El vecino incómodo
Bienvenidos a la segunda vuelta de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Promete ser una administración muy parecida a la última versión, pero mucho más auténticamente Trump.
La vez pasada había asesores que venían de la vieja guardia del Partido Republicano, quienes creían en las relaciones diplomáticas, el libre comercio y la migración como elementos claves del futuro del país, y se reflejó en los desenlaces en los temas espinosos, como la negociación del T-MEC y de las políticas migratorias. En esta segunda vuelta vienen asesores mucho más a la medida del presidente entrante, fieles a su estilo y su visión.
Cuando he preguntado a personas que han trabajado con Trump qué hay que esperar, todos me dicen que hay que creer lo que él dice. Esto es positivo y negativo. Por un lado, es un político altamente transparente (una de las claves de su éxito). Por otro lado, mucho de lo que dice debería preocuparse a los vecinos que viven más cerca y comparten una frontera común con su país.
Pero si bien es transparente, y sus intenciones son exactamente lo que él proyecto, también todo lo que él dice es negociable. Como en su libro "The Art of the Deal" ("El arte de la negociación"), pone una meta extremadamente alta para presionar, y luego negocia un punto medio. Pero también está dispuesto a subir las apuestas si no logra lo que quiere.
Hay tres temas en que se va a enfocar con respecto a México. El primero y más complejo es de la migración. Por un lado, va a iniciar una campaña de deportar a migrantes indocumentados, empezando con los que ya tienen orden de deportación vigente, pero luego expandiendo el universo de los que son sujetos a retorno forzado. Ya que casi la mitad de la población indocumentada en Estados Unidos son mexicanos, esto va a tener un efecto directo para México. También va a quitar las diferentes protecciones legales que existen para ciertos grupos, aunque eso afecta más a centroamericanos, venezolanos, haitianos y otras nacionalidades, a menos que llegue a derogar al DACA, lo cual sí afectaría mayormente a mexicanos.
Al mismo tiempo, va a exigir colaboración en controlar la frontera, quizás con la restitución del programa Quédate en México, o con un acuerdo de tercer país seguro, que permite que el gobierno de Estados Unidos regresa a ciudadanos de otros países a buscar asilo en México, en vez de solicitarlo en Estados Unidos. O puede ser que intenten aprobar enmiendas a la ley de migración en el Congreso que elimina al asilo y permite que el gobierno estadounidense regrese a todos los migrantes que llegan a la frontera sin documentos, directamente a México.
Pondrá al gobierno mexicano en aprietos decidir hasta dónde negociar estos puntos, y seguramente habrá que aceptar algunos y quizás habrá margen para evitar otros. Será el arte de negociar en pleno apogeo. Y con las amenazas de aranceles de por medio.
Los aranceles, por cierto, serían un arma de dos filos para Trump, una especie de asesinato-suicidio, en que se impacta a la economía mexicana pero también a la estadounidense, disparando la inflación y bajando la productividad en ambos. Me da la impresión que habrá voces en la administración de Trump que aconsejan en contra de los aranceles por ese motivo, pero puede ser que él es capaz de imponerlas contra los consejos de sus asesores. O puede ser que sea pura estrategia de negociación. No hay forma de saberlo a ciencia cierta.
Y ahí está otro tema clave: la revisión del Tratado de Libre Comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) en 2026. En realidad, no es un tema de si se acaba en ese año. Aún si Trump decide salirse del tratado, está contemplado un periodo de varios años para que acabe el acuerdo, y un futuro gobierno puede revertir la decisión. Pero sin duda generaría incertidumbre económica.
Finalmente, está la amenaza de tomar mayor intervención en el tema del narcotráfico. Hay personas en el entorno de Trump que han sugerido ataques directos a los grupos de crimen organizado por parte del gobierno estadounidense en territorio mexicano. Eso quizás sea una posición demasiado atrevida aún para Trump, pero habrá que tenerlo en cuenta.
El gobierno mexicano no tendrá que acceder a todo lo que pide Trump y tiene sus propias cartas a jugar en estas negociaciones. Pero habrá que entrar en esta nueva fase con los ojos abiertos y atentos a las señales que se están mandando desde Washington en esta nueva etapa, y decidir en cada negociación hasta dónde el gobierno mexicano está dispuesto a llegar y dónde hay líneas rojas que no se pueden cruzar.