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Del amor romántico al amor digital

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SIGLO DE DURANGO

El amor ha sido debatido y redefinido una y otra vez por los seres humanos. Desde las primeras relaciones instintivas de nuestros antepasados trogloditas al actual supermercado del amor que fomentan las redes sociales, hay siglos de cambios. Pero hay que saber distinguir entre amar, enamorarse y la pura atracción física. A veces confluyen todas, pero en muchas ocasiones van por separado.

Y es que el amor romántico lleno de frases tristes de amor donde las pasiones y el drama son los protagonistas ha quedado obsoleto. Lo que en el siglo XIII podía ser una prueba de amor ferviente hoy en día es acoso. Morir por amor, algo tan común durante el romanticismo, hoy sería un trastorno mental o como mínimo de una intensidad enfermiza. Y es que la concepción del amor ha cambiado mucho.

Qué entendemos por amor

El amor no se puede definir en una sola frase, básicamente porque el amor hay que experimentarlo y como quien lo experimenta es un ser humano, es imposible que todo el mundo lo viva de la misma manera. En conclusión, el amor es diferente para cada individuo. Aunque el sentimiento sea más o menos el mismo, la forma de vivirlo y manifestarlo difiere de una cultura a otra y de una persona a otra.

Lo que sí está claro, es que el amor es mucho más que una simple atracción física. Se trata de un vínculo cuyo principal motor es la conexión emocional. El amor incluye empatía, respeto y también admiración mutua. El amor se va construyendo, por eso requiere de paciencia, tolerancia, compromiso y dedicación. Y eso se puede aplicar tanto a relaciones de amistad, familiares, de pareja o incluso la relación de afecto con una mascota.

Teniendo claro lo que sí es el amor, el siguiente paso sería definir lo que el amor no es. El amor no es posesión, no es control, tampoco es dominación, ni se debería basar en una relación de poder. El amor es lo contrario del miedo, por lo tanto, en un amor de verdad no hay celos ni tampoco luchas de poder. Pero para llegar a ese tipo de amor, primero hay que trabajar el amor propio, no en forma narcisista, sino en forma sana y equilibrada.

El amor no somete, no asfixia, no da órdenes, no limita la libertad de otra persona. Si lo hiciera, no es amor, y sería conveniente salir de ese tipo de relación cuanto antes. De hecho, se trata de un patrón que se ha repetido durante siglos de dominación machista. Donde el hombre somete a la mujer a su antojo y esta tiene que obedecer. Por suerte, las mujeres han ido conquistando derechos paso a paso, aunque todavía queda camino por recorrer.

El amor en la era digital

Los cambios sociales, la emancipación de la mujer y, sobre todo, los nativos digitales están cambiando el panorama de las relaciones amorosas. Donde había un modelo rígido y concreto que marcaba cómo debía ser el amor, ahora hay cientos de posibilidades. Las redes sociales han contribuido a difundir nuevos modelos relacionales, que si bien ya existían, no se hablaba de ellos con naturalidad. La monogamia ya no es la estrella del espectáculo.

Las nuevas generaciones pueden elegir el tipo de relación que realmente deseen vivir, ya sea una relación exclusiva, poliamorosa o abierta. Pero si bien, por un lado, las ideas sobre las relaciones se han flexibilizado dando lugar a mayor apertura y tolerancia, también existe una disolución del amor como tal. Mucho se ha escrito sobre el amor líquido, o las relaciones superficiales y egoístas que generan las aplicaciones de citas.

A fin de cuentas, el capitalismo convierte todo en un producto y eso es lo que ha ocurrido. Las aplicaciones de citas amorosas han creado el supermercado del amor. Solo con un clic puedes elegir a la carta a un posible candidato o candidata, basándote en sus fotos y poco más. Esto ha dado lugar a engaños, desilusiones, relaciones exclusivamente virtuales y una forma de ver el amor como un producto de consumo.

La deshumanización en el ámbito amoroso es el resultado de consumir compulsivamente contenidos digitales. Al estar permanentemente siendo bombardeados por nuevos contenidos digitales, muchas personas buscan la gratificación instantánea. Esto hace que no sean capaces de construir relaciones duraderas o incluso reales. El excesivo uso de las apps de citas y de Internet en general les ha hecho perder contacto con la realidad.

Por eso, en medio de la vorágine digital, conviene recordar que el amor se nutre del contacto físico y la comunicación cara a cara. La tecnología puede servir para conocer personas, pero nunca para reemplazar una relación real. Llegar a casarse con una novia virtual o utilizar una app para tener una relación con una IA son los extremos a los que se está llegando. Confiemos en que el amor sea más fuerte que todo eso y resurja de esta deriva digital.

Escrito en: amor amor, relaciones, relación, amor,

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