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JESÚS MENA VÁZQUEZ

El primero de octubre pasará a la historia como el día en que la primera Presidenta de México tomará protesta. El hito que marca la llegada de una mujer al cargo más importante de elección popular es, sin duda, uno de los más importantes en la historia política del país y demuestra que, aunque hemos estamos preparados por décadas para que una mujer sea mandataria, fue hasta esta elección que las dos candidatas con posibilidades reales de triunfo fueron mujeres.

Como ya he comentado en estas páginas, considero que la elección del dos de junio fue legal, los ciudadanos contaron los votos correctamente. Sin embargo, fue tremendamente inequitativa en muchos aspectos: las preprecampañas con años de anticipación, disfrazadas de recorridos y presencia en medios de comunicación locales y nacionales por parte de los precandidatos del oficialismo; los recursos erogados por "ciudadanos organizados" que ningún pre candidato del oficialismo supo reconocer, que pagaron miles de bardas y anuncios espectaculares; la continua polarización y denostación todas las mañanas desde el púlpito presidencial de los "adversarios" de la llamada cuarta transformación; los recorridos a nivel de calle de los "siervos de la nación" promocionando los programas sociales.

Estos, entre otros muchos elementos, marcaron la inequidad en la contienda con la que llegamos a la elección del dos de junio de este año.

El argumento que quiero comentar en esta entrega es que, aunque el próximo primero de octubre será una fecha histórica por la llegada de la primera mujer a la Presidencia con un apoyo popular mayoritario, también es cierto que tendrá muy poco margen de maniobra ya que cargará con las múltiples problemáticas que le hereda el actual gobierno: inseguridad en múltiples niveles (ejecuciones, cobro de derecho de piso etc.), militarización de la vida pública (el ejercito como encargado de la seguridad pública, aunado a el poder económico que ahora tiene la élite militar como contratista y operador de infraestructura gubernamental, etc.).

Y muy especialmente una reforma judicial aprobada de manera atropellada para satisfacer al Presidente, pero que no atiende los problemas de procuración e impartición de justicia y que seguramente será muy costosa para México en términos de inversiones y de la elevación del riesgo-país, independientemente de que existe un riesgo muy grande de que el poder judicial, la instancia de impartición de justicia del estado mexicano, esté al servicio de los poderes fácticos (los miembros de la élite política del régimen, los partidos políticos, organizaciones sociales e incluso el crimen organizado) que puedan generar las condiciones para que se elijan a los jueces que impulsen, mismos que previamente a ser electos, serán propuestos por los poderes de la unión, ya controlados por el partido en el poder.

¿Qué acciones podrá hacer la próxima presidenta de México para marcar una diferencia con lo hecho por el presidente saliente? Lamentablemente, el margen de maniobra que tendrá será muy poco, por no decir nulo, ya que el rumbo del próximo sexenio, al menos en su comienzo, ha sido marcado por el actual presidente: las obras y los programas sociales impulsados por el actual gobierno continúan; varios funcionarios en áreas clave que repiten el cargo por "recomendación" del primer mandatario; renovación de la dirigencia del partido en el poder con cuadros cercanos al actual mandatario, incluyendo a su hijo; los liderazgos de la coalición legislativa que ya tiene la mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso de la Unión son producto de la repartición de puestos ordenada por el Presidente para evitar rompimientos en su movimiento rumbo a la elección federal de este año.

En resumen, a partir del primero de octubre, seremos testigos de la historia. Por primera vez en más de doscientos años de vida independiente, una mujer dirigirá los destinos del país y que bueno que así sea, la sociedad mexicana está preparada para tener a una mujer como Presidenta.

Sin embargo, la realidad es que le será muy difícil, al menos al comienzo de su sexenio, imprimir un sello propio a su gestión debido a los múltiples candados que tiene y que la obligarán, al menos en el comienzo de su período de gobierno, a mantenerse en el rumbo marcado por el actual presidente.

X: @jesusmenav

Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES elección, actual, mujer, será

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