Los compositores de canciones son los poetas del pueblo; retratan los sentimientos del mexicano a través de sus letras; sobre todo en las canciones rancheras nos identificamos con algunas de ellas y al correr del tiempo si la volvemos a escuchar. Nos traerá el recuerdo de ese momento que ya se fue.
Sin embargo algunos compositores se han olvidado, quedando solamente la canción en la voz del intérprete. Tomás Méndez no fue la excepción; para muestra unas cuantas letras de arraigo popular. Recordamos: "Cucurrucucu paloma" a Miguel Aceves Mejía,"Las rejas no matan" a Javier Solís; "Suspenso infernal" a Los Dandys; "Tres días" a Pedro Infante; "Paloma negra" a Lola Beltrán; "Leña de pirul" a Manolo Muñoz; "Golondrina presumida" a Marco Antonio Vázquez; "La muerte de un gallero" a Vicente Fernández y "Huapango torero" a Raphael... y un sin fin de etcéteras. Todas las canciones son de la inspiración de Tomas Méndez, el compositor de las aves.
Tomás Méndez nació en la ciudad de Fresnillo, Zacatecas el 25 de julio de 1926. Gobernaba la nación mexicana el general Plutarco Elías Calles, quien ordenó en su megalomanía, cerrar los templos, tal vez eso sería el más triste recuerdo de esos años. Apenas tres años atrás entre Calles y Obregón habían asilenciado al brazo armado de la Revolución.
La infancia de Tomás fue como la de todos los niños de Fresnillo, hijo de familia numerosa, donde el sostén era el padre, minero clásico que terminó su vida como todos, con los pulmones carcomidos por la sílice, desgarrándolos en cada tosida con expectoraciones llenas de sangre, hasta dejar escapar por ahí la vida.
En Fresnillo, el 80% de los habitantes en edad de trabajo (18-60 años) laboraban en la Compañía Minera. La consigna era dejar la escuela primaria, después trabajar en donde se pudiera, generalmente de mozo o mandadero, hasta cumplir los 18 años, hacer el servicio militar obligatorio y entrar a trabajar a la mina.
Al dejar la primaria, Tomás se dedicó a llevar la comida a los mineros de superficie, a quienes les daban tiempo de comer a mediodía. Muchos muchachillos eran encargados de lleva comidas, con la consigna de que les dejaran algo en las viandas, que ellos llamaban "crestas". Allí lo recomendaron con uno de los jefes gringos, Joe Wright, que necesitaba un muchacho para que le cuidara a su hijo pequeño, por lo que estuvo un tiempo en la llamada hacienda Proaño, donde vivían los gringos dueños de la mina, sintiéndose él importante porque le impusieron un gafete para entrar y salir de ese paraíso gringo. No todo dura más que lo necesario, el pequeño hijo del gringo se atravesó a la máquina de vapor que arrastraba las góndolas de metal a la estación del tren a siete kilómetros de Fresnillo, murió instantáneamente, ante tal desgracia el gringo retornó a su patria, no sin antes dejar a Tomás como mozo en el hospital que atendía o más bien desatendía a los mineros. Desde allí comenzó a silbar y tararear sus incipientes composiciones. Tal vez lo inspiraban las palomas que anidaban en los huecos que dejaran las balas de la Revolución en la torre única de la Parroquia de la Purificación, o el revoloteo de los gorriones en los mezquites que antecedían a las colinas formadas por los jales (residuos de metal)
Junto con su preámbulos musicales también nacía en él el espíritu aventurero, y dejó el terruño, al que tiempos después le cantara en su Fresnillo Lindo. Como todos sus paisanos era devoto del santo Niño de Plateros, a quien dedicó su canción El gorrudito de Atocha. Al igual que otros muchos, abandonó la patria chica con el dolor de dejar los recuerdos, con la consigna de no ser minero, de romper la cadena de tantos años, para buscar un futuro más alentador. Quitándose el estigma que traía desde el nacimiento.
Dio a conocer sus primeras composiciones al grupo musical que tocaba en fiestas y reuniones. Empezaron a interpretar algunas de sus canciones en un burdel del pueblo al que iba de cuando en cuando a escucharlas. Ahí, conoció a una joven que aumentó su inspiración para componer. En su juventud viajó a Ciudad Juárez en busca de oportunidades. Lavó platos en un puesto callejero, pasó tiempos difíciles, por lo que decidió volver a su pueblo. En Juárez conoció a Gabriel Gómez, quien más adelante le grabaría un acetato. Se trasladó después al Distrito Federal sin imaginar que se quedaría a radicar. Al llegar fue llevado con don Felipe, portero de un edificio y tío de un amigo; se quedó un tiempo con él. Después se fue a vivir con su tío Clemente Sosa, donde una tía lo invitó a la Basílica de Guadalupe. Ahí, se encomendó con fervor y pidió ser compositor, ofreciéndole a la Virgen de Guadalupe una canción para el siguiente año, a la que llamó Ofrenda guadalupana, que fue interpretada por Lola Beltrán. Desde entonces, no faltó a su cita cada 12 de diciembre. Al regresar a la Basílica de Guadalupe, al año siguiente, había conseguido empleo como jalador de aplausos en la XEW, con Severo Mirón.
Después, trabajó en Cinebos Company como ayudante de productores, cerca de la XEW. Sus jefes eran Juan Gabriel Martínez y Margarita Michelena. Convivió con los escritores responsables de los programas Ley Mex, Gracias Doctor y La Hora Mejor, con Mejoral. Además, ayudaba en el departamento de radio compaginando y sellando guiones. En una ocasión, cuando estaba con Jorge Polilla Gutiérrez en la XEW en La Hora Mejor, con Mejoral, se le presentó una gran oportunidad: conoció a Los Tres Diamantes, a quienes más tarde acompañaría en una gira por Estados Unidos y Cuba como maestro de ceremonias, para después convertirse en su secretario. Por aquella época, dejó de trabajar con Los Tres Diamantes para dar a conocer sus canciones. Conoció a Mariano Rivera Conde, Director Artístico de RCA, hacedor de talentos, introduciéndose por la puerta grande como compositor y alternando con personalidades del medio artístico de esa época. Recibió su primer anticipo de regalías y en unos meses sus composiciones ya eran interpretadas con éxito por Miguel Aceves Mejía, como fue El Aguacero, quien le grabaría muchas más. En la casa del Indio Fernández conoció a Lola Beltrán convirtiéndose en su compositor de cabecera... Fue reconocido en innumerables ocasiones por diversas instituciones. Muestra de ello es el Museo Ágora José González Echeverría ubicado en Fresnillo, Zacatecas, donde dedican una de sus salas-museo a Tomás Méndez, con el objetivo de preservar su patrimonio cultural y difundir la vida y obra de uno de sus personajes ilustres. Fue miembro del Consejo Directivo de la Sociedad de autores y Compositores, de diciembre de l985 hasta su fallecimiento. Su infancia lo forjó para ser un hombre de lucha y sueños, y así superar los retos de la vida. El Mtro. Tomás Méndez falleció en la ciudad de México el 19 de junio de 1995.