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Los símbolos de identidad son universales

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Los símbolos de identidad son universales

YOHAN URIBE JIMÉNEZ

Los símbolos de identidad no conocen fronteras, pero tampoco creencias. En Torreón, por ejemplo, el Cristo de las Noas es visitado tanto como por laguneros como por extranjeros, creyentes y no creyentes. Es decir, ciudadanos que más allá de la fe, reconocen en su representación un símbolo que representa pertenencia y si el Cristo viste la playera del equipo de fútbol de la región, lejos de ofender su representación cristiana, humaniza el empuje de una estirpe de mujeres y hombres que se han sabido adaptar al desierto.

Incluso quienes no son aficionados al fútbol, ven un motivo de unidad en el Santos Laguna, porque cuando levanta una copa o gana un torneo no sólo ofrece un ánimo triunfalista para su hinchada, sino para la región completa, además de una derrama económica que permea en todos los sectores sociales. Lo mismo pasa cuando gana el equipo de béisbol o el de baloncesto, nos contagia de alegría, tal vez de orgullo, pero difícilmente nos deja indiferente. Sentimos que algo nuestro obtiene un logro y termina convirtiéndose en una pequeña cápsula de anestesia contra tanta mala noticia.

Pocas veces se cuestiona si quienes visitan, por ejemplo, el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia en Barcelona, lo hacen por su fe, o su reconocimiento arquitectónico. Porque no tiene relevancia. Es un símbolo de identidad para los ciudadanos que saben que muchos recuerdan su ciudad por esa basílica. Y así podríamos hablar de miles de símbolos de fe, tanto cristianos, judíos, musulmanes o budistas, que se han convertido en embajadores culturales de los lugares geográficos donde se encuentran ubicados. Afortunadamente, la gran mayoría de los ciudadanos que a diario conviven con ese patrimonio lo ven natural.

No se ofende una creencia por proyectar la imagen de un uniforme deportivo en el Cristo. Porque además casi todos los aficionados al equipo son católicos y se encomiendan al Cristo para que su equipo gane. Pocas cosas nos ofrecen identidad, el fútbol es una de ellas, incluso para quienes no vemos los partidos. O para quienes han subido cientos de veces al cerro de las noas y no conocen la iglesia, pero si se sienten orgullosos de que su ciudad tenga un enorme Cristo con los brazos abiertos para sus ciudadanos, católicos o no. Creyentes o no.

Mientras el Cristo no luzca la camisa de un partido político sino de un equipo deportivo, no hay motivo para molestarse, el mismo padre Víctor recuerda con sabiduría la importancia del sentido de pertenencia, el símbolo no es propiedad privada, no pertenece a un sector, es universal, está al aire libre con el paso de los años se convierte en una excusa para sentirnos parte de un lugar. Lo mismo lo portamos en una playera que en una taza de café, porque nos identifica.

Sabemos que las redes sociales aguantan todo. Principalmente las críticas sin fundamento, los odios infundados o las ocurrencias de quien no está dispuesto a dialogar, tolerar o aceptar que otros piensan diferente. Sorprende la condena de algunos sectores conservadores que consideraron una ofensa la presentación de los uniformes del Santos Laguna proyectados en el Cristo. Pero lo cierto es que también fueron más los mensajes de apoyo o reconocimiento a la unión de dos formas de identidad, el Santos Laguna y el Cristo de las Noas.

El Torreón, la Casa del Cerro, la herencia revolucionaria, los bailes de la Plaza de Armas o la reliquia, así como el calor o las tolvaneras, son sinónimos con los que nos identificamos como laguneros. Esas construcciones sociales, a veces por accidentes naturales como el lecho seco de un río, que nos dan sentido de pertenencia como región. También hay que decir que desacralizar los símbolos de fe, los hace más humanos, más cercanos a la gente y eso no puede ser cuestionado en una sociedad que apuesta a reconstruirse desde la tolerancia y la inclusión.

Creo que fue un acierto contagiar a los aficionados al futbol de fe, y a los creyentes de espíritu deportivo. Hay que reconocer la apertura de la iglesia para hacer alianzas con prácticas deportivas que más allá del tema comercial, ofrecen a los jóvenes modelos que, en tiempos de guerras, narcotráfico, violencia y tantos males, bien valen la pena rescatar. Y que mañana el Cristo que representa a los laguneros también vista la playera del equipo de béisbol, y por qué no, la camisa de las víctimas de desaparición, o la de los migrantes, la de todos los grupos vulnerables que puedan ver en ese símbolo una forma de concientizar.

No hay que ser más papista que el papa, y que razón tiene el refrán, más cuando la iglesia católica se encuentra representada por un Pontífice como Francisco que apuesta a una forma más plural e incluyente de práctica cristiana, que parecen no ver algunos conservadores y que tanta falta le hace a una forma de vida que cada día pierde más feligreses, sobre todo jóvenes.

@uyohan

Escrito en: OPINIÓN Cristo, equipo, símbolos, quienes

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