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El pizzómetro

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JUAN VILLORO

Los hábitos alimentarios revelan turbulencias políticas. En su película Bananas, Woody Allen entra en una cafetería y pide 300 sándwiches de atún y 200 de tocino, lechuga y tomate. Es una señal de que la guerrilla se ha levantado en armas y necesita comida rápida, pero el encargado no lo advierte y pregunta si quieren pan blanco o de centeno.

Frank Meeks es mucho más perspicaz. Dueño de 59 pizzerías que abastecen a la Casa Blanca, el Capitolio y el Pentágono, en 1998 declaró al Washington Post que las facturas de sus negocios eran el índice más confiable para reconocer crisis políticas. En un día normal, la Casa Blanca gasta 550 dólares en pizzas. ¿Qué sucede cuando la cantidad alcanza los tres mil dólares? En 1989, ese espectacular incremento coincidió con la invasión de Panamá para derrocar a Noriega; en 1990, con la Guerra del Golfo, y en 1995, con el caso Lewinsky. El récord absoluto ocurrió el 21 de agosto de 1992, cuando el Pentágono habló por teléfono para pedir 102 pizzas: el gobierno de Gorbachov enfrentaba un intento de golpe de Estado. El número de cajas que llevan los repartidores es proporcional a los conflictos del mundo.

Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES políticas., Casa, hábitos, coincidió

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