Para Jürgen Habermas, el futuro presidente francés muestra la valentía que las ideas pueden inyectar en la política. "Emmanuel Macron, dijo hace poco el filósofo alemán, es la antítesis del quietismo de los maniatados". Audaz, se ha atrevido a cruzar la línea de las ideologías, abriendo toda "una constelación entre los campos de la izquierda y la derecha". Emmanuel Macron no ha cedido a la tentación de camuflarse como populista, no ha renegado de sus convicciones para asociarse a la moda de los odios y los simplismos. Será muy pronto, el más joven jefe de Estado francés desde que Napoleón se coronó, antes de cumplir los 35 años. Significa también la reaparición del intelectual político, una especie que en estos tiempos parecería definitivamente extinta.
Llegó a la política desde la filosofía y se instaló en el centro viniendo de la izquierda. Fue ministro en un gobierno socialista, pero en algún momento tuvo que confesar que ya no se sentía propiamente socialista. Se cuenta que hizo su tesis sobre Hegel y Maquiavelo, que fue asistente del filósofo Paul Ricoeur, que adora la poesía de René Char, a quien ha citado en sus actos de campaña. Se describe como "muy camusiano". Ha escrito novelas pero no se ha atrevido a darlas a la imprenta. Una de las que esconde tiene como protagonista a Hernán Cortés. Si Fernando Pessoa imaginó a un banquero anarquista. Macron quiere demostrar que se puede ser banquero y republicano. Que se puede insistir en la ruta de la modernización y cuidar el interés general.
En campaña publicó un libro al que tituló Revolución. El título alude más a las circunstancias de nuestro tiempo que a la política que propone. Registra la ruptura de los hábitos, la quiebra de las certidumbres, la velocidad de las transformaciones sociales y tecnológicas. No alcanzo a ver el radicalismo de su propuesta. La innovación, si lo es, radica en la conciliación de los flancos. Mi programa no es de izquierda ni de derecha, ha dicho. Es de izquierda y de derecha. Ahí parece estar su apuesta: escapar de las alternativas, conjugar los valores contrapuestos, conciliar las más arraigadas enemistades ideológicas. Está convencido de que puede cuadrar el círculo: promover la empresa y cuidar la ecología; preservar una nación abierta y seguir construyendo Europa; impulsar la competitividad y la cohesión. ¿Dónde está la soberanía en hoy? A veces en Francia, a veces en Europa, responde. El maquiavélico sabe que la verdad juega en un columpio.
El tiempo dirá si hay algo más en este discurso que mercadotecnia. Una nueva versión de aquella Tercera Vía que empujó Tony Blair hace unos años y que pretendía igualmente, superar las viejas disyuntivas. Sudhir Hazareesingh, un historiador que publicó hace unos años un libro sobre Francia como nación intelectual, ubica una fibra propiamente francesa en el discurso de Macron: la filosofía política de Saint-Simon. Un utopista que creyó en la ciencia y en la tecnología como catapultas de la justicia; que vio a los banqueros como héroes que estimulan la creatividad social; un romántico que admiraba a los industriales como benefactores de la humanidad y que imaginó una religión laica que viera por el alma del mundo moderno. Lo cierto es que en el lenguaje de Macron hay un intento de acceder a otro vocabulario. El deseo de escapar del seco algoritmo técnico. Dar la espalda al odio, pero abrazar la emoción y el apetito de trascendencia.
El futuro presidente francés puede ser ideológicamente contradictorio o confuso. Lo que es innegable es su sentido de oportunidad. Olió el hartazgo y supo romper con la política tradicional... para recibir el apoyo de la política tradicional. Llegará al Palacio del Eliseo como un político independiente, sin ataduras a los partidos históricos y, al mismo tiempo, llegará con la bendición del aparato. En una entrevista en 2011, poco antes de que Hollande ganara la presidencia dijo: "una vez que la elección pasa, la realidad llega, los cambios sobrevienen y la aplicación estricta de las promesas puede llevar al fracaso o a las peores aberraciones". El tiempo de prueba llegará pronto para el presidente camusiano.
El centro se sostuvo en Francia. La victoria de Macron fue holgada, pero no puede ignorarse que el extremismo obtuvo 11 millones de votos, el 35 % de los emitidos ayer. Mucho cuelga de la suerte del nuevo gobierno francés. No sólo en Francia.
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