¿Cuánto vale un país?
¿Cómo medir el valor de una nación? A muchos, les vendrá a la mente Adam Smith y su célebre libro La riqueza de las naciones. Se olvida que el título original era An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Smith iba a las causas de la prosperidad. Para él la libertad de los individuos para producir e intercambiar bienes, en condiciones de competencia interna y externa, genera más bienestar que la intervención del estado. Ésta, en muchas ocasiones, inhibe la fuerza individual que surge al perseguir el interés propio. Allí inició su marcha una maquinaria de pensamiento: la economía. En esa ruta, aún peor, pocos recuerdan su formidable texto previo de Smith, La teoría de los sentimientos morales. Ahí el escocés indaga en el tejido mismo de la ética y moralidad en los ciudadanos.
Pero claro, también condiciones fácticas, naturales -la calidad de las tierras, el acceso a los mares, el potencial minero, y la localización geográfica- explican la prosperidad. Allí el asunto se complica, pues países con grandes riquezas naturales -Brasil, Argentina y también México- no alcanzan la plena prosperidad. En contraste destacan otras naciones pequeñas, que incluso se convirtieron en imperios, pensemos en los Países Bajos, Portugal o Japón. The Economist publica anualmente un fantástico resumen de las principales características de un país: población, territorio, tierra cultivable, la participación en el PIB de la agricultura, de la industria y de los servicios, el ingreso per cápita y los niveles educativos y de salud. Cada día se hace más evidente que las riquezas naturales determinan poco de la evolución de las naciones. En ese rumbo, otro libro que abrió nuevos horizontes, fue The Birth of Plenty, de William J. Bernstein. En el se destacan esos intangibles que se vuelven los verdaderos cimientos del bienestar: niveles educativos, desarrollo tecnológico y… la firmeza y estabilidad de las instituciones. Otro tipo de riqueza. En la globalización se mide todo, hay radares multidimensionales, pues miles de millones pueden viajar de un hemisferio a otro con un click. Eso hacen las agencias calificadoras. Moody´s anunció perspectiva crediticia de México, negativa.
El valor de México ante el mundo ha caído estrepitosamente en los meses pasados. La destrucción institucional de que hemos sido testigos, ha mostrado que nuestro andamiaje democrático ha sido demolido. Las elecciones del 2024, en las cuales el presidente en turno, violó las normas electorales con ostentación para impulsar a su Movimiento y a su candidata, fueron sólo el inicio. Por si fuera poco, un Instituto Nacional Electoral que llevó décadas construir, capturado por el Ejecutivo al igual que el Tribunal Electoral. Un gobierno que ilegalmente anuncia -horas después de la elección- que harían lo necesario por aplastar a las minorías y… lo hicieron. Después el denigrante papel de los legisladores, tanto federales como locales, votando lo que, evidentemente, no habían podido leer, ya no digamos estudiar. Congresos locales que, en minutos, dieron su anuencia para modificaciones constitucionales que cambiaron el régimen democrático. La extorsión y la compra, fueron de caricatura. ¿Qué México es este?
Súmese la ominosa persecución del Poder Judicial para amputarle las funciones de control constitucional que corresponde a cualquier Corte Suprema. Una República destajada. Por si fuera poco, el inexplicable empeño por destruir los mecanismos que daban posibilidad al ciudadano de dar seguimiento al gasto público. De facto perderemos un derecho individual. PEMEX y su deuda como obsesión, que quitará a los mexicanos recursos para salud, educación y seguridad, muestra que no hemos entendido la verdadera riqueza. Costo de la violencia 3.4% del PIB. Para el combate a la impunidad, 0.64%. La designación del titular de la CNDH fue otra gran ofensa.
¿Seriedad, certidumbre, respeto a las instituciones?
Ante el mundo, hoy, México vale mucho menos.