El Seminarista del Cuartel: El sacerdote que atormentaba a los soldados
El Cuartel de la Décima Zona Militar es un recinto custodiados por los soldados, quienes valientemente sirven al país con honor y respeto. Sin embargo, son molestados por una presencia inusual que asecha los aposentos del edificio, un hombre que guarda un eterno resentimiento a los militares por un oscuro acontecimiento que ocurrió en el pasado: El Seminarista del Cuartel.
En los últimos años del siglo XIX, el edificio que alberga al cuartel de la Décima Zona Militar fue el antiguo Seminario Conciliar de Durango, institución religiosas que formó a varios padres que sirvieron a la grey católica duranguense.
En el año de 1903, un hombre llamado Juan de Dios Izaguirre Noguera ingresó al seminario. Arribó proveniente de la Parroquia de Nazas, recomendado por el Sr. Cura del municipio. Juan adquirió gran popularidad entre los maestros y sus compañeros, se distinguió por ser un joven educado, formal y estudioso. Todos vivían internos, dedicando su tiempo al estudio, práctica del deporte y meditación, tenían permitido salir a pasear a las alamedas una vez al mes, zona arbolada de nuestra ciudad.
En uno de sus paseos dominicales, Juan de Dios se topó a una hermosa muchacha de su misma edad, ambos jóvenes se enamoraron a primera vista. No platicaron, solo se miraron fijamente como si hubieran sido impactados por un rayo, radiaban electricidad.
Un mes después, la bella dama interceptó al muchacho del clero en las Alamedas, dando lugar al reencuentro. La chica se presentó como Edelmira y le dio su dirección al joven quien, chiviado y confundido, le devolvió una sonrisa de cortesía y continúo su camino. Edelmira se sintió despreciada por el seminarista, pero a la vez se aferró a conquistarlo, a tal grado de pedir información sobre él. La dama con anhelos y el cabellero renuente a caer en la tentación, ese era el delirio.
Al llegar las vacaciones de verano, Juan de Dios volvió a Nazas, su tierra natal, para visitar a su hermana Valentina. Grande fue su sorpresa al ver que tenía una huésped de honor: Edelmira. Juan intentó irse para no terminar en las garras de la doncella, pero su hermana le insistió que se quedara. Esa misma noche, se consumó el amor. Edelmira y Juan de Dios se entregaron al fuego de la pasión, el joven aprendiz del clero cayó en el pecado de la carne.
A partir de ese momento, aquellos chavos vivieron un romance de verano, repleto de felicidad y esperanza. Las vacaciones terminaron y ambos jóvenes regresaron juntos a la capital duranguense en carreta, una vez en la ciudad de Durango, separaron sus caminos.
Al iniciar el segundo año de filosofía, Juan de Dios comenzó a escaparse del edificio por las noches para sostener encuentros amorosos con su amada. Así siguieron las citas nocturnas a escondidas hasta el estallido de la Revolución Mexicana. En 1910 estalló el movimiento revolucionario, por lo que cerraron los seminarios del país, incluyendo el de Durango. El edificio fue abandonado por los miembros del clero, excepto Juan de Dios, quien se ofreció a hacer guardia en el recinto.
El 18 de junio de 2013 fue el día que Calixto Contreras y Tomás Urbina invadieron la ciudad de Durango. En ese momento, Edelmira estaba dando a luz a su hijo, producto de su romance con Juan de Dios. Debido a la falta de médicos y enfermeras por el enfrentamiento armado, nadie pudo auxiliar a la sufrida madre, quien perdió la vida junto a su retoño.
Con dolor y frustración, Juan de Dios escondió el cuerpo de Edelmira y su hijo en el hueco de una alacena que estaba en el muro del edificio, los tapó con ladrillos, pegados con cal y estucados para disimular el sepulcro.
Al terminar los días de enfrentyamientos revolucionarios, un grupo de soldados ingresaron al Seminario, donde encontraron al seminarista en el segundo piso. Juan de Dios loes impidió el acceso, esto provocó que los hombres armados pensaran que estaba ocultando a los federales o algún objeto de valor, por lo que le dispararon cuatro veces para terminar con su existencia.
Tras los tiempos revolucionarios y la Guerra Cristera, el edificio se convirtió en la Décima Zona Militar. Se dice que por las noches, específicamente en el patio de Transitores, un hombre con traje de seminarista asusta y avienta de las escaleras a los soldados que custodian esa zona. Algunos han muerto por el impacto de la caída, otros solo fueron heridos y algunos huyeron para no volver al zaguán maldito, invadido por un antiguo miembro del clero que busca venganza.