Kiosko

LETRAS DURANGUEÑAS

La calle

La calle

La calle

FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ

Cómo vivir la tarde cuando cabe en ella toda mi vida. El día respira soledad, cierra los ojos. Pronto volverán las estrellas, agobia el calor, sofoca, siento en la lengua sabor de tierra como si estuviera en una fosa; el viento mueve mis palabras, las lleva al horizonte donde despectivamente las arroja.

Vivo sin sentir lo que sigue, el sudor lava mi cuello va hasta la espalda, sale por él. Miedo a lo desconocido. Estoy en una calle extraña, nadie sabe de dónde vengo o a dónde voy. Rodando se acerca el tiempo.

Los vehículos cruzan con sus ruidos metálicos, jamás sabrán que esta tarde se ha adentrado con calor al espacio de mi alma. El pensamiento deshace las ideas. Sueño despierto, el ramaje se mueve, abanica mi agobio, finge vida. La gente pasa, algunos se sorprenden que a calor pleno estoy escribiendo... Cuántos quieren escribir eso que les remueve el ánimo, la historia que llevan escondida, son pocos los que dicen, algunos se les lee en la cara.

El hombre triste, perdido profundizando en su ser. Uno entre muchos. El que sin ver lo mira todo, está solo con sus cuentos, algunos nuevos sin lecturas. No hay niños que quisieran escucharlos. La historia vana ¡Soy solamente un hombre! Perturbo mi rutina, me acerco a ella, tal vez como inconforme con mi relato. La vida se me sale por la piel.

Puede venir la noche, ya se huele, termina mi intensión, a la oscuridad se mueve el sentimiento, se viste de luto. ¿Quién le pondría noche a lo oscuro? Si mis ojos brillaran como los de los gatos, tal vez pudiera escudriñar los secretos que vuelan amparado por las sombras, sabría del romance truco de la hija del vecino, que esperó en su tiempo su ilusión por el príncipe azul. La que en reja perfumada por flores de ausencia inventó suspiros para protegerse de la soledad, la misma que descubrió temprano que el amor tiene espinas.

No esperaré la noche, sus filos abren la puerta a los ladrones, los labios a la maldición, protege al sonámbulo. No es necesario para soñar, basta un parpadeo para formar un mundo. El sudor vuelve, dice que apure la copa de la comprensión. El tiempo rueda, no existe.

Una niña grita su propio susto, su mente crea fantasías: La observo de reojo. Debo cambiar la dirección del pensamiento, es tan frágil, una ramita seca, puede quebrarse...

El ruido de una motocicleta borra el paisaje, nubla mis palabras. Soy un oscuro soñador, en tierra de nadie. Se disculpa mi sombra a escondidas de la vista, salgo de mí por un instante para ser otra cosa, más importante que mi cuerpo.

Retorna la máquina, integra mi ser, sube la temperatura, necesito aire fresco. La calle desierta... sigo aquí mismo y aunque no quiera sé que llegará la noche...

Escrito en: letras durangueñas escritos Durango calle, noche,, tierra, calor

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas