Fermín 'El Alucín'
Fermín se levantó como todos los días.
Eran las siete de la mañana, una hora antes de su entrada habitual a la escuela.
Llevaba cerca de un año en esta nueva institución y, al igual que en las demás, tampoco asistía por convicción.
Es verdad que lo normal en alumnos de ese nivel es asistir más por obligación que por convicción, y quizás, el sistema educativo tenga algo de culpa por enseñar en general sin importar las habilidades particulares.
Pero Fermín, ya estaba a punto de cumplir 19 años y aún no lograba pasar del tercer semestre que comenzaba recién por segunda ocasión.
Fermín estaba convencido de que, el certificado de preparatoria no le serviría de nada (y no estaba muy lejano a la verdad), sobre todo porque, su intención nunca había sido estudiar una carrera universitaria.
Su objetivo de vida era una camioneta HEMI, un sueño que alimentaron las canciones del cantante llamado "El Komander", desde que Fermín cursaba la primaria.
No siempre fue así.
En sus dos primeros años de la escuela primaria, junto a los dos que curso en el jardín de niños, Fermín había demostrado aptitudes muy destacadas en para el dibujo.
Sus maestras decían que podría tratarse de un super dotado de la pintura, que era cuestión de fomentar y perfeccionar su talento con clases en alguna escuela de arte.
Pero, al cabo de un año, tanto a Fermín como a sus padres, dejaron en el olvido aquella habilidad y por supuesto, nunca tomó una sola clase.
Se cobijaron en la frase de que "Vivir del arte es condenarse a morir de hambre"
Aunque al joven se le veía supuestamente convencido y satisfecho con aquella decisión, todavía sentía una atracción poderosa cada vez que pasaba frente a la puerta de la "Casas de la cultura" y veía en la exposición las pinturas de los alumnos.
Una voz interior le decía que, sin duda, él podía superar aquellos trabajos artísticos, pero la voz se acallaba con expresiones que se decía sí mismo.
-Esas son mamadas- Decía despectivamente y se alejaba del recinto cultural mientras se colocaba sus audífonos y subía a todo volumen el corrido tumbado de moda.
Fermín se alejó cantando y "alucinando" la vida del personaje hablando de carros de lujo mientras él llegaba a la estación donde esperaría su autobús.
SANTOS FRIJOLES
Me tocó ver hace unos días, una publicación en redes sociales donde una mujer compartía la olla donde cocía sus frijoles y... ¡Milagro! se apareció la virgen.
Los comentarios no se hicieron esperar, sobre todo aquellos de los fieles creyentes que aplaudían el hecho milagroso y hasta denotaban un dejo de envidia por no ser ellos los elegidos.
Por supuesto, la fe de eso se construye, de fantasías, de improbabilidades, de hechos no comprobados.
Sin estas características no podría ser religión, y si se comprobara como un hecho se convertiría en ciencia.
Sigo sin entender, y quizá eso obedezca a una ignorancia espiritual, si se me permite el término, ¿por qué decirle milagro a una de estas supuestas apariciones?
Es decir, ¿cuál es el milagro?
Es como si de pronto se apareciera el padre que abandonó a sus hijos en su recamara, sin hablar, sin acariciarles, sin un abrazo y después de unos minutos, se fuera de nuevo para siempre.
¿Dónde está el milagro? ¿Cuál fue la aportación?
Si este hubiera dejado sobre la mesa unos miles de pesos para aportar a al economía, si su aparición hubiera arreglado un par de desperfectos que hay en la casa, o si hubiera mejorado emocionalmente a sus hijos, eso sería un milagro, sería un acto de amor.
Aparecerse en una olla de frijoles, una figura que puede tener forma de sol y que un indígena puede verle forma de Tonatiuh, no es evidencia de nada.
El único milagro que puedo ver en este tipo de apariciones es que mantiene con esperanza a personas que quizá su vida no tenga suficiente significado.
Como dijo una vez el doctor Vallebueno, uno de los mejores profesores de historia que he tenido y conocido cuando hablaba sobre el virgen de Guadalupe y su influencia en México.
El milagro de la supuesta aparición fue, en todo caso, que unió a un país.
Pero, unirlo bajo el yugo de los españoles gracias al sometimiento de los indígenas a quien se le apareció la guadalupana, no es muy milagroso que digamos.