Una mamá gallina sin sus pollitos en el nido
Había una vez.... Una Mamá Gallina, una gallina muy loca, que corría alborotada por todo el corral, pues había perdido su huevito y no sabía dónde estaba. Correteaba por los nidos, preguntaba por aquí y por allá, ¿quién ha visto mi huevito? ¿Mi huevito dónde está?.
Así Literal como corriendo como gallina sin cabeza andamos por toda la casa cuando nos llega El nido vacío... Que los hijos se independicen forma parte de un ciclo saludable y vital de la familia, sin embargo, cuando este momento ocurre, genera sentimientos intensos de tristeza, vacío, pérdida, aburrimiento y sensación de soledad y desamparo emocional ante la ausencia del hijo que abandona el hogar. ¡Admitámoslo! se nos hace difícil dejar ir o soltar a los hijos física y emocionalmente. Es una extraña mezcla el tener que entender a la fuerza, que ya pasaron de la adolescencia, a la vida adulta y que ahora, van a estar por su cuenta tomando sus propias decisiones sin preguntarnos y tal vez sin contarnos.
Qué bonito y que difícil es ver crecer a los hijos, aquellos niños que tanto querían estar en casa dibujando, jugando y haciendo galletitas contigo y que ya no estén. La vida pasa en un parpadeo de ojos y cuando menos lo pensamos nuestros hijos han crecido, entonces empezamos a reflexionar sobre todo lo que hemos podido hacer por ellos, con ellos y todo lo que faltó y no hicimos y entonces te llevas un buen susto, a estas alturas, el tiempo ha pasado tan rápido, que al mismo tiempo de que te alegras por sus conquistas, también te deprimes porque te das cuenta que ya no eres todo para ellos. Ahora han adquirido tanta autonomía... es inmensamente gratificante verlos crecer, adquirir habilidades, probar sus capacidades, pero el lado B como todo, produce sentimientos ambivalentes de orgullo y tristeza cuando se marchan.
Resulta complicado asumir su partida del hogar, la sensación de pérdida de un lazo tan especial y cercano, como es la paterno filial, la falta de aceptación y adaptación al cambio que conlleva, se puede entender como un proceso de duelo, donde solo nos queda aceptar y de buena gana y poniendo buena cara. Nuestro objetivo como padres, es criar a los hijos para que tengan su propia vida, que sean capaces de valerse por sí mismos y sean independientes, adultos competentes y humanitarios, reales, amables y de corazón honesto, capaces de funcionar dentro de la sociedad, que sean aptos para vivir su vida sin ti, que no te necesiten para vivir su propia vida, y la vivan de manera autónoma y constructiva. Van a vivir más años sin ti, que contigo. Por eso tenemos la responsabilidad de acompañar a nuestros hijos en su proceso de individualización o sea convertirse en individuos, en personas, nuestra tarea es proporcionarles guía y un apoyo sólido y fuerte. Porque lo que les estamos entregando es un mundo complicado, lo último que necesitan son adultos malvaviscos suaves y dulzones, temerosos de todo.
Es muy frecuente que las madres se sientan invadidas de miedo por la suerte de sus hijos. ¿Cómo no temer en un mundo en el que hay peligros? La mamá gallina toxica quiere mantener a las crías bajo sus alas, busca extender su manto protector que aísle a sus críos de riesgos y peligros, quiere evitar que sus pequeños pasen por experiencias desagradables, o quizás traumáticas. No quiere que se vean expuestos a situaciones duras, que los puedan afectar física o emocionalmente, ve a sus hijos como seres sumamente frágiles. La mamá gallina toxica, quiere asegurarse de que ninguno de esos riesgos alcance a sus hijos y terminan elaborando unas gafas de terror para sus hijos. Les enseñan a moverse por el mundo en función del miedo. Bueno, eso de "moverse por el mundo" es un decir, porque finalmente los incitan más bien a no moverse.
Porque, casi toda situación conlleva un riesgo. El problema es que muchas madres confunden lo que es lo mejor para sus hijos, con sus propias necesidades... Si te encuentras en la etapa del nido vacío, empieza a mirar con actitud positiva el hecho de que los hijos vuelen, celebra que usen sus alas, porque es algo bueno para todos y es "ley de vida". Tú no te quedas sola, la vida te está llevando al siguiente nivel, es momento para reencontrarte a ti misma o con tu pareja, asume tu nostalgia como algo natural, construye una nueva vida para ti, si tus hijos ya son adultos y ya tienen su pareja, ya jubílate de mama que no toca.
La familia en la que naces solo es un punto de partida, te alimentan, te visten y cuidan de ti hasta que estás listo para adentrarte al mundo y encontrar tu propia tribu. Por eso, abraza a tus hijos y tenlos muy cerca de ti el máximo tiempo posible porque luego los tendrás que soltar.
La vida es muy corta y los días pasan muy rápido, mañana ya no serán bebés. El acto menos egoísta es soltar a los hijos amándolos tanto.
¡Ponte feliz! de darles la oportunidad de que aprendan que ellos pueden solos y reconozcan su gran poder y la fortaleza que tienen, eso es algo que solo en la ausencia se aprende. Yo sé que la cosa más bella para un pollito es sentir que bajo tu ala están a salvo, pero date cuenta que ya han madurado y han crecido y han cambiado, y seguramente ya no somos los mismos, ni ellos, ni tú, ahora ellos son más adultos y por eso tú tienes que madurar aún más. Ellos se están descubriendo y tú te redescubres inventándote una vida. Y cada vez que regresen a casa nos tendremos que volver a conocer porque seguimos cambiando. Deséales que encuentren y hagan en algún lugar del mundo un lugar tan lindo, feliz y mejor que el que les has dado.
Mándalos a la vida con tu bendición y sus alas. Cuando los hijos encuentran su felicidad, los padres también somos felices, si tus pollos crecen te hacen más fuerte.