Durante los últimos días observamos en la región días calurosos, algunos dicen que son más calientes que años anteriores y quizás tiene razón porque estos han sido abrumadores, ya no tenemos algunos pocos días con temperaturas pico elevadas y el resto estables, sino que notamos pequeños períodos de varios días en los que el calor resulta cada vez más agobiante.
Si comparamos los promedios históricos de temperatura del mes de mayo pasado y lo que va de junio, tenemos para el primer caso 37.25 grados como máxima y 14.35 grados como mínima, y para el segundo 38 grados como máxima y 15.8 grados como mínima, mientras que en 2017 mayo tuvo un promedio de 38.22 grados como máxima y 20.74 grados como mínima, y lo que va de junio 38.95 grados como máxima y 22.25 grados como mínima.
Esto significa que en los valores máximos el promedio de estos meses de 2017 se incrementaron casi un grado (0.97 en mayo y 0.95 en junio, este último en los veinte días que lleva), pero los promedios de las temperaturas mínimas se alteran entre seis y siete grados (6.39 para mayo y 6.75 grados en junio). En otras palabras, en estos cincuenta y un días del presente año el calor es más fuerte que en los promedios históricos.
Por otro lado, la precipitación durante este período de 51 días de mayo y junio apenas suma 10.40 mm (24.5% del acumulado en este año), algo que es relativamente normal ya que estos meses históricamente no se caracterizan por ser lluviosos, pero si habrá que denotar que el comportamiento de las lluvias en la región ha sido variable ocurriendo lo que llaman días con lluvias atípicas, como aquellos aguaceros que precipitaron de 50 a 50 mm.
Quizá se requiera un análisis sobre estas variables del clima (temperatura y precipitación) más detallado y en una dimensión no tan restringida como la que aquí mencionamos (solo 51 días) para hablar de un cambio en el clima en la Comarca Lagunera, y más completo para afirmar que este fenómeno local se deriva del cambio climático global que enfrentamos a nivel planetario. Pero no podemos negar que ya resentimos un cambio en el estado del tiempo durante esos 51 días, y que esto puede ser el preámbulo de lo que viene en un futuro no muy lejano.
El aumento en la temperatura acentúa el calor que sufrimos los laguneros y, como consecuencia de ello, aumenta la demanda de agua para mitigar sus efectos en nuestra vida cotidiana y laboral, situación que no debiera preocuparnos si consideramos que vivimos en una región donde existen los volúmenes de agua suficientes para enfrentar este y otros problemas propios de quienes habitan en el desierto.
Lamentablemente esto no ocurre como lo vemos con aquellas familias que no pueden acceder al agua para satisfacer sus necesidades básicas y con ello parece contradecir las estadísticas oficiales sobre suministro de este vital líquido en cantidad y calidad. Se afirma que en la región tenemos una cobertura de agua potable de 99%, es decir, que de cada 100 personas 99 tienen acceso a agua potable, pero quizás tales datos refieran a las viviendas que tienen agua entubada de la cual sale solo un chorrito insuficiente para satisfacer dichas necesidades, o que el suministro de agua es de alrededor de 300 litros por habitante por día (lhd), datos que nos refutarían con la mano en la cintura quienes padecen escasez.
Aunado a la dificultad de suministrar agua en cantidad suficiente a la población, también enfrentamos el problema de la calidad de esa agua entubada, que por ello solo puede definirse de esa manera y no como potable. Es de sobra conocido que la mayor parte del agua para uso doméstico que se bombea de los pozos está contaminada, y que por ello se instalan filtros que secuestren el arsénico, principal de esos elementos contaminantes.
Entonces, ¿dónde está el problema? Como lo señalamos en un párrafo anterior y sobre lo cual hemos insistido hasta el cansancio durante años, en la Laguna no debe haber problemas de suministro de agua para uso doméstico en cantidad y calidad necesarias para satisfacer la demanda que requiere la población actual y mucha más de ella si se multiplicara. Aquí el problema es de gestión del agua ya que no se maneja como lo indica la Constitución y las leyes en la materia.
Si bien es cierto que la responsabilidad inmediata de que se presente este problema recae en los organismos operadores municipales (Simas, Sideapa o SAPAL, por mencionar los más importantes), estos solo pueden perforar más pozos para extraer mayores volúmenes conforme la población lo demande que estará contaminada, o instalar los filtros para mejorar su calidad, responsabilidad que han tratado de cubrir a pesar de los rezagos financieros que tienen para mejorar sus equipamientos y servicios de suministro. Quizás requieren una cirugía de fondo que, desde luego, no se encuentra en su privatización, esta solo es una salida que muestra su incapacidad de cumplir las funciones para las cuales fueron creados.
El problema estructural es, volvemos a insistir, la sobreexplotación que realizamos de nuestros cuerpos de agua dulce subterráneos, en donde encontraremos la respuesta para enfrentar el cambio climático, ya que lo que observamos en este año con el aumento en la temperatura implica que nos preparemos para una mayor demanda de agua para uso doméstico y las únicas reservas de agua segura se encuentran en nuestros acuíferos. Pero para ello necesitamos regular las extracciones desmedidas que se realizan y priorizar su uso para la población.