El Ojo de Agua del Obispo
El ojo de Agua del Obispo desde el corazón del pa que Guadiana entregó sus notas cristalinas para dar vida a Durango: el milagro de su agua viva y juguetona recorría baldíos, plazas y jardines antes de que el sol despertara, para que en lo hogares no faltaran flores ni jarros de agua fresca.
Su líquido fue, por años, viejero sonriente por las calles que son orgullo nuestro.
Agua rodada, manantial por las acequias, espejo donde el cielo se lavó la cara para ser de un azul que inspira a los poetas.
Surtidor de agua que entre ahuehuetes y eucaliptos fue festín de todos: a nadie jamás le negó un trago; y en platillos y golosinas, en el baño o la huerta, en agua fresca era delicia, siempre dándose como novia enamorada.
II
Es el Ojo de Agua del Obispo, pero más lo define ser el ojo de la vida de una ciudad, pues por décadas por estaciones enteras los duranguenses alzaron su vuelo nutridos del líquido vital que por donde iba, aguabajo, daba tumbos y tumbos de alegría.
Era emblema de buen tiempo: su irse en balde no era irse, sino disfrazarse de agua horchata y mil sabores.
Su camino de agua cascabelera lo guardamos en la memoria porque su cauce jugaba con los niños...
III
Ah, perdurable Ojo de Agua del Obispo, te bebiste toda el agua de la lluvia, por eso es eterno el hilito de mar que nos regalas.
Desde el vientre aprendimos tu rumor de agua bendecida por Dios mismo, eres El Ojo de Agua pero eres Durango y corazón al mismo tiempo... palpitante prodigio para sabernos vivos nuestras palabras, recordándote, se vuelven canto de agua.