
La lluvia en algunos libros
Como una rotunda contradicción, llueve. Bien sabido es que 'Durango' significa "más allá del agua", pero en días como estos, de cielos cerrados y lluvia persistente, ningún nombre resulta más contradictorio que ese. Durango es de agua.
Es imposible moverse entre una lluvia continua y cerrada como la de las dos últimas semanas sin que sus sonidos, la humedad, los paisajes empapados y las percepciones nos remitan a ciertas lecturas de similar ambiente.
La lluvia es un elemento recurrente en la literatura; un fenómeno altamente "escribible"; es el llamado a la melancolía por excelencia para algunos; el realce del sentido fatídico, alegre o poético del mundo.
Si ocasionalmente una taza de café humeante resulta confortable a media tarde con el ruido de fondo y el paisaje que presta la lluvia, las precipitaciones por periodos largos van revelando poco a poco a la lluvia en su cara menos amable.
Los techos se trasminan, las paredes, las puertas de madera se hinchan y se traban, se vuelve imposible mantener limpio el piso de casas y negocios, los caminos se rajan y se vuelven peligrosos, las calles se encharcan, la ropa no se seca, lo cerros se desgajan y las casas de cartón se vienen invariablemente abajo.
No hay que soslayar el potencial destructivo en la persistencia de la lluvia.
En literatura, más que un elemento gratuito, de capricho o ambientación, la lluvia juega un papel crucial, las veces como protagonista o símbolo. (A menudo, el motivo de que recordemos los detalles de algún libro, por menores que estos sean, es porque contienen una considerable carga simbólica).
La primera cosa que se recuerda cuando se piensa en "Es que somos muy pobres" el cuento de Juan Rulfo, es quizás la vaca que flota exánime en el desaforado cauce del arroyo crecido por unas copiosas lluvias.
Las civilizaciones y la vida misma se configuran en torno a las afluentes y los cuerpos de agua seguros. (Mesopotamia). Pero así como las márgenes de los ríos y los lagos aseguran la subsistencia de las civilizaciones que en ellos se asientan, también les reservan el riesgo fatídico del desborde repentino. Ahí descansa la dialéctica de los ríos, que del mismo modo que ofrecen la vida, tienen la dramática capacidad para quitarla.
Además del diluvio bíblico del Génesis, pienso en "El luto humano" de José Revueltas y pienso en "Mientras agonizo" de William Faulkner. Novelas extraordinarias que comparten temas y similitudes en la trama. También pienso en los cuatro años, once meses y dos días que llovió en Macondo en el libro de Gabriel García Márquez. La lluvia y los libros guardan una relación íntima desde siempre.
Algunos libros como los anteriores o como "Farabeuf" o la misma"Rayuela" además, cobran una significación especial en días lluviosos como los que tenemos en Durango y por lo tanto deben tomarse como una plácida invitación a la lectura.