Carlos Huber, el único perfumista mexicano
Aterrizó en Nueva York en 2006, dispuesto a llevar su carrera como arquitecto a nuevos horizontes, después de una notable trayectoria en México, su país natal.
Tras colaborar con empresas como Ralph Lauren en proyectos de diseño y restauración, Carlos Huber sintió la necesidad de dedicarse a su otra pasión: la historia, una arista de su vida profesional que comenzó a gestarse durante su paso por la Universidad de Columbia, donde estudió la maestría de Restauración y Preservación Histórica.
En Europa, pasó algunos años en París y España. Fue donde despertó su gusto por los aromas, que terminó por definir su nuevo rumbo profesional.
De regreso en Estados Unidos, se formó con el conocido perfumista Rodrigo Flores-Roux. Así es como, en forma muy breve, se puede contar la trayectoria de este personaje que, hoy por hoy, es el perfumista mexicano más reconocido del momento y prácticamente el único que se conoce.
La fama de Carlos no es fortuita: se apuntala con su trabajo y los logros derivados de 12 años de labor al frente de su marca, Arquiste, misma que le ha valido premios como el Rising Star de Fashion Group International y el Luxury Lifestyle en 2019. Y más recientemente, el Concept Award, que reconoce a la fragancia con el mejor storytelling de acuerdo con EXHIPA, la Exhibición Internacional de Perfumería de Autor, que se realizó hace unos días en la Ciudad de México y con motivo de la cual Huber regresó a nuestro país.
¿Cómo te convertiste en el único perfumista mexicano reconocido?
La mía es una historia cien por ciento de pasión. El mundo de los aromas es algo a lo que fui sensible toda mi vida, pero en el momento en el que descubrí qué era, no solo algo que me apasionaba, sino algo con lo que podría labrarme un camino diferente, le di todo de mí.
¿Por qué no se escucha hablar de otros mexicanos creadores de perfumes?
Porque no los hay. O quizás sí y solo tendríamos que echar una mirada detrás de las puertas cerradas de las marcas, porque lo cierto es que talento mexicano sí que hay muchísimo.
Mi marca y mi trabajo como perfumista se volvió relevante porque, eso sí, fue la primera marca mexicana de perfumes de autor que se presentó y que comenzó a cobrar relevancia en el mercado internacional.
¿Cómo nació Arquiste?
Todos los perfumes tienen una historia. La forma en la que trabajamos en mi marca es que investigo y me enfoco en una historia particular, un momento o un lugar que quiero contar o rescatar, digamos. Ya sea el ambiente de un convento virreinal en la Ciudad de México o un duelo en un bosque en Rusia, el objetivo es rescatar un momento en la historia.
Después, hay que identificar las notas olfativas: qué usaba la gente, cuáles son los materiales arquitectónicos que definen el lugar, si es madera, barro o estuco. También la naturaleza, lo que conforma el paisaje, las hierbas, todo esto se vuelven notas o pistas para revelar a qué olía estar ahí en ese momento.
La idea de cada perfume de Arquiste es transportarte a ese momento histórico, que no necesariamente es lejano en el tiempo. Al tener esta experiencia olfativa, de repente tienes un puente hacia otro mundo, que puede ser hacia el futuro o hacia el pasado.
¿A qué huele México?
Cada que regreso a México me golpea el mismo aroma: una composición particular de olores muy contrastantes de la enorme botánica mexicana con flores como el nardo, la magnolia o el cempasúchil, un toque de vainilla y cacao con elementos que encuentras en una iglesia como vigas de cedro, barro cocido, cera e incluso humedad y polvo.
A eso sumaría aromas menos románticos, pero igual de distintivos, como el olor de las tortillerías, el de neumático quemado que expide el Metro e incluso las cloacas. Todo eso es lo que hace a México un país tan inspirador.