una de las calificaciones que los padres asignamos a cada aspecto, al tiempo que se dividieron para obtener un promedio general que fue de 7.5, una evaluación general que más o menos coincidió con la que desarrolló por su parte la maestra y que fue de 7.0, ya que a su juicio falta aún mucho por hacer en cada aspecto que en esta ocasión se calificó conforme al criterio de cada madre, padre o tutor.
Por supuesto que luego de conocer los resultados hubo algunos padres que levantaron la mano para opinar que en varios casos no se tuvo la suficiente honestidad y valor para reconocer que una calificación de 8 o 9 no reflejaba el verdadero rendimiento escolar de los hijos, sobre todo cuando se trata de pequeños que atraviesan por una situación difícil con respecto a su aprendizaje en materias muy específicas o en aspectos elementales que ya se deberían dominar, como el relativo a la lectura, en el que ya no debería haber problemas.
Habría que agradecerle a la maestra Agustina Carrizosa por el esfuerzo que realiza todos los días, no sólo por mejorar el aprendizaje de los niños que tiene a su cargo, sino al ir más allá de su labor al preocuparse y al exhortarnos a los padres de familia a que les procuremos a los hijos un mejor ambiente, de mayor armonía en los hogares, para que de esta manera nuestros pequeños asimilen con más gusto y dedicación los conocimientos que se ponen a su disposición en la escuela.
Así, sólo con la conjunción de trabajo entre maestros, alumnos y padres de familia podemos mejorar no sólo el rendimiento escolar de los hijos, sino que de esta manera coadyuvamos a que se conviertan en seres humanos más responsables, solidarios y sensibles a las necesidades de los demás.
En este contexto, amable lector, usted, como padre, madre de familia o tutor(a), ¿qué calificación considera que se merece? Se lo dejo de tarea.