'Queremos trabajar, no somos animales', dicen migrantes haitianos en México
Arleen se pone de cuclillas sobre la banqueta donde duerme, cada mañana repite el mismo ritual. Despierta y toma un par de botellas que rellena con agua de la llave que le regalan en la iglesia, luego regresa a la calle, donde duerme desde hace unos 15 días. Ella y decenas de migrantes haitianos pernoctan afuera de los refugios en medio de una crisis que desborda a los albergues.
En las últimas dos semanas, alrededor de 300 migrantes de Haití llegaron a Tijuana desde diferentes puntos del país, la mayoría son familias que se mantenían en Mexicali, en el poblado de Los Algodones, una de las principales rutas de cruce hacia Estados Unidos, en donde recientemente el gobierno federal colocó filtros de revisión. Se acabó la ruta y se terminó la migración.
Arleen es una de las migrantes que recién llegó. Su rutina inicia al levantarse, luego toma un pequeño jabón gastado que guarda en su mochila y se baña frente a la Casa del Migrante, un albergue que le negó el ingreso y que mantiene un letrero de advertencia: "No hay cupo ni albergue por el momento. No se permite acampar en el exterior de este albergue", se lee en la lona que, en la parte superior, tiene un logotipo del gobierno de Baja California. Debajo del primer mensaje, se repite la advertencia pero en su propio idioma, creole.
Semone, otra mujer haitiana que duerme en el mismo sitio, explica que desde hace una semana duerme, junto a su esposo, en la calle. Sobre unas cobijas que coloca encima del concreto, se estira, luego se levanta y ordena un par de bolsas de plástico agujeradas que, como ella dice, guardan su vida: ropa, papeles, toallas y lo que necesitan para sobrevivir.
"Antes éramos más, pero unos se fueron a otro lugar", dice mientras se alista para llegar a tiempo a la misa de ocho. Al tiempo, Semone explica que ha notado que a familias de otras nacionalidades sí se les permite el ingreso a los albergues.
En este sentido, el presidente de la Coalición Pro Defensa del Migrante en Baja California, José Mena, explicó que no se rehúsan a dar albergue a estas familias, no obstante un falso rumor que se difundió entre la comunidad haitiana, sobre que algunos albergues les "facilitarían acceder a un proceso de asilo en Estados Unidos", ha generado algunos conflictos y descontentos.
"Como hemos podido les hemos explicado que nosotros no tenemos ninguna voz ni autoridad para darles asilo [en Estados Unidos], pero no nos creen y ya hubo incidentes violentos en los que exigían a los encargados de algunos albergues anotarlos en ‘una lista’ que ni siquiera existe", dijo.
Mientras el número migrantes con necesidad de un techo crece, la generosidad de los vecinos los ha alcanzado, algunos les ofrecen comida o cobijas para los niños, pero no todos han respondido igual ante la necesidad de las familias. Hace un par de días, narra una mujer que prefiere no ser identificada, algunos residentes soltaron a sus perros para asustar al grupo de migrantes.
En el gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se lanzó un programa de excepción del título 42, cuyo objetivo es recibir migrantes dentro de territorio estadounidense para que inicien su proceso de asilo sin ser retornados a México. Para este plan fueron elegidos algunos albergues y organizaciones civiles que, bajo criterio, pueden enviar familias del otro lado de la frontera.
La activista y directora del albergue para extranjeros, Espacio Migrante, Paulina Olvera, explicó que la selección de refugios sin considerar un protocolo para todos ha generado una condición de desigualdad para los viajeros, pues su mayor interés es refugiarse en estos sitios para tener una oportunidad de ingresar a Estados Unidos. En el caso de la comunidad haitiana, la mayoría han quedado fuera de los albergues y también de los beneficios del programa. A Semone se le escapan un par de lágrimas al recordar su país, Haití, una isla caribeña en donde su madre fue desaparecida y otros familiares han sido asesinados.
"Llegamos por necesidad", dice con un español muy claro que aprendió cuando vivió en Chile, "queremos trabajar, una oportunidad… no somos animales".