Ninguna comunidad puede llamarse progresista si no revisa su pasado. Afortunadamente en los últimos años Durango ha abonado a tal empeño en forma por demás notable: el recuento prehispánico, los movimientos poblacionales durante el Virreinato, las lecciones jesuitas, la valoración de la iconografía colonial, el examen de su proyecto liberal, el periodo revolucionario, entre otros campos de investigación, han contribuido a que tengamos en el amanecer del nuevo milenio una mejor panorámica de la historia durangueña. Monografías recientes sobre Ricardo Castro, Dolores del Río, Ángel Zárraga o Nellie Campobello completan dichas labores de rescate académico, artístico y cultural. Incluso las aportaciones gastronómicas han merecido las horas de trabajo de cronistas e historiadores regionales. Ante tan encomiables esfuerzos, anoto sin embargo un enorme vacío en los estudios formales: carecemos de una visión crítica e independiente del hecho político, principalmente respecto al siglo XX. Adolecemos de la falta del análisis preciso, sustentado en una plataforma estadística y un aparato teórico de gran alcance. Habrá que esperar todavía más tiempo.
En este alentador clima por recuperar nuestras raíces más profundas se inscribe el libro Historia de Numismática de Durango, 1811-1895, de don Raúl González Avelar, la suma que esta noche de octubre ve su luz editorial.
La obra en cuestión traza el amplio recorrido que sigue la moneda como objeto de cambio, deteniéndose en la observación de las condiciones y necesidades políticas y económicas, sin ser las únicas, que hicieron posible su producción local.
Un breve repaso por los legados indígena y español abren el volumen; un acercamiento a los orígenes mineros de la Nueva España, primero, y de la Nueva Vizcaya después, van enfocando la atención a los intereses centrales del itinerario: describir los tipos de monedas que circulaban en cada una de las etapas históricas mexicanas: la larga fase colonial, los turbulentos años insurgentes, el paso por los dos Imperios, la época de la República restaurada, el dilatado lapso porfirista, para llegar –al final- al ciclo revolucionario. Pero todo, por supuesto, desde el propio devenir durangueño.
El libro es, pues, nuestra memoria de oro y plata. Y sin dejarlo de lado, también de cobre. Así, las imágenes numismáticas van cambiando según el movimiento de los sucesos y sus protagonistas. Reales y Escudos, Tlacos y Pilones, en metal se reflejan las numerosas batallas de un país en formación. De Fernando VII al monograma de Morelos, de la leyenda decimonónica “Libertad y Ley” al “Muera Huerta” villista; pesos caballito y pesos resplandores. Y todo tipo de águilas: imperiales, republicanas, afrancesadas, porfirianas; de frente y de perfil, con serpiente y sin serpiente, pero casi siempre con su nopal respectivo.
En el trayecto es muy notoria la importancia que tuvo por cerca de una centuria la Casa de Moneda de Durango. En su reconstrucción histórica, don Raúl González Avelar detalla documentalmente el proceso completo: los domicilios que ocupó su asiento, los responsables de cada administración, el marco jurídico en que operaba y, también evidentemente, las monedas que se fabricaban. A medio camino, no serán pocos los lectores que recuerden algunas expresiones populares que sugieren las páginas que van siguiendo: “No traigo plata”, “Se echó todo el veinte”, “No tiene ni un cinco”, “Enseñó el cobre”, sin que la lista llegue a su fin.
Capítulo aparte, e igualmente bien reseñado, el estudio destaca los diferentes billetes –el llamado inmejorablemente papel monedaemitidos en cada etapa del pasado. Se apuntan aquí las no pocas vicisitudes que se atravesaban para ponerlos en marcha. Entre ellas, la legal, hasta que en 1925 se creó el Banco de México que dio normatividad a la política monetaria gubernamental.
Antes de finalizar, me parece útil subrayar que el volumen que nos ocupa incluye una espléndida serie de fotografías acerca de las monedas referidas en los textos. Las ilustraciones, atractivas por sí solas, le otorgan a la obra un apoyo visual extraordinario.
Hay libros que son útiles; y otros que además de ser materia de consulta, resguardan también los auténticos valores de una sociedad determinada. Durango necesitaba sin duda el registro de su ruta numismática. Por estas y otras razones agradecemos a don Raúl González Avelar el que ahora nos comparta el fruto de sus muchos años de cariño y de pasión por justipreciar lo nuestro. Por habernos contado esta historia con conocimiento y amenidad. Historia Numismática de Durango es desde hoy una pieza fundamental de la nueva bibliografía durangueña.