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YAMIL DARWICH

La semana anterior murió Don Salvador Álvarez Díaz, uno de los grandes fundadores que participaron eficientemente en el fortalecimiento de la Comarca Lagunera. Sin duda, una enorme pérdida y, desde luego, para su familia, esposa, hijos e hijas que recibieron una educación que representa un verdadero privilegio.

Él, representa a uno de esos seres humanos que dejaron huella con sus acciones; le escribo lo que recuerdo de su persona, ya siendo mayor, pero con gran vitalidad, cuando me favoreció con sus orientaciones, consejo y ánimo, al ser uno de los fundadores de la Universidad Autónoma de la Laguna, de la que recibió el más alto reconocimiento académico, sobradamente merecido.

Fueron muchas mis visitas a su oficina, luego, la distinción de pedirme que lo acompañara en sus recorridos por sus ranchos, donde intentaba hacerme entender las formas de cuidar y hacer productivas a "sus muchachas", nombramiento que les daba a las vacas lecheras y cárnicas.

Permítanme que les escriba una anécdota de esos recorridos, que tengo grabada en la memoria: la primera vez que lo acompañé sin protección para el sol -al fin profesor ignorante de las necesidades físicas en el campo- me vio asoleado y sudoroso; no me dijo nada. Cuando se dio una nueva cita, llegando a verlo en su oficina -ya sin camisa de vestir y corbata, pero con pantalón de mezclilla-, sonriendo maliciosamente -clásico de su persona- me entregó una cachucha diciéndome: -para que no se asolee tanto. La tuve por mucho tiempo, hasta que se acabó vieja y sudada.

Esos encuentros fueron enseñanza valiosa; con él, confirmé la importancia del trabajo y el esfuerzo; de la fortaleza que se requiere para enfrentar los tiempos difíciles y el cómo se puede seguir adelante. También la forma de dar y darse.

De los ejemplos que ilustran la personalidad de Don Chava, quiero escribirles una en especial. Pasados los años, cuando ya había logrado el inicio de lo que más tarde sería el establecimiento de un gran emporio y centro de trabajo para muchos laguneros, recibió la visita de un amigo cercano; el citado, viendo los logros de don Salvador, le hizo el comentario: -"¡Oye compadre... qué bien te ha ido!, mira todo lo que has logrado, ¿cuál es el secreto?", a lo que le contestó -reacomodándose el bigote que es marca y símbolo de sus esfuerzos- -"sí verdad y descubrí que entre más trabajo, más suerte tengo". Silencio por momentos.

Debió empezar con grandes esfuerzos físicos y sacrificios, tenía muy claro su objetivo y no se separó de él, con jornadas de trabajo de 18 horas y más, hasta que logró comprar -en pagos- una "troquita" de un cuarto de tonelada -como él la mencionaba-, misma que utilizó para recorrer rancherías y comprar, luego vender y más adelante engordar ganado.

Llegó el tiempo de consolidar una familia y eligió a una gran mujer por esposa, vinieron los hijos y les construyó sus casas en una cerrada, parte de su rancho. Los tenía cercanos, pero les dejaba vivir su independencia familiar.

Aún con el gran esfuerzo físico que representaba su trabajo diario, no dejó de practicar el deporte de sus amores: la charrería mexicana, de la que llegó a ser el líder, presidente y hasta mecenas en tiempos difíciles. El equipo de charros y adelitas de la región siempre recibió su apoyo y en todos los casos, la orientación del cómo ser un buen jinete.

Del buen cantante bravío también dejó memoria entre sus cercanos.

Sus logros de productividad le llevaron a ser miembro distinguido de la empresa lechera más importante de México, siempre oyendo y esperando el momento adecuado para hacer sus comentarios contundentes. Los que yo escuché en el consejo directivo de la UAL, siempre me generaron pensamiento y aprendizaje.

Su sentido filantrópico le llevó a apoyar decididamente obras de bien social; lo mismo orfelinatos que escuelas, sobresaliendo a la que él llamaba su UAL; quienes vivimos la experiencia de conocerle y recibir sus comentarios y orientaciones nos quedamos con un excelente recuerdo.

Imposible enumerar todos los aprendizajes de Don Salvador Álvarez Díaz; no tendría posibilidades para enumerarlos en una editorial. En su momento quise escribir su biografía y me lo prohibió.

Pocas veces dedico el "Diálogo" a mencionar a personas trascendentes; sé que soy injusto por reconocer aquellas de quienes tengo conocimiento personal, pero el caso es altamente meritorio para dejar testimonio a las nuevas generaciones de esos hombres y mujeres "que vinieron y fueron, exitosos en el semi desierto lagunero. Dejaron una medida difícil de alcanzar.

También creo -conforme a mis creencias religiosas- que él sabe de todos las muestras de afecto y reconocimiento que ha recibido en sus exequias y le imagino sonriendo y diciendo entre dientes: -"no es para tanto". Vaya que lo es.

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Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES trabajo, gran, esos, Salvador

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