El músico que le tocó al diablo: La escalofriante historia de la vieja casona
Se avecina la época de Halloween y Día de Muertos, por ello rememoraremos uno de los relatos más populares entre la sociedad duranguense, una leyenda que genera un inquietante interés por parte de los oyentes: El músico que le tocó al diablo.
Este suceso ocurrió a principios del Siglo XX. Eran tiempos del Porfiriato, un México sumergido en la dictadura del general Porfirio Díaz. Sin embargo, la música era lo que alegraba a la sociedad de la época, destacando la orquesta del maestro Arturo Lugo Navarrete como la mejor del noroeste del país.
El maese Navarrete y su séquito solían tocar en fiestas organizadas por las familias aristócratas del Durango antiguo, tenían la reputación de ser un grupo elegante y fino, tanto por sus costosas prendas como sus entonadas melodías. En una ocasión, un humilde rancho logró juntar la suma requerida para contratar los servicios de la ostentosa orquesta. Sin embargo, el maestro Arturo Navarrete rechazó el trabajo, dado que no quería presentarse en una modesta ranchería y priorizaba cuidar su reputación. Don Arturo mencionó una frase de la que, tiempo después, debió arrepentirse: “Si el diablo viene elegante y bien vestido, al mismísimo diablo le toco”.
Una noche, tocaron a la puerta de la casa de Don Arturo. Se trataba de un hombre curro, formal y elegante, quien le pagó al maestro con monedas de oro para que él y su orquesta se presentaran a tocar en su residencia. El director de orquesta aceptó el trato, por lo que asistió a la fiesta del catrín adinerado junto a sus compañeros.
Los músicos arribaron a la casona del hombre misterioso, les pareció inusual que se encontrara ubicada en un remoto lugar donde había terrenos baldíos y abandonados. Esa casa es conocida como “La Trinidad”, la cual hoy en día está situada frente a las Facultades de la UJED (FAMEN, FADER y FECA).
El maestro Lugo y su orquesta tocaron numerosas melodías en el baile, pero lo que les sorprendió fue que no conocían a ninguno de los invitados, solían concurrir a las fiestas de los socialités duranguenses y tenían bien ubicados a los individuos de alta sociedad, supusieron que se trataba de foráneos o extranjeros.
Uno de los músicos se mezcló entre la concurrencia, intentando sacar a bailar a alguna bella damisela. Grande fue su sorpresa al ver a su comadre —quien tenía siete años de fallecida—, le aconsejó que se fuera o lo lamentaría. El intérprete le contó lo sucedido a Don Arturo, estaba aterrado al ver que el anfitrión no les quitaba los ojos de encima, además de las risas macabras de los invitados y que estos danzaban con patas de animales, esa fue la señal de alarma para que los cantantes salieran corriendo del recinto. El maestro Lugo olvidó su violín sobre un sillón, por lo que se vio forzado a volver al día siguiente.
En la mañana, Don Arturo y sus compañeros se sorprendieron al ver que la ostentosa casona que visitaron anoche estaba abandonada y en ruinas. Al entrar, vieron el violín sobre un sillón cubierto de telarañas (puede que de ahí se basó Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri” para escribir su canción “Che araña”).
Después de ese hecho, la orquesta fue quedando en el olvido y perdieron popularidad. El maestro Arturo Lugo Navarrete falleció en 1940 hundido en la miseria, su triste desenlace puede ser un castigo por pactar con el mismo diablo y visitar El Infierno.