A su marcha, el optimismo
Por fin se terminó de ir. El ahora expresidente Andrés Manuel López Obrador abrazaba y besaba en la mejilla una y otra vez a la presidenta Claudia Sheinbaum. La mandataria a su vez no dejaba de lanzarle loas a su mentor y predecesor más próximo. Aun con la banda presidencial ceñida no terminaba de quedar claro en qué persona este pasado primero de octubre estaba depositado el poder que ostenta la persona que ocupe la titularidad del poder ejecutivo federal, si en la flamante presidenta quien la portada la tricolor en el pecho, o todavía en el hombre oriundo de Tabasco.
Es innegable que Andrés Manuel López Obrador se ha labrado un lugar en la historia de México. El hoy expresidente terminó su gestión con los niveles más altos de popularidad en la historia moderna de México y cumplió su palabra de entregar el poder tal y como lo mandata la Constitución.
Fue el hombre capaz de acceder al poder político por la vía pacífica confrontando a los poderes fácticos del momento. Fue aquel que realmente dio un vuelco en las prioridades del gobierno de la república que por décadas fue omiso en atender la enorme brecha económica que existía en la sociedad mexicana. Millones y millones de ciudadanos veían transcurrir sus vidas con ingresos que apenas les aseguraba la supervivencia y un poco más, mientras las élites económicas y políticas amasaban y sobre todo ostentaban la opulencia.
La fuerza política que, por supuesto, yace en López Obrador, es producto de que su gobierno fue capaz de sacar de la pobreza a 8 millones de mexicanos, y eso no lo pudo hacer nadie. ¿A poco era tan difícil o sus prioridades fueron otras? Los sensibles aumentos al salario mínimo durante su mandato y hasta la reforma del outsourcing fueron acciones para cuidar a la clase trabajadora que estaba siendo explota en gran parte. No debe haber mucha sorpresa porque las masas lo veneran.
Esto no quiere decir que ha sido el mejor presidente de México. Sus números no lo avalan: fue el sexenio con el peor crecimiento económico desde el periodo de Miguel de la Madrid; es también la administración que registró el mayor número de homicidios dolosos en la historia con más de 199 mil asesinatos; el producto interno bruto per cápita es menor al que se contaban en 2018. El manejo de la pandemia del Covid-19 fue tal manera, que las proyecciones eran que 200 mil mexicanos murieran afectados por este virus, y fallecieron más 600 mil. Deja un sistema nacional de salud destrozado y en las peores condiciones que nunca y promovió un contra reforma educativa que condena a la inmensa mayoría de la niñez y adolescencia de este país a una escuela que prioriza el adoctrinamiento político sobre la ciencia. Hay que agregar que, si bien los primeros 5 años de su mandato hubo un ortodoxo manejo de las finanzas públicas, al mantener estable el apalancamiento de la economía mexicana respecto a la deuda pública, el último año en aras de regar ingentes recursos para asegurar su triunfo en las elecciones, el país está ahora en máximos históricos de endeudamiento.
Empero, López Obrador se fue dejando un México más justo en cuanto al reparto de la riqueza, aunque con muchas de sus decisiones frenó una prosperidad más amplia que podría seguirse repartiendo mejor. No lo dejaron sus rencores, sus prejuicios y hasta su falta de compresión económica.
Hoy él es ya historia aparentemente. Al frente de México está la doctora Claudia Sheinbaum, primera mujer en acceder a la máxima magistratura del país, lo que es un signo de apertura democrática y de evolución social.
Ante los nuevos tiempos y ella hechura y producto político totalmente de Andrés Manuel, genera cierta desconfianza entre el empresariado, aunque los optimistas señalan que con la doctora el ambiente es mucho más distendido y de más positivo que cuando llego el mismísimo AMLO, pero hay una pequeña diferencia que no debe dejar de inquietar. López Obrador sólo tuvo un mes de mayoría calificada en el Congreso y basta mirar de lo que fue capaz; Sheinbaum la tiene asegurada al menos hasta el primero de septiembre de 2027. Ojalá y ella no sea más prudente y racional que su mentor, pero eso solo el tiempo lo dirá. Por lo pronto debe caber el optimismo que la propia presidenta ha generado; el devenir de los días develará el rumbo que le dará a la nación.