El día después de mañana
Que nadie se llame a sorpresa. Los saldos que dejó el llamado súper martes eran previsibles. Por un lado, la decisión de la Suprema Corte de confirmar la reforma al Poder Judicial en los términos en que los hizo Morena. Por otro, el arrollador triunfo de Donald Trump y del Partido Republicano con la contundencia que lo hizo, marcarán la pauta en el tema económico del arranque de la gestión de Claudia Sheinbaum.
El voto del ministro Pérez Dayán cuarteó el bloque opositor dentro de la Corte al decidir no votar a favor de la sentencia para invalidar la reforma al Poder Judicial, con lo que se derrumbó la última línea de resistencia que se oponía a la eliminación de frenos o diques para el Ejecutivo y el Legislativo. Se terminará la SCJN como la conocíamos hasta entonces; ahora será una oficialía de partes. Se pulverizó la división de poderes y la autonomía del Poder Judicial. Se tendrán que modificar los planes de estudio de la carrera de Derecho y nuestra Carta Magna será una publicación con la misma importancia que tiene El Libro Vaquero (a color) o Kalimán. Todo esto levantará sospecha entre inversionistas.
La victoria tan holgada de Trump en las urnas, muy alejada del escenario de paridad y "empate técnico" que mostraron casas encuestadoras y de apuestas, desde luego que causó nerviosismo, no solo en México, a nivel global. Nunca ha ocultado sus aspiraciones proteccionistas y, además, el grado de compromiso que generó con los ciudadanos del llamado Rust Belt (Cinturón de Óxido), en el que se encuentran varios de los llamados estados columpios, que le dieron el triunfo (Michigan, Pensilvania, Illinois, Indiana, por mencionar algunos) lo llevarán a tomar medidas como impulsar el establecimiento de empresas tractoras que generen empleos y riqueza en aquella región.
Hay que recordar que Trump tuvo mucho que ver para impedir que la Ford construyera una planta en San Luis Potosí y en cambio lo hicieran en Michigan. Uno supondría que eso mismo puede ocurrir con la tan cacareada Gigafactory que Tesla pretendía instalar en Nuevo León, y más ahora que el CEO de esa compañía, Elon Musk, fue un importante aliado del presidente electo de Estados Unidos.
El gobierno mexicano tendrá que orientar sus políticas en materia económica y de atracción de inversiones siendo cautos y, sobre todo, no realizar acciones que desagraden al rijoso político y empresario norteamericano, como por ejemplo el seguir coqueteando con empresas chinas, un tema que pone nervioso a Trump.
Un artículo de Christine Murray, corresponsal del Financial Times, ("Mexico grapples with its hidden Chinese trade problem"), devela que la consultora estadounidense Rhodium Group estimó en un informe este mes que el volumen de inversión china en México es aproximadamente seis veces mayor que el que muestran las cifras oficiales. Además que los legisladores norteamericanos alegan que México está siendo utilizado por China como puerta trasera para evitar aranceles.
Donald Trump se ufana de ser conocido como un "hombre de tarifas" y ya antes de ganar las elecciones dijo que impondría un arancel del 25% a productos mexicanos si nuestro gobierno no frena la migración.
Lo dicho. México bailará al paso que le imponga Trump. De lo contrario, el porvenir en materia económica se tornará más sombrío.