Augusto y el payaso 'Carablanca'
Daniel avanzó decidido, su público aguardaba y con un movimiento terminaría su acto. Trató de no voltear, entre la multitud se encontraba Mariana su exnovia y su nueva pareja. El día estaba radiante, la calle concurrida y lo más importante su maquillaje y nariz de payaso eran impecables. Tomó la escalera de tijera, el sudor resbalaba por su frente. No era la primera vez que se presentaba, entonces ¿por qué los nervios? Sus amigos se preguntaban lo mismo. "Y ahora vamos a finalizar nuestro show", oyó decir a su compañero. Sin embargo su mente lo transportó lejos, al momento en salieron del taller y subieron al auto rumbo al corredor turístico.
Raúl, quien conducía, le reclamó haberse tardado en maquillarse. En días soleados las posibilidades de sacar dinero aumentaban. "Estamos perdiendo dinero por tu culpa", dijo al mismo tiempo que pisaba el acelerador con sus enormes zapatos. "Déjalo, más perdió anoche, por fin lo mandaron a la fregada", rio César el copiloto mientras limpiaba su bombín. Aunque lo intentó Daniel no pudo salvar su relación; el estómago se le encogía cada vez que se acordaba. Aun así conservaba la esperanza de que si le suplicaba a Mariana podrían volver. "Ni le ruegues", habló Julio adivinando sus pensamientos. Era el único que iba de estatua viviente, tenía el rostro pintado de blanco y su vestuario parecía el de un monje, no obstante el aseguraba que era un ángel. "Mejor hazla que se arrepienta", completó César. ¿Pero de qué forma iba a hacerlo?
"Mi asistente está distraído el día de hoy". ¿Asistente? Repitió Daniel al oír a Raúl quien lo miraba furioso. "Sigues", le murmuró. La gente se impacientaba, el chico se sintió como un tonto. No debía preocuparse de alguien como Mariana. No tenían mucho de haber terminado y ya traía novio. Recordó a sus ídolos, el grupo de clowns Les Luthiers, ellos no habrían dejado que algo así interviniera con su acto. Al contrario habrían aprovechado sus experiencias para progresar. Sujetó con fuerza la escalera, su objetivo era la perfección, tal como lo haría un Carablanca el más astuto de los payasos. Sólo que su pierna derecha le pesaba, algo se aferraba a ella. Era un perro callejero de color marrón con manchas negras, le mordía el pantalón y se resistía a soltarlo.
"Ay no, es el perro otra vez", se lamentó Raúl. "Esto se va a poner bueno", sonrió Cesar. Incluso Julio, que permanecía inmóvil a pocos metros de ellos, se giró para verlos bien. Era el mismo perro que llegó antes de que iniciaran su espectáculo. Cuando Daniel le colocaba las alas a Julio en la espalda, por medio de un arnés que tenía oculto. Daniel aprovechó para comer un pedazo de pan con queso rancio que traía. "Guácala, eso está malo", le dijo Julio. "Tú no hables, se supone que eres estatua", contestó el muchacho; guardó el resto del pan en la bolsa de su chaleco e ignoró al perro quien lo miraba suplicante. Ojala no lo viera Cesar o tal vez querría adoptarlo. Se dirigió con el resto de sus compañeros, ya tenían listos los objetos con los que iniciarían: Un diábolo, una escalera, una bici pequeña, títeres, una silla y unas clavas. Raúl llamó la atención de las personas con su acto del diábolo y Cesar aumentó la audiencia con sus títeres, era el turno de Daniel.
Se subió al monociclo y dio vueltas alrededor del público. Le agradaba la sensación de aire dándole en la cara, no le importaban sus problemas en esos momentos. Todos lo miraban deseosos de saber qué haría a continuación. En eso el perro surgió de entre la multitud y fue tras él. Pedaleó más recio y el cachorro también aceleró. El joven se mareaba si no hacía algo, pronto le darían alcance. Temiendo un fracaso, Raúl se subió a la bici pequeña y se fue contra el perro, a su vez el animal trataba de tumbar a Daniel. A punto de ser capturado el canino saltó y Raúl fue a chocar con su compañero. Los muchachos cayeron y se levantaron sin ocultar el dolor del golpe. "¿Dónde está ese infeliz?, profirió Daniel buscándolo. Su amigo lo calló con un gesto y le ordenó que sonriera. La gente se divertía, hasta Julio olvidó que era estatua, se carcajeaba a la vez que golpeaba con sus alas a los que pasaban junto a él.
Sin embargo lo peor estaba por llegar. El perro hundió sus colmillos en la pierna de Daniel, al menos daba la impresión de no tener rabia. Mariana y su novio observaban burlones. "Maldito animal, por qué no los muerde a ellos", pensó el chico. Con lo bien que inició su número, primero se había colocado una clava en la barbilla y la sostuvo sin meter las manos. El acto de equilibrios era su favorito. Luego continuó con la silla, se puso una de las patas en el mentón y la equilibro más tiempo que la clava. Era el turno de la escalera, por lo general no tenía ningún inconveniente, pero con un perro aferrado a su pierna no sería fácil. La levantó con las dos manos para que todo el mundo la viera, la expectación crecía. Él hizo un esfuerzo y la mantuvo equilibrada de una pata, igual que con la silla. El perro persistió, por fortuna Raúl consiguió un pedazo de salchicha; captó su atención y logró alejarlo. Daniel sonrió al escuchar los aplausos, resistió más tiempo del acostumbrado, sus amigos lo observaban emocionados. Con un gesto de desilusión Mariana y su novio se marcharon.
Al finalizar sus funciones y contar el dinero, los muchachos se dieron cuenta que obtuvieron más que en días anteriores. Cesar cargaba con orgullo el bombín repleto de monedas. El cielo oscurecía y quedaba poca gente en la calle. "Todo fue gracias al amigo de Daniel, que animó el show", dijo Cesar. ¿Cuál amigo?, gruñó este. "Ese que viene allí", señaló Julio en dirección al perro que se acercaba. Al verlo detenidamente los chicos se percataron de lo flaco que estaba, las costillas se le pegaban a la piel y tenía los ojos muy abiertos. Daniel recordó su pan con queso, lo sacó de su bolsillo y se lo arrojó al suelo. El animal lo olfateo y lo abandonó. "Ya ves ni el perro quiere tus cochinadas, mejor vamos por unas hamburguesas para que le des", dijo Julio. "¿Y porque le tengo que dar yo? "Nos ayudó a sacar dinero, además tú le caes bien", afirmó Raúl. "Que le caigo bien, todavía me duele donde me mordió". "No seas llorón, mira que simpático es y si no lo quedamos", sugirió Cesar dándole unas palmadas en la cabeza. "ya vas a empezar, bueno podría quedarse en el taller y si Daniel lo alimenta no hay problema", accedió Raúl. "Yo no lo pienso alimentar, acabo de perder mi comida por su culpa". Por favor eso hasta hongos tenía", rio Julio. "Y no sólo eso, ha de ser más fiel que Mariana, dijo Cesar. Ante ese argumento Daniel no tuvo objeción, observó al perro, no parecía tan bravo y tal vez con un baño se vería decente. "Supongo que era por el hambre que actuó así", reflexionó. "Está bien, nos lo llevamos, pero entre todos le damos de comer". Los demás asintieron sin embargo ninguno pensaba cumplir el acuerdo. El cachorro dejó que Daniel lo acariciara. "Que extraño", pensó el chico, había sido un Augusto y un Carablanca el mismo día y en parte fue gracias a su nuevo acompañante. Quizás podría enseñarle algunos trucos y convertirlo en un artista callejero igual que él.