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LEYENDAS URBANAS

La apuesta: Cinco amigos entraron al Panteón de Orientepara mostrar su valía

Conoce una de las leyendas más interesantes del Durango antiguo.

La apuesta: Cinco amigos entraron al Panteón de Orientepara mostrar su valía

La apuesta: Cinco amigos entraron al Panteón de Orientepara mostrar su valía

FERNANDO RAMÍREZ H

El Panteón de Oriente es un antiguo camposanto que ha dejado un gran repertorio de historias, una de ellas es sobre cinco compañeros de parranda que penetraron los oscuros rincones del cementerio a la media noche: La apuesta.

Corría el año de 1899, uno de los lugares más conocidos de la época era el Hotel Richelieu. Se encontraba ubicado en la Plaza de Armas, a un lado del extinto edificio de la Presidencia Municipal, situados frente a la Catedral. En la planta baja estaba el bar del hotel, conocida como la Cantina Francesa, era muy frecuentado por la sociedad duranguense de clase acomodada, quienes acudían para degustar unos tragos de Coñac y “alivianarse”, este es el sitio donde empieza este relato. 

Una noche de octubre, cinco amigos se reunieron como de costumbre en la Cantina del Hotel Richelieu. A pesar de ser grandes compinches, también existía una fuerte rivalidad entre ellos, competían por ver quién escribía los mejores versos, quien bebía más tragos sin perder la sobriedad, quien conquistaba a más mujeres o quien era el mejor en las cartas; aquellos hombres daban mucha importancia al honor y la palabra. 

Cada integrante del grupo tenía una personalidad distinta: Luis era “el hombre de la buena suerte”, ya que era un gran jugador de cartas que siempre ganaba las partidas nocturnas, aunque desafortunado con las mujeres. Manuel era considerado como “el valiente de la pandilla”, puesto que nunca se rajaba a los golpes y tenía la reputación de ser el que salía victorioso en los pleitos en el bar. Raymundo tenía fama de “alucín” o “mentiroso”, debido a que siempre contaba historias surrealistas o difíciles de creer. Javier era tímido, pero excepcional recitador de poesía y el que se enamoraba de las muchachas más guapas del pueblo. Por último estaba Rafael, un joven centrado e introvertido, quien fungía el rol como mediador del grupo.

Raymundo les propuso una apuesta arriesgada que puso los pelos de punta a sus amigos: entrar al panteón a la media noche. Una vez que todos aceptaron el reto, acordaron que el ganador recibiría 10 pesos de oro por parte de los demás, mientras que aquel que se rajara debería pagarle 5 pesos a todos (en ese entonces, dichas cantidades eran fortunas, hoy no valen ni un chicle). 

En la noche de todos los santos, los cinco camaradas asistieron al Panteón de Oriente a media noche. Acordaron que el reto consistía en que el primero en entrar, debería clavar un clavo en el otro extremo del panteón, y el segundo en entrar iría al mismo lugar trayendo el clavo que habían clavado como muestra de que entro al lugar, el tercer y cuarto participante harían lo mismo para completar la prueba. Rafael fue afortunado, ya que fue asignado como el tesorero de la apuesta y no era necesario que participara en el aterrador desafío del cementerio. 

El primero en entrar fue Manuel, quien muy confiado trepó la reja e ingresó al oscuro camposanto. Una vez adentro, sus compañeros le pasaron una antorcha, el marro y la estaca. Caminó en línea recta hasta llegar al muro, recargó la antorcha para iluminarse, tomó la estaca y la clavó con tres golpes para después emprender el regreso a la entrada del cementerio. Una vez reunido con sus amigos, le preguntaron cómo fue su experiencia y él se limitó a decir que no había pasado nada, pero en el fondo estaba muerto de miedo. 

El siguiente fue Raymundo, un bufón que pecó de tramposo. Al trepar la reja, cometió la trampa de saltar al lado izquierdo de la barda y recorrió un terreno baldío (que hoy es la unidad deportiva de la Conade) hasta llegar al límite norte, volvió a entrar al panteón y rápidamente encontró la estaca clavada por su antecesor. Parecía que todo le salía de maravilla, pero tuvo muchas dificultades para sacarla, ya que estaba muy honda, eso provocó que sintiera un ataque de pánico. Al tener la estaca en sus manos, escuchó murmullos y rezos, por lo que se echó a correr por el lote baldío y estando cerca de la entrada, volvió a brincarse al panteón para trepar la reja y salir victorioso del oscuro recinto. 

Raymundo contó los eventos paranormales que presenció, incluyendo a una silueta que lo siguió. El miedo se apoderó de Javier, era su turno de entrar. Ingresó al recinto con las cosas que su compañero sacó, pero estaba tan asustado que las manos le temblaban, a tal grado que avanzaba lentamente por los oscuros corredores. Tardó mucho en llegar al otro extremo del panteón, procedió a clavar la estaca con ciertas dificultades. Cuando procedía a levantarse, sintió que desde la tierra le estaban jalando la capa, esto provocó que el joven se aterrara y le diera un infarto, muriendo en la triste soledad del camposanto. 

Sus compañeros lo esperaban observando sus relojes de bolsillo, ya había tardado mucho, por lo que enviaron a Luis para rescatarlo. No obstante, al llegar al muro donde estaba la estaca, vio a su amigo Javier muerto. El pequeño corazón asustado de Luis no resistió y cayó fulminado al suelo por un ataque cardiaco.

Ninguno de los dos regresaba a la entrada principal, por lo que Manuel y Raymundo volvieron a entrar para auxiliar a sus amigos, esta vez acompañados por Rafael y dos cargadores que trabajan con él en la estación del tren. Los cinco hombres recorrieron el Panteón hasta llegar al otro extremo, se encontraron con una terrible sorpresa: Javier y Luis estaban muertos. Lo peor de todo fue, que Javier se clavó la capa por error. 

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