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Sobre las ciudades y los espejismos (segunda parte)

Sobre las ciudades y los espejismos (segunda parte)

Sobre las ciudades y los espejismos (segunda parte)

SAC-NICTÉ CALDERÓN

1.- Había pasado apenas una semana de vuelta en Madrid cuando me lastimé el tobillo derecho. Días después, cuando el agobio de pensar que me había quebrado el hueso se me acumuló con otros agobios, le envié una nota de voz a Bicky, mocosa y llorando, y la última de mis quejas fue que no entendía qué señal estaba tratando de mandarme el universo porque yo, que no soy torpe al caminar, me he caído cuatro veces en el mismo punto de mi calle favorita de Madrid. Ella me respondió: "Los lugares también cambian, no trates de buscar algo que ya no está porque se te va a romper el corazón".

Cuando publiqué la primera parte de esta columna, en febrero de 2023, cité el siguiente fragmento de La ciudad invencible de Fernanda Trías, que resume perfectamente lo que me repitió Bicky: "Pienso lo que ya pensé en otra ciudad y ante otro cuerpo: espejismo. Las personas no son iguales, tampoco las ciudades. Cambia lo que permanece en el recuerdo, reeditado incontables veces hasta convertirse en verdad".

2.- Ahora, por culpa del tobillo lastimado, decidí cambiar el metro por los autobuses madrileños. El 133, que me deja cerca de la Biblioteca María Zambrano, tiene una parada en una esquina de la calle Princesa en la que se levanta un edificio cuya fachada me recuerda a la cantera gris del MUNAL. Una noche caminaba por la Gran Vía, de vuelta a mi hogar temporal, y por inercia levanté la mirada para ver la hora en la Torre Latinoamericana. "No estoy en Ciudad de México", me dije, un tanto desconcertada porque no era la primera vez que me pasaba; esa misma semana había pensado: "debería escribirle a Marisol para ir por sushi este miércoles" -una de mis tradiciones chilangas favoritas-.

3.- Espejismos. Una ilusión óptica que aquí funciona como un reflejo de la memoria sobre otro.

4.- Aprender a irme sin huir.

5.- Es 7 de octubre y voy al intercambiador de Moncloa a sacar la tarjeta de transporte.

La señora que me atendió, apenas verme, me preguntó si era la primera vez que hacía ese trámite. Le expliqué que lo hice hace diez años y la última vez que usé la tarjeta fue en 2017, que había usado mi número de identificación de extranjera y que ya ni siquiera mi pasaporte era el mismo. "Sólo necesitas un duplicado, como si no te hubieras ido", respondió cuando, a pesar de las probabilidades, me encontró todavía en el sistema. Pensé entonces en esa otra Itinerante que lleva este nombre, en la que escribí sobre las formas en que intentamos marcar a las ciudades que habitamos. Pensé en cómo en el registro de la Complutense aparecen mis calificaciones del máster en mi perfil de investigadora, aunque más de una vez me dijeron que necesitaba un nuevo expediente cuando intenté conservar mi antiguo correo institucional. Y pensé también en cómo al final siempre permanece esa marca de nosotros en los lugares que hemos amado, aunque sea una huella burocrática.

5.- Esta columna nunca ha dejado de ser otra cosa a lo que debe ser.

6.- Desde la mañana que llegué a Madrid he sentido que necesitaba ver de nuevo El fin del amor, la adaptación en Prime Video del libro de Tamara Tenenbaum, de la que ya escribí también. Ayer lo hice y me topé con ese momento, casi al final del primer capítulo, en el que Tamara, contra todo pronóstico, no quiere dejar la boda de Sara:

-Estoy harta de irme antes de tiempo de los lugares.

-¿Antes de qué?-, le pregunta su novio.

-Antes de querer irme.

"Madrid fue un sueño, luego una pesadilla, luego una vuelta de tuerca y ahora es una espera", escribí el 3 de febrero de 2023. En realidad Madrid era más que un sueño, España era el único plan de mi vida, era el destino de toda mi autoexigencia desde los 17. Irme no estaba en ese plan, nunca se sintió mi decisión. Pero cambié, como esa calle que amo y que también conoció Bicky. Como han cambiado Tacuba y Donceles, como ya no existen los escalones del Casablanca. Tenía apenas 23 y pensaba que el mundo terminaría a los 25 y ahora soy una treintañera que se maravilla constantemente ante las posibilidades de la expansión, del crecimiento, del cambio que antes tanto me aterraba. "Tiene exactamente lo que necesita: poder tener", me dijo Clarice Lispector, canalizada como oráculo literario. No entendí entonces pero entiendo ahora. Y sé que estoy, finalmente, a tiempo.

 X: @SNGCALDERON

Escrito en: ITINERANTE otra, calle, vuelta, Madrid

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